Beñat ZALDUA
1-0-2017: REBELIÓN DEMOCRÁTICA EN CATALUNYA

Catalunya burla el veto de Madrid y el Govern apunta a la declaración independencia

Será un día que durará años. Quién sabe si Ovidi Montllor cantaba este verso pensando en un día como el de ayer. Sea como sea, escogerlo como uno de los lemas de la campaña del 1-O fue un gran acierto. Nada será lo mismo en Catalunya después de la jornada de ayer, tanto por lo que ocurrió como por los escenarios que abre en el futuro más inmediato. Agárrense porque esta semana viene con curvas en Catalunya. Pero vayamos por partes.

Fue un referéndum. Uno de los más extraños y difíciles realizados jamás, sin duda alguna, pero referéndum al fin y al cabo. La mayor parte de las mesas pudo ser constituida y la mayor parte de quienes quisieron votar pudieron hacerlo. Y quien intento hacerlo dos veces para poner a prueba el sistema, no pudo hacerlo. La gente defendió con sus cuerpos, literalmente, los colegios electorales y, al final de la jornada, restando los votos de las 400 mesas que no pudieron contarse, participaron un total de 2.262.424 personas. Sin embargo, no sabemos qué porcentaje del censo supone, ya que el Govern explicó ayer que al censo original de 5,3 millones de personas hay que restar las 750.000 llamadas a votar en las escuelas cerradas. Los resultados exactos se conocerán hoy.

El Estado ha fracasado. Durante dos semanas buscó las urnas como poseso, y ayer prácticamente todas las urnas aparecieron en su correspondiente mesa electoral. En este tiempo ha detenido a altos cargos, ha amenazado a más de 700 alcaldes, y ha intervenido las finanzas catalanas. Y solo es un resumen. El viernes anunció que había desmantelado la logística electrónica del 1-O y, pese a las dificultades, el sistema funcionó. Ayer entró en tromba cargando con todo en colegios electorales y, sin embargo, la gente votó. Dos secuencias paralelas sirven de resumen: mientras la Guardia Civil realizaba una escabechina en el colegio en el que debía votar el president, Carles Puigdemont, este votaba a unos pocos kilómetros.

El muro se quiebra. El mayor obstáculo en el camino de la unilateralidad es el reconocimiento internacional. Ayer no llegó, evidentemente, pero el monolítico muro europeo empieza a tener sus grietas. El primer ministro belga, Charles Michel, denunció la violencia del Estado y en Londres, el ministro de Exteriores, Boris Johnson, expresó su preocupación, mientras que el líder laborista, Jeremy Corbin, instó al Gobierno británico a intervenir. En Alemania, según el “Die Welt”, la recién elegida Angela Merkel llamó a Mariano Rajoy tras enterarse que de los centenares de heridos.

Semana de alto voltaje. El capital político acumulado por el soberanismo catalán, en su expresión más amplia, es incalculable. Lograron hacer el referéndum y el Estado les regaló las increíbles imágenes de policías abriendo cabezas para llevarse urnas. La persecución explícita de un acto democrático no cotiza al alza en Europa. El soberanismo catalán tiene ahora el reto de saber emplear a su favor este capital. Lo veremos en los próximos días. De momento, mañana los sindicatos –también CCOO y UGT– llaman a parar el país. Y ayer Puigdemont apunto a la Declaración de Independencia para el miércoles. Y cuesta creer que el Estado no vaya a hacer nada.