Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad
CUADERNO DE CAMPAñA (DíA 1)

Luces cortas, luces largas y visión de país

En estas elecciones hay puntos de interés que son claros, como Iruñea-Nafarroa, Gasteiz o Gipuzkoa, plazas donde la victoria de una fuerza u otra puede depender de pocos votos. Pero ampliando el foco y más allá del escenario más inmediato, hay lugares que también merecen ser escrutados con atención.

Un vecino pasa ante las antiguas instalaciones de Altos Hornos de Vizcaya (AHV) en Sestao.
Un vecino pasa ante las antiguas instalaciones de Altos Hornos de Vizcaya (AHV) en Sestao. (Marisol RAMÍREZ | FOKU)

No por repetido deja de ser cierto que estas elecciones son las más cercanas para la ciudadanía, pero de tanto insistir en ello hay quien se pasa de frenada y acaba caricaturizándolas. Y no debería, porque lo que se dirime el 28M es mucho más que el color del partido que nos va a arreglar las aceras. En Nafarroa, claro, porque está en juego el Gobierno, igual que se juegan, con menor rango pero también importantes, las futuras diputaciones de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, pero incluso al margen del cómputo final de escaños y concejalías estos comicios son importantes para asentar dinámicas, fijar tendencias y, quizá, imaginar nuevos espacios de colaboración.

Son, además, la primera parada de un trayecto que en poco más de un año definirá todo el andamiaje institucional de Hego Euskal Herria y la correlación de fuerzas con la que se va a responder a los retos que le aguardan al país en el futuro más cercano. Del retrato que dejen las citas de 2023 y 2024 –con elecciones estatales en medio que podrían condicionarlo todo– dependerá el modo en que se hará frente a la crisis climática y social, al problema de la vivienda y de la sanidad, al declive demográfico y a los ataques al euskara, por ejemplo.

Nos aguardan meses de vértigo, y todo empieza ahora.

Los puntos de mayor interés

Son, por tanto, unas elecciones muy importantes, y a nadie se le escapa que hay lugares que van a acaparar casi todos los focos en estas dos semanas. Hay puntos calientes, como Iruñea –y Nafarroa–, Gasteiz y Gipuzkoa en su conjunto, que por lo apretado que se prevé el recuento y por su relevancia van a recibir una atención generalizada del público y de los medios. Del nuestro también.

Es lógico, en esos campos y en algún otro se van a librar las batallas más encendidas, y ahí van a volcarse candidatas y periodistas, porque un puñado de votos podría alterar mayorías, alcaldías y Gobiernos.

Pero si ponemos luces largas y posamos la mirada más allá de lo inmediato, hay otros puntos que deberían concitar atención, probablemente más de la que reciben. Entre ellos, Bizkaia, donde se da por hecho una holgada mayoría jeltzale.

Y así va a ser, por supuesto, como viene pasando elección tras elección en un herrialde donde solo hay apuestas sobre la distancia entre el primero y el resto, y el interés se centra en los matices municipales. Pero precisamente por eso, porque para este país es una tragedia que allí no haya partida, hay que fijarse en Bizkaia.

El independentismo de izquierdas no puede permitirse durante mucho más tiempo que el PNV le doble en representación y votos en el territorio más poblado y con mayor peso económico de Euskal Herria, al menos si ambiciona ser un movimiento hegemónico.

Bildu/EH Bildu ya ha gobernado en Iruñea, en Donostia y en Gipuzkoa, pero hasta ahora ha sido incapaz de suturar la brecha vizcaina, y eso lastra sus aspiraciones. Es más mérito jelkide, cuyos números son espectaculares –en 1999, en coalición con EA, logró el 37% de los votos, y en 2019, en solitario, tuvo el 43%–, que demérito propio, pero no es consuelo.

El cauce de la ría

También es verdad que, tras los avances en importantes comarcas y municipios en los últimos años, el hándicap electoral del independentismo está, sobre todo, en los márgenes del Ibaizabal.

A orillas de la ría reside en torno al 30% de los vascos y vascas. Casi un millón. Es, con diferencia, el principal núcleo poblacional del país, y tiene un carácter propio, urbano, diverso, al que durante demasiado tiempo no se ha prestado atención y se ha reducido a una serie de tópicos y clichés bienintencionados, pero en los que buena parte de sus habitantes no se ven reflejados.

Hace años que algunas voces del independentismo insisten, acertadamente, que esta nación es mucho más que esa franja verde asentada en el imaginario propio y extraño. Esa reivindicación de la Euskal Herria marrón, del Ager Vasconum, ha ido calando poco a poco, y también debe hacerlo el de esa Euskal Herria otrora gris, industrial, que ahora está intentando definir su color.

Cuando la izquierda independentista sea realmente competitiva a izquierda y derecha del Ibaizabal habrá dado un paso de gigante. Ya lo sabe y, aunque esto no será cosa de dos días –aún necesita invertir tiempo, recursos y energía–, la Alcaldía lograda en Galdakao en 2019 y el segundo lugar que algunos sondeos proyectan en Getxo son indicadores de que algo ha empezado a cambiar.

Dentro de dos semanas sabremos exactamente cuánto. La noche del 28M, aunque sea de refilón, que todo el mundo le eche un vistazo a Bizkaia.