GARA
BILBO

Los paisajes de Ortiz de Elgea se adueñan del Bellas Artes

«La naturaleza ha sido el motor de toda mi pintura, Me interesa ese punto agreste, un acantilado más que un paisaje plano», describió ayer su obra Carmelo Ortiz de Elgea. El pintor gasteiztarra protagoniza la retrospectiva que le dedica el Museo de Bellas Artes de Bilbo con medio centenar de obras caracterizadas por paisajes figurativos de colores fuertes.

Ortiz de Elgea aspira a pintar un «árbol en toda su dimensión, con su grandeza». «Soy un barroco, lleno mucho el lienzo, y en el tamaño grande desarrollo muchas historias. Cuando veo tablas de cuarenta centímetros me dan envidia, soy incapaz de hacer una obra de 50 por 50» (centímetros)». De ahí su preferencia por los formatos de gran tamaño.

Incluso hoy en día pinta en un pabellón, lo que le obliga a hacer cuadros de tres por cinco. «Sería una gozada pintar una gran pared, como la de un frontón», bromeó el artista alavés.

«A veces –subrayó– meto figuran muy pequeñas para que por contraste se vea el paisaje más grande».

El paisaje forma parte de la obra de Ortiz de Elgea desde niño: criado en Aretxabaleta, pintó desde los tres años su entorno rural, y desde entonces sin abandonar la figuración salvo en contadas ocasiones, ha plasmado paisajes «sofisticados y complejos», como los ha definido ayer el comisario de la muestra, Javier Viar, también director del Museo de Bellas Artes de Bilbo.

La exposición se divide en seis secciones que atienden a otras tantas etapas de su trayectoria. Hay unas pocas obras de su época temprana, 1963-1968, cuando estuvo influido primero por el paisajismo de la Escuela de Madrid, sobre todo por Benjamín Palencia, y cargó los lienzos con materia, al estilo Tàpies.

Hacia 1968 realiza una serie de grandes paisajes de intenso cromatismo, donde aparecen personajes de todo tipo, como en “El baño”, o “Contemplación del paisaje”, donde un personaje desnudo mira abstraído hacia lo alto, como interrogándose por el sentido de mundo.

En 1973 dio un nuevo giro a su trayectoria y comenzó a hacer una pintura abstracta estructurada en grandes planos de color que configuran una especie de paisajes aéreos.

Esta etapa fue breve porque a comienzos de los años ochenta Ortiz de Elgea regresó a la figuración, como en “Animal herido”, donde reaparece el interés por volver un paisaje identificable.

Este es el registro en el que Ortiz de Elgea se ha mantenido desde entonces, con el paisaje predominando sobre la figura, como en “Contraluz” o “Personaje atravesando el bosque”, donde las figuras han perdido su carácter individual y aparecen como sombras o espectros.

Sus últimas obras, hasta este mismo año, dejan espacio para los paisajes figurativos, algunos de ellos producto de sus numerosos viajes, como “Cabañas de pastor en California” o “El manglar”, pintado a partir de un boceto tomado del natural en Guatemala.

Todas con la característica común de un mundo de energía creativa regido por el color y por el gesto pictórico.

La muestra se puede ver hasta el 16 de enero de 2017.