Beñat ZALDUA
DONOSTIA
Elkarrizketa
JOSU JUARISTI
DIPUTADO DE EH BILDU EN EL PARLAMENTO EUROPEO

«Para aprovechar la ventana abierta en Europa tenemos que funcionar como país»

Con el auge de la extrema derecha como amenaza y la lucha por las soberanías de pueblos y ciudadanos como esperanza, el proyecto europeo vive horas intensas. En este contexto, la izquierda europea inicia hoy en Donostia una cumbre de dos días.

Exdirector de este diario y diputado de EH Bildu en el Parlamento Europeo desde 2014, Josu Juaristi (Azkoitia, 1964) ríe cuando se le pregunta si en tres años ha conseguido averiguar para qué sirve el Parlamento Europeo. Pero enseguida reivindica que sí, que claro que sirve: «Es un espacio de lucha que si no lo ocupamos nosotros lo ocuparán otros que intentarán hablar en nuestro nombre».

No son buenos tiempos para la lírica europea. En el Estado francés fue un alivio que no ganase Le Pen, pero ya hay quien apunta que Macron trae bajo el brazo las mismas recetas que han alimentado el crecimiento de la extrema derecha. ¿Cree que es así?

Se ha evitado un riesgo enorme, que era ver al Frente Nacional en la presidencia. En ese sentido, hay que decir que mucho mejor Macron que Le Pen. Otra cosa es que vaya a ser la salvación de la Unión Europea. Eso no va a suceder. Quienes lo defienden en esos términos, lo que simplemente quieren es que maquille ciertas políticas, se entienda bien con Alemania y no cambie gran cosa. Conjurar el peligro de la llegada de Le Pen es muy importante, pero no significa que va a haber un cambio de rumbo en la Unión Europea.

Parece que la propia UE es consciente de la necesidad de cambiar. Recientemente la Comisión presentó a bombo y platillo el Pilar Social. ¿Qué hay tras ello?

Es el último «servicio», entre comillas, que Juncker quiere hacer a la Comisión, pero no responde a las necesidades que tienen la Unión Europea y los territorios que engloba. Los gobiernos que actualmente están en los estados miembros no van a ser los que transformen la Unión Europea a mejor. El pilar social es clave y fundamental, pero no se construirá con las políticas de Juncker o las que se prevé que defenderá Macron. La transformación debe ser mucho más importante. Otra cosa es si es posible reformar el actual modelo desde dentro o no.

En este sentido, ¿hay cambio real posible sin tocar los fundamentos del euro y del pacto de estabilidad?

No, para nada. Pero creo que el problema es más de fondo. Es que con estos gobiernos no se puede. Y nosotros tenemos un problema añadido, que es que no somos ni tan siquiera un Estado que pueda incidir de algún modo en ese desarrollo de la integración europea. Por eso necesitamos, entre otras muchas cosas, contar con un Estado propio.

¿Syriza podía haber hecho algo más en Grecia? ¿Se la ha dejado abandonada?

La llegada de Syriza fue muy importante, pero hay que tener en cuenta que Grecia estaba en una situación de crisis humanitaria. Estuve allí y no es una exageración. A eso hay que sumar que el Gobierno griego está absolutamente solo y aislado en el Consejo de Ministros de la UE. Hubo una gran solidaridad desde la izquierda, pero lo que necesita cualquier gobierno de izquierda es contar con apoyos en el Consejo, que es donde se deciden las cosas. Es evidente que nosotros queremos transformar Europa, pero para eso tenemos que transformar primero nuestros países.

¿Qué opinión le merecen esfuerzos como los de Diem25 o PlanB de articular una izquierda a nivel europeo?

Abren debates fundamentales. En cada lugar tenemos nuestras propias particularidades y características, pero creo sinceramente que necesitamos una izquierda fuerte en Europa, que trabaje de forma conjunta, comparta experiencias y transforme realidades.

La semana entrante organizan una cumbre de la izquierda europea en Donostia. ¿Con qué objetivos?

Europa está en una encrucijada. Se está imponiendo un modelo de sociedad que nos preocupa muchísimo y se están perdiendo los valores que la Unión Europea alguna vez pudo tener. En este contexto, la izquierda europea va a celebrar una cumbre en Euskal Herria. Es la primera vez que viene un grupo tan importante de diputados y diputadas, a los que hay que sumar expertos y movimientos sociales de Euskal Herria y de otras partes. Hay que poner encima de la mesa las alternativas que la izquierda propone para una Europa que luche por todos los derechos para todas las personas, que trabaje por y para la ciudadanía y que recupere los valores de cohesión y de solidaridad que los estados miembros están perdiendo.

La prueba de esa pérdida es, probablemente, la gestión de la llegada de refugiados y migrantes a territorio europeo. Ha viajado y seguido de cerca las diversas rutas migratorias. ¿Qué ha visto?

Después de estar dos veces en Lampedusa y Sicilia, en Lesbos y en Atenas otras dos, en toda la ruta de los Balcanes, en Sudán, en los campos de Jordania, en Turquía o en Calais, si algo he visto es el drama de la respuesta de los estados miembros de la UE. Es absolutamente indignante. Hablar de cuántos refugiados puede acoger cada país, además de mentiroso, es indignante, porque no refleja la dimensión real de lo que está sucediendo, ni retrata la política internacional de los estados de la UE, ni pone encima de la mesa lo que significa el acuerdo con Turquía. Les pagamos porque no queremos ver lo que está pasando fuera de aquí, no queremos ver cómo están esas personas refugiadas en Turquía, Jordania o Líbano, como tampoco queremos ver qué pasa en África, en Sudán, en Eritrea o en el infierno libio. Y especialmente, no se está dando noticia de la dimensión de lo que está ocurriendo en el Mediterráneo. Es una masacre.

En este sentido, quiero reconocer el trabajo hecho desde la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak, que creo que hay que profundizar para ampliar la fotografía de las 20.000 personas que estuvimos en Gernika. También como pueblo tenemos que demostrar que tenemos un alma que la mayoría de los estados miembros de la Unión Europea están perdiendo.

Tampoco el Brexit, que tuvo a la derecha como principal padrino, ha supuesto una gran noticia para la UE desde la óptica de izquierda. Sin embargo, tiene sendas derivadas interesantes en Irlanda y en Escocia. ¿Qué ventanas cree que se abren ahí?

Su impacto en Irlanda y en Escocia es enorme. Sobre todo en el primero, porque el pleno desarrollo del Acuerdo de Viernes Santo está sobre la mesa y porque no hay frontera blanda o dura, hay frontera o no hay. Y en Irlanda, igual que en Euskal Herria, no la necesitan para nada. También en Escocia tienen la oportunidad de aprovechar este momento en beneficio de los intereses de la ciudadanía.

Un poco más cerca, el caso de Catalunya está al rojo vivo. ¿Hasta dónde llegan el mensaje catalán y su demanda democrática en Bruselas?

Yo destacaría dos cosas. Uno: el Estado español funciona cada vez más como un lobby, se ve cada vez que los catalanes intentan hacer algo como país, cuando va Arnaldo Otegi a Bruselas o cuando nosotros ponemos ciertas cosas encima de la mesa. Y dos: esa presión a veces es eficaz. En la conferencia de Puigdemont, Junqueras y Romeva en el Parlamento Europeo pudo haber más diputados y diputadas de otros grupos, pero también es verdad que la fotografía de esa reunión, con la segunda sala del Parlamento a rebosar, fue impactante.

¿Se puede decir, por tanto, que Bruselas toma nota y aguarda acontecimientos?

Bruselas es muy consciente de que dentro de la Unión Europea hay dos modos de encarar situaciones como esta: el modo de Cameron con Escocia, y el modelo de Rajoy con Catalunya o Euskal Herria. Esa realidad es perfectamente conocida en Europa y sorprende a mucha gente en el Parlamento, no solo a personas de la izquierda.

El Sinn Féin en Irlanda con la reunificación en el punto de mira, el SNP en Escocia hacia el segundo referéndum, y Catalunya hacia un plebiscito desobediente... ¿No nos estamos perdiendo un tren?

Hay una ventana abierta también para nosotros y tenemos que saber aprovecharla. Pero para eso tenemos que funcionar mucho más como país, no solo aquí, sino también en Europa y en el mundo. Tenemos que ir haciendo nación en todos los ámbitos, desde abajo hasta arriba. Hay una ventana abierta y el hecho de que Escocia, Irlanda y Catalunya estén dispuestos a cruzarla nos tiene que llevar a nosotros a repensar la manera de aprovecharla. El momentum existe.

¿Existe un trabajo en común o, al menos, una relación fluida con el resto de eurodiputados vascos en Bruselas?

Existe una relación muy fluida con diputados y diputadas europeas de otras naciones sin Estado, y existe una relación fluida con diputadas y diputados vascos en determinados ámbitos. Yo personalmente he intentado más de una vez ampliar esos ámbitos, para presentarnos en elementos clave como país, como Euskal Herria, ya sea ante el Parlamento Europeo o ante la Comisión. Los catalanes y los escoceses lo hacen, por ejemplo. Nosotros deberíamos trabajar mucho más en ese aspecto, al menos las fuerzas que tenemos a Euskal Herria en la cabeza y en el corazón.

Euskal Herria tiene todavía otra agenda pendiente, que es la resolución de las consecuencias del conflicto armado, donde Europa juega su papel. ¿La presión para que España aplique la directiva europea y descuente las condenas cumplidas en otros países puede dar sus frutos?

Tanto nosotros como el PNV estamos planteando preguntas a la Comisión para abordar estas situaciones de vulneración de derechos, para que Bruselas pueda estirar de las orejas al Estado español. Recientemente organizamos por ejemplo unas jornadas jurídicas en torno a esa cuestión con Iñigo Iruin e Iker Urbina, y ahí estuvo la persona que se encarga de este dossier dentro de la Comisión. Ese dossier está abierto y tienen toda la información necesaria para actuar. Nosotros creemos que tienen motivos de sobra.

Y la jornada de desarme del 8 de abril en Baiona, ¿ha tenido su impacto? ¿Se ha hablado ni que sea en los pasillos?

Hemos percibido un interés notable en los numerosos contactos que hemos mantenido con parlamentarios europeos, que mostraban su sorpresa ante la actitud del Estado español y, al mismo tiempo, reconocían un trabajo bien hecho en el que la sociedad civil ha tenido el protagonismo hasta el punto de constituirse en suceso novedoso en términos de resolución de conflictos. El desarme ha sido recibido con satisfacción y agrado, es algo que va calando, poco a poco se va creando una corriente de opinión favorable al proceso de paz que se combina con una incredulidad manifiesta y creciente ante la actitud de bloqueo del Estado español. También ha sido recibida por fin como una buena noticia la actuación del Estado francés.