Guzmán Ruiz Garro
Analista económico
GAURKOA

La génesis y el cambio de Podemos

De inicio, habría que convenir que aunque la imagen del líder de Podemos se fragua en los grandes medios de comunicación, se da la paradoja de que la formación morada que convulsionó el mapa político vasco en las elecciones del pasado 20 de diciembre, para muchos de sus votantes, es una auténtica incógnita. Casi ninguna de las personas con las que me relaciono y que ha votado a Podemos sabe más de un nombre de su actual dirección, ni tampoco de la anterior dimitida en vísperas del evento electoral. Eso sí reconocen al partido como el heredero del 15M, y pese a su empeño en destacar su transversalidad ideológica, les hermanan con la izquierda.

El vocablo cambio, parte de su éxito en el encantamiento general, aparece tanto en su programa que ni el mismísimo Heráclito cuyo pensamiento gira en torno a esa palabra, le hubiese dado ese rango. Se dice que todos pensamos en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo. A tenor de la evolución de Podemos, hay que reconocer que no es su caso.

No tengo ni idea de si Pablo Iglesias ejerce un liderazgo Laissez-faire (dejar a sus miembros de equipo trabajar por su cuenta), pero cuando una organización depende en demasía de un guía carismático, ésta se colapsará el día que flaquee o se aparte.

Iglesias, desde noviembre de 2010, cuando comenzó a presentar su propia tertulia, “La Tuerka”, en Tele K primero, y en Canal 33, lleva un amplio recorrido en este medio. Saltó a las tertulias de “El Gato al Agua” en Intereconomía a finales de abril de 2013. Tras unas exiguas apariciones en 13TV y en el Canal 24 Horas de TVE, aterrizó en las cenáculos de La Sexta y Cuatro. Se asomó también por la web del diario “Público” y en Hispan TV.

La exposición de la imagen de Iglesias hizo que el dirigente de Podemos fuera el candidato más valorado en una encuesta de “El País”. Partido y dirigente emergen tan emparejados que el equipo de campaña de la formación, en las europeas, decidió incluir la cara de Iglesias en las papeletas electorales para reforzar la marca de Podemos con el conocido rostro de su líder.

La influencia del populismo de izquierdas de Laclau y Mouffe (postmarxistas) en el núcleo impulsor de Podemos resultó evidente. Digamos que Laclau, antes de evolucionar hacia el postmarxismo, militó en el marxismo nacionalista argentino desde los años 60. De la necesaria adaptación de la izquierda a los nuevos movimientos sociales surgidos tras 1968 (feminismo, ecologismo, liberación gay y lesbiana, antimilitarismo, etc.) surge este nuevo corpus ideológico. El papel de vanguardia atribuido a la clase obrera en la transformación revolucionaria de la sociedad es refutado.

Retomando las raíces de Podemos, de cara a las elecciones europeas de 2014 presentaron una candidatura en la que fundamentalmente están ellos y un partido post trotskista que se llama Izquierda Anticapitalista; se decía que uno ponía la base territorial y el otro la representación mediática. Capitalizan gran parte del descontento y la frustración de la sociedad con las medidas de austeridad que se tomaron a partir del año 2010 y obtienen un resultado mucho más amplio de lo que esperaban, cinco eurodiputados. Esto lanza al partido a la primera plana de la actualidad y empiezan a tener acceso casi total a los medios de comunicación de masas. Las encuestas los colocan como segundo partido con un 30% de los votos y se va moldeando su ideología. Podemos realiza su Congreso fundacional en Vista Alegre y allí adoptan líneas organizativas jerárquicas y presidencialistas.

Citando a Laclau, diremos que el populismo es, por definición, un ejercicio de unión de multitud de elementos heterogéneos. Mouffle también resaltaba que la cadena equivalencial de demandas que darán lugar al sujeto político debe agrupar a diferentes clases y sectores sociales. En este razonamiento se apoyan gran parte de los análisis de los morados, pero su ambigüedad intencionada exagera la búsqueda del mayor número posible de sectores sociales en diverso grado de conflicto, sabiendo que es imposible compatibilizar los intereses de los participantes en el 15-M que gritaban «nuestra solución es mandar a los banqueros a prisión» con los «empresarios honestos» que el secretario general de Podemos Madrid nombraba en alusión a la familia Botín.

Existe un Podemos solo para ganar? Si atendemos a lo dicho recientemente por el Sr. Monedero en las páginas del diario conservador “El Correo”, me inclinaría por el sí. Reconoce que una buena parte de la agenda social de Podemos se asemeja a la de EH Bildu, pero no quiere ninguna relación con la coalición porque le resulta más útil electoralmente ir por su cuenta y capitalizar los votos de los que están a favor del derecho a decidir; matiza: sin tener ninguna simpatía con la violencia. Si leemos al exsecretario Sr. Uriarte, razonando su descuelgue de la propuesta de listas unitarias requerida desde el ámbito universitario a EH Bildu, Ezker Anitza, Equo, Podemos e Irabazi, porque solos su «caladero de votos» ha aumentado, acordaríamos que no le interesan mucho los debates en espacios dinámicos y activos de base donde se produce una clarificación política y programática.

A pesar de que la formación morada, en Hego Euskal Herria, no ha aportado medidas novedosas para solucionar el desempleo, mejorar el modelo de enseñanza, plantearse una reindustrialización sostenible, ampliar las coberturas sociales o cualquier otra reivindicación contenida en los programas progresistas, sí ha conseguido ilusionar a muchas personas aburridas de los eslóganes y del hastío que provoca el dirigismo burocrático y poco imaginativo.

Mientras el escenario sea propicio para la indefinición, hasta que el sistema no le apriete las tuercas por su referéndum vinculante, es posible que les valga esta indeterminación para sumar votos, pero el problema es que ganar unos sufragios no es ninguna garantía de que habrá cambio y de que este sea en beneficio de la «mayoría social despojada». Podemos camina por un laberinto con un programa económico socialdemócrata y muchos virajes ideológicos para seguir engatusando a diestra y siniestra. Por mí, salvo que acaben adhiriéndose a los pilares básicos del sistema para que nada mute, que les vaya bien. La transmigración podemista (que todos acaben en Podemos), como planteamiento táctico-estratégico, ya no les va a dar mucho más rédito. La otra izquierda, incluida la local, tendrá que mudar de rojo su plumaje para que se le vea de lejos o quedará desplumada. Se echa en falta un discurso económico-social claro y contundente; las generalidades, aburren. En este país hay, al menos, dos sindicatos que promueven iniciativas muy interesantes en este espacio. Desposeídos de prepotencias, convendría arrimarse. Ya lo dijo Heráclito: «El ‘cambio’ es lo único estable, es lo único que no cambia». Cuando va mal, pro domo sua, cambia.