Ramón SOLA IRUÑEA
34 años sin noticias del militante vasco

La familia de «Naparra» impulsa el interés de la ONU por la desaparición

El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Desapariciones Forzosas o Involuntarias tomó en julio cartas en el asunto de la desaparición de José Miguel Etxeberria Álvarez, «Naparra», y ha dado ahora un nuevo paso reuniéndose con la familia. Eneko, hermano del militante del que no hay noticias desde el 11 de junio de 1980, constata satisfecho que la ONU hace suyo «que está desaparecido y que fue un hecho forzoso. Y por tanto, un delito de lesa humanidad que no prescribe».

Han pasado 34 años y cuatro meses. Se lo recuerda Celes Álvarez, madre de Naparra, al Grupo de Trabajo sobre Desapariciones de la ONU en un sentido testimonio en vídeo que puede verse en NAIZ. Y el mensaje lo ha llevado también en persona a Ginebra, este pasado mes, Eneko Etxeberria, uno de los dos hermanos del militante. Una reunión de 40 minutos que constató el interés de la ONU por el caso, nunca aclarado y tantas veces olvidado u obviado.

No solo ha pasado mucho tiempo desde la desaparición; también del cierre del sumario en el Estado francés (32 años ya) y del carpetazo en la Audiencia Nacional española (11 años). Este último resultó especialmente sangrante: tras rechazar tomar declaración a mandos policiales como el exgeneral José Antonio Sáenz de Santamaría o el ahora imputado por torturas Billy el Niño, el juez Ismael Moreno determinó en un auto que ni siquiera podía considerarse probada la desaparición. «¿Qué quiso decir, que igual está en las Bahamas?», clama todavía indignado Eneko Etxeberria.

Aquel auto certificó la impunidad, agudizada por la falta de hilos de los que tirar. Las pistas fueron decayendo una a una. Primero los comunicados reivindicativos del Batallón Vasco Español, que situaban la desaparición cerca de Xantako (Donibane Lohizune) y apuntaban después que el cadáver había sido llevado por dos gendarmes (descripción física incluida) a la zona de Dax. Incluso un lago cercano a Xantako fue explorado por amigos buzos de la familia. Nada. Informaciones posteriores de ``Diario 16'' tampoco dieron fruto. Y Julio Cabezas Centeno, Escaleras, infiltrado en los Comandos Autónomos Anticapitalistas -organización en la que militaba Naparra- murió sin revelar nada de lo que podía saber. Entre tanto, la familia, especialmente el padre, se reunió con decenas de refugiados y otros posibles testigos, sin descanso. Fue estéril.

Una de las preguntas de los miembros del Grupo de Trabajo de la ONU a Eneko Etxeberria se refería a si la familia tiene datos para atribuir la desaparición a los aparatos del Estado español. El hermano de Naparra recordó el atentado del bar Hendayais, reivindicado también por el BVE, con dos muertos, medio año después. Sus autores fueron identificados en la muga e inmediatamente liberados. Pero poco más se puede aportar. Como suele apuntar el abogado Iñigo Iruin, pese a la percepción general de que se sabe poco de los GAL, en realidad se sabe mucho comparado a la guerra sucia anterior, igualmente brutal.

La antítesis de Madrid

A Eneko Etxeberria, los cinco miembros del Grupo (expertos de Argentina, Líbano, Francia, Sudáfrica y Bosnia-Herzegovina) le preguntaron también si la familia ha recibido algún tipo de reparación del Gobierno español. La respuesta fue no. Y es que aquel auto de la AN tenía otras consecuencias añadidas, como esta. Si la desaparición no se declara probada, mucho menos que «fuera consecuencia de la actividad terrorista», en este caso del Estado. Pero la realidad es que Naparra no está desde hace 34 años. Y en eso ha reparado ahora la ONU, tras la denuncia lanzada por Egiari Zor.

El interés de Naciones Unidas quizás no tenga efectos sobre la perenne búsqueda, pero sitúa el caso en otro nivel y es una apelación directa a los dos estados. Eneko Etxeberria recordó en Ginebra que París tiene responsabilidad -porque el hecho ocurrió en su territorio- y Madrid también -porque su hermano tenía nacionalidad española-.

Regresó convencido de que el viaje mereció la pena: «La ONU asume que mi hermano está desaparecido y que fue una situación forzosa. Acepta que el caso sigue abierto mientras no aparezca. Y, en consecuencia, dice que es un delito de lesa humanidad y no prescribe. O sea, lo contrario que el auto de Ismael Moreno», resume. Percibió, además, su respeto y solidaridad. Y el presidente le dejó claro que la condición de militante de su hermano en ningún caso justifica que lo hicieran desaparecer.