Alberto PRADILLA
DESFILE MILITAR ESPAñOL DEL 12 DE OCTUBRE

La Legión en ambiente dominguero

Decenas de «Capitanes España» con la rojigualda haciendo de capa como asistentes a un desfile militar en el que, nuevamente, la Legión fue la más aplaudida. así se vive en Madrid el 12 de octubre, fiesta española que recuerda la conquista y la que, según la prensa de Madrid, acudieron todos salvo «los nacionalistas».

Es tradición que los legionarios sean los más aplaudidos en eventos como el desfile militar del 12 de octubre, anteriormente conocido como «Día de la Raza» y hoy «Día de la Hispanidad», a secas. Ayer en Madrid, en el trayecto entre Neptuno y la plaza de Colón, el cuerpo fundado por Millán Astray volvía a ser el único que levantaba un poco los ánimos en un ambiente más bien dominguero. Puestos a escoger tópicos, todos se quedan con los dichosos 90 pasos por minuto, que siempre quedan mejor a cámara que recordar que el inspirador de los tercios fue un golpista que dejó el «¡Viva la muerte!» como frase lapidaria. Su otro elemento más característico, la cabra, el único que está ahí en contra de su voluntad, se estrenaba marcando el paso. Casualidades del destino, la Legión había bautizado como «Pablo» al pobre animal. No es cosa de ser malpensados. Seguro que nada tiene que ver con la ausencia de Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, de los actos castrenses y el posterior ágape en el que Felipe de Borbón se rodeó del «establishment» tras el rito de homenajear a los «caídos por España». Tampoco acudieron el lehendakari, Iñigo Urkullu, la presidenta de Nafarroa, Uxue Barkos, ni el president catalán, Artur Mas. De estos, solo el último era mentado de vez en cuando por los presentes.

La comprobación empírica permite afirmar que existe más fervor español en una celebración de «La Roja» que en el día de la «españolidad». Es decir, al margen de los 3.500 militares y del origen colonial de la celebración, los fastos son más del «nacionalismo banal» que describe Michael Billing que de la exaltación ultra que recorrió las calles de Barcelona como si de una reconquista se tratase. El ambiente de vermú y rastro tampoco era obstáculo para que decenas de «capitanes España» se concentrasen, rojigualda ondeando al viento en forma de capa, para seguir la parada. «Celebramos la unión de España, es algo muy grande», aseguraba Guadalupe Carrasco, una mujer que se había subido a un bordillo y aún así no veía nada. Eso sí, aplaudía como la que más al paso de los gorros militares más elevados. Los únicos que asoman entre las tres o cuatro hileras de madrugadores que habían cogido sitio antes del izado de bandera.

«Destruir España»

Hace bien poco, cuando José Luis Rodríguez Zapatero presidía el Gobierno español, el 12 de Octubre era el día en el que la caverna aprovechaba para echarle en cara agravios pasados, presentes y futuros. Ayer, aunque se veía alguna banderita de Vox, había más comunión. Aunque siempre hay exaltados. Mientras que este periodista charlaba con Antonio, un hombre que reivindicaba los «lazos con América Latina» y negaba la independencia de Catalunya por considerarla «una chorrada ante un mundo global», entraba en escena un tercer hombre. Nada que ver con el clásico del cine negro dirigida por Carol Reed en 1949. Si acaso, una versión algo achacosa de Torrente. «El ‘coletas’ y compañía quieren destrozar España», bramaba. «Se está equivocando», trataba de mediar el interlocutor.

«Cuando las izquierdas han gobernado solo han conseguido la destrucción de España. Y lo dice alguien que estuvo a punto de dar clases a Felipe González», seguía el hombre, que apelaba a sus 82 años como razón de peso y establecía su propia «teoría de los seis grados de separación»: como él pudo llegar en algún momento a enseñar a González, sabe perfectamente todo sobre un expresidente que, a día de hoy, es posible que comparta muchos de sus principios. Ante la imposibilidad de entrar en razón, el entrevistado original, que se confesaba votante de Podemos, se marchó, y el espontáneo se quedó solo y culpándole de graves «insultos a España».

En su spot propagandístico, el Gobierno que dirige Mariano Rajoy había bautizado la jornada como «el día de todos». Incluso de aquellos que no quieren ser incluidos en la primera persona del plural que se insiste en conjugar desde Madrid. A algunos de los asistentes al desfile, sin embargo, las referencias al soberanismo y sus ausencias le sonaban más a extravagancia que a problema político. «Es una falta de respeto institucional, ya que las comunidades autónomas forman parte de la Administración General del Estado», afirmaba Raúl García, con su capa rojigualda en la que podía leerse «España taurina». «Siempre tienen que dar la nota, cuando todos somos españoles», añadía su acompañante, que instaba a Barkos, Urkullu y Mas a «estudiar la historia común». Entre innumerables banderas rojigualdas quedó claro que, como coincidieron todos los medios españoles, «solo faltaron los nacionalistas».