El público presente en la sala Victor Hugo de la Asamblea Nacional acogió con una estruendoso ovación las peticiones contenidas en el manifiesto para la paz en Euskal Herria que acababa de leer solemnemente el magistrado Serge Portelli. Su eco, reflejo de la esperanza generada por esta conferencia, solo fue acallado para dejar paso a la última intervención, la del ex primer ministro irlandés Bertie Ahern, que puso el colofón a una mañana intensa en intervenciones, ideas y también emociones.
Y es que el documento final resume perfectamente las razones y objetivos perseguidos con este inédito encuentro. En su introducción hace un repaso de la situación actual en la que se encuentra «el último conflicto armado en Europa occidental», recordando que «entró en fase de resolución» tras la Conferencia Internacional de Aiete, pero que de aquello han pasado ya más de tres años.
Subraya, por un lado, la acogida favorable de la mayoría de la sociedad vasca que, de forma «masiva y reiterada», ha expresado «su apoyo a los esfuerzos de paz». Por otro lado, también recalca las acciones llevadas por los facilitadores, tanto por el Grupo Internacional de Contacto como por la Comisión Internacional de Verificación, a los que define como «garantes de las importantes posibilidades de éxito del proceso de paz».
El documento constata luego los esfuerzos que se producen para crear condiciones para la resolución, pero señala que estos «no pueden ser unilaterales» y hace hincapié en que «el compromiso de los gobiernos de Francia y España para buscar una solución al conflicto» tiene que llegar «necesariamente».
Cuatro peticiones
Portelli puso especial énfasis al exponer «desde el corazón de París y en un espacio que encarna la legitimidad democrática», las cuatro demandas que recoge la parte final del manifiesto.
En primer lugar hace sendos llamamientos a ETA, para «llevar hasta el final su proceso de desarme», y a los gobiernos español y francés, para que «se impliquen en el proceso». Los firmantes piden concretamente que se «establezca un espacio adecuado que garantice que el desarme se desarrolle de manera coordinada y controlada».
El segundo punto se refiere a la problemática de las personas presas y demanda que «en un plazo razonable» se ponga fin a la dispersión a través de medidas de reagrupamiento y acercamiento familiar, así como que «en base al respeto de los derechos fundamentales» se otorguen beneficios penitenciarios a aquellos reclusos a los que les corresponde, y que junto a ello «los gravemente enfermos sean liberados».
También animan a tomar medidas en materia de víctimas, para aportarles «reconocimiento, compensación y asistencia» en tanto en cuanto «no existe conflicto que no haya causado sufrimiento».
Por último, el texto interpela directamente a los estados español y francés a que se «involucren de manera real en la resolución del conflcto» en Euskal Herria «en nombre de los intereses de las naciones afectadas y de la acción necesaria» para promover la paz.
110 firmantes
El Manifiesto de París ha sido ya rubricado por importantes personalidades francesas de todos los ámbitos y sensibilidades. Entre ellas cabe destacar a Michel Rocard, ex primer ministro francés por el PS; Alain Lamassoure, eurodiputado de UMP de la región parisina; Cécile Duflot, exministra verde y actual diputada; André Chassaigne, presidente del Grupo Demócrata y republicano en la Asamblea Nacional; François Alfonsi, presidente de ALE; Emmanuelle Cosse, secretaria nacional de EELV; Paul Giacobbi, diputado corso; Gabrielle Zimmer, diputada europea alemana y presidenta del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria (GEU-NGL); Olivier Guerin, fiscal del Tribunal Supremo; Philippe Texier, magistrado honorífico y asesor en la ONU; los médicos Bernard Kouchner y Véronique Vasseur; los actores Bruno Solo y Marie-José Nat; el cineasta Mathieu Kassovitz; los escritores Gilles Perrault, Marie Darrieussecq y Dan Franck; los letrados Simon Foreman, Thierry Fagart y Henri Leclerc; o el obispo de La Rochelle, Bernard Housset.
Obviamente, también todos los intervinientes en la conferencia de ayer, así como muchos otros que estaban igualmente presentes en el acto, rubrican este documento.
La conferencia comenzó a la hora anunciada y el apretado programa se desarrolló también como estaba previsto, algo que no era nada fácil dado el gran número de intervinientes. El ambiente de la sala –repleta– casaba perfectamente con la seriedad y el calado de la cuestión que allí se trataba, y la gran atención con que se siguieron las alocuciones pusieron de manifiesto el interés suscitado.
Visto desde Euskal Herria, el evento sin duda resultó histórico. Era la primera vez que la voz de diferentes agentes políticos y sociales de tan diferente signo se escuchaba al unísono y en un espacio de tal nivel oficial. Los testimonios de personas involucradas en primera persona en el conflicto –víctimas, expresos, miembros de organismos que trabajan en favor de los derechos humanos– se alternaron con las de electos y representantes políticos y sindicales, así como con expertos que trabajan en la resolución de conflictos en diferentes países. Y todas esas voces confluyeron finalmente en el llamamiento, que interpela muy directamente a París y a Madrid.
Muchos de ellos ya conocen la problemática vasca, pero otros muchos tuvieron ayer la oportunidad excepcional de escuchar los pormenores de la situación en la que se encuentra un proceso que se inicio con ilusión hace casi cuatro años y que, en estos momentos, está encallado en muchos aspectos dada la falta de implicación de los dos estados. La hoja de ruta de Aiete quedó anclada en el punto dos, que emplazaba a ambos a dar respuesta positiva al fin de la lucha armada reclamado a la organización ETA.
«Sean artesanos de la paz»
Al final de la densa mañana, las reacciones de muchos de los presentes, aunque cautelosas, destilaban esperanza y, sobre todo, convencimiento de que París y Madrid no pueden seguir haciendo oídos sordos.
«No es únicamente una cuestión vasca. Es una cuestión en la que los países y, en particular, los gobiernos francés y español deben levantar los dos principales obstáculos: el de las personas afectadas y el de las armas. Es deber de todos nosotros levantar esos obstáculos», afirmaba por ejemplo Cécile Duflot, citando la intervención hecha previamente por el exministro Pierre Joxe. La diputada verde y exministra entiende que «el sentido de una conferencia de paz en la Asamblea Nacional es hacer reaccionar a París, más allá de los electos vascos que, sea cual sea su etiqueta política, están todos ya movilizados por el proceso de paz».
Con el acto de ayer se dio un espaldarazo a quienes impulsan el proceso y una invitación a quienes todavía no se han sumado. Las palabras finales de Gaby Mouesca fueron el fiel reflejo del deseo unánime que animaba a los reunidos ayer en París: «Osen entrar en la historia por la puerta grande, como lo han sabido hacer los electos del País Vasco. Sean artesanos de la paz», pidió.