Gotzon ARANBURU
HERNANI

Hassanna Aalia

Primero ocupación, luego abandono, y finalmente colaboración con el nuevo ocupante. Este ha sido el papel jugado por España en el Sahara Occidental, territorio colonial del que salió en 1975 dejándolo en manos de Marruecos. La víctima de la componenda fue y sigue siendo el pueblo saharaui, sojuzgado por el reino alauita, que sigue persiguiendo a los resistentes y cuenta de nuevo, 40 años después, con la ayuda de Madrid. El caso de Hassanna Aalia, refugiado en Euskal Herria desde 2011, es un claro ejemplo. NAIZ ha estado con él.

NAIZ ha estado con Hassana Aalia en Hernani. (Gotzon ARANBURU)
NAIZ ha estado con Hassana Aalia en Hernani. (Gotzon ARANBURU)

Su rostro, casi adolescente, se ha hecho conocido en Euskal Herria estos últimos días. En las calles de Hernani, por ejemplo, se ven carteles de apoyo en bares y tiendas. Muchos vecinos se paran a saludarle y darle ánimos. El martes, una concentración de medio millar de personas le mostró su solidaridad, tras un pleno municipal con el mismo fin. Ha comparecido en ruedas de prensa e intervenido en programas de radio y televisión, siempre con el objeto de dar a conocer la persecución que sufre. Y la que sufre su pueblo.

Hassanna Aalia nació en 1988 en Aaiun. En Euskal Herria, al hablar de Sahara, la imagen que primero nos viene a la mente es la de los campos de refugiados de Tinduf, pues ya son muchos años de enviar alimentos y artículos de primera necesidad a ese punto del desierto argelino, y también de acoger entre nosotros en verano a los niños y niñas procedentes de los campamentos. Tinduf es administrado por el Frente Polisario y aunque las condiciones de vida son extremadamente duras, se puede considerar territorio libre. Sin embargo, otra parte del pueblo saharaui continúa habitando en territorio ocupado por Marruecos; Aaiun es la principal ciudad de este Sahara sometido por la fuerza.

Naturalmente, el gobierno de Rabat considera a Aaiun parte integrante e inseparable de su territorio, pretensión que ha apoyado colonizando la región con miles de hombres y mujeres marroquíes, pero los saharauis que la habitan no han olvidado su identidad nacional ni han dejado de proclamar su derecho de autodeterminación y de consiguiente soberanía. El punto álgido de esta reivindicación, dejada de lado por la comunidad internacional, se dio en octubre de 2010, cuando 20.000 saharauis levantaron el campamento de resistencia de Gdeim Izik. Este acto de protesta pacífica en Aaiun, que se considera el punto de partida de las «primaveras árabes», acabó a sangre y fuego el 8 de noviembre de aquel año, cuando la Policía marroquí arrasó el campamento. Según la versión oficial, once policías murieron durante la operación de desalojo. Hassanna Aalia, adolescente entonces, fue uno de los acampados y recuerda aquel mes escaso de protesta como «la primera vez de mi vida en que me sentí libre. Desde la escuela percibes que tu país está ocupado. Hasta los maestros, marroquíes, son parte del sistema opresor».

No solo sintió libertad. También supo lo que es el miedo a ser detenido, pues la policía lo buscaba. Permaneció dos meses escondido pero finalmente cayó en manos de sus perseguidores. Un tribunal civil lo juzgó y le impuso cuatro meses de cárcel, que no tuvo que cumplir. «Decidí salir de Aaiun y estudiar fuera, pero solo por unos meses, por lo que me trasladé primero a Madrid y luego a Bilbao, a donde llegué en marzo de 2011. Luego volví a casa un tiempo y de nuevo a Euskal Herria, en octubre del mismo año». Desde entonces, Hassanna, con una beca para formación en Derechos Humanos, ofreció charlas y siguió reivindicando la independencia de Sahara Occidental, en actos dentro y fuera de Europa. Una vida «normal», que se vino abajo cuando supo que el Gobierno de Rabat había emitido una orden de busca y captura contra él, para ser juzgado de nuevo en febrero de 2013, y esta vez por un tribunal militar, que lo condenó –en rebeldía– a cadena perpetua. Al conocer la sentencia, Aalia pidió asilo al Gobierno español; el 19 de enero, dos años después, ha sabido que su petición ha sido denegada.

«Interior sabe que corro peligro de ser torturado»

«En la notificación de denegación, el propio Ministerio del Interior español reconoce que soy militante en favor de los derechos humanos, miembro de asociaciones de apoyo a las víctimas de la represión marroquí, que sufrí malos tratos a manos de la Policía. Sabe que corro peligro de ser torturado, incluso de ser violado en comisaría, como lo han sido cinco compañeros, pero todo eso no vale nada pues prioriza que fui condenado en un juicio por un tribunal militar, aunque fuera sin mi presencia y sin poder defenderme», se desespera el joven saharaui, que tiene quince días para abandonar el Estado español. Hassanna ha sido activista desde los 17 años y ha sido detenido en múltiples ocasiones por la Policía marroquí, «que me ha mantenido en aislamiento, me ha humillado, golpeado… como a otros miles de jóvenes que nos rebelamos y luchamos por el derecho de autodeterminación de nuestro pueblo».

Contra el reloj, distintos agentes políticos e institucionales se han activado en Euskal Herria para defender a Hassanna. También ONGs, organizaciones sociales y ciudadanos de a pie, que han puesto en marcha una campaña de recogida de firmas para exigir el estatuto de refugiado político para el joven de Aaiun. CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) se ha hecho cargo del aspecto jurídico del caso, además de denunciar abiertamente la actitud del Gobierno español ante la cuestión. Javier Canivell, abogado de la CEAR-Euskadi, no ha dudado en afirmar que Aalia cumple todos los requisitos para disfrutar del derecho de asilo y que, con su negativa, el Estado español «incumple los compromisos firmados a nivel internacional en defensa de los derechos humanos». Este sábado, una manifestación ha recorrido las calles de Bilbo en apoyo de Hassanna.

En el ámbito institucional, el Parlamento de Gasteiz ha pedido al Ministerio del Interior español que revise la denegación de asilo, al aprobar por unanimidad el Intergrupo del Sahara el texto presentado de manera urgente por EH Bildu. En el mismo se indica que de no concedérsele el asilo «su vida estaría en peligro, ya que debería afrontar en Marruecos una pena de cadena perpetua por su activismo pacífico en favor de los derechos del pueblo saharaui». El Parlamento coincide con Amnistía Internacional y Human Rights Watch en que el proceso judidicial contra Hassanna y los demás condenados «no cumplía las garantías mínimas para considerarlo un juicio justo, dado que en él mediaron acusaciones falsas y declaraciones bajo tortura».