Nerea GOTI

HAY UNA FORMA DE SABER CÓMO FUNCIONA LA ATENCIÓN EN CLASE

Nesplora Aula School llega a clase con gafas y auriculares para situar a los alumnos en ejercicios de realidad virtual que permiten saber cómo funciona su atención y definir estrategias adaptadas a cada caso, también para prevenir dificultades y poder actuar.

Saber cómo funciona la atención de un niño o una niña en clase es en si mismo un puntazo para los propios escolares, para sus familias y para los profesionales de la educación. Significa tener información sobre qué calidad tiene esa atención, qué pasa con cada alumno y alumna y, en la medida que se conoce qué ocurre, se puede también actuar con mayor efectividad. Esa información es la que aporta Nesplora Aula School, un sistema de evaluación de la atención pensado para su aplicación en las aulas, que ya está siendo experimentado, por ejemplo, en Axular Lizeoa.

El método no es nuevo. La herramienta se ha aplicado ya para evaluar la atención de 35.000 niños en el mundo, 1.500 de ellos en el Estado español. Es obra de Nesplora, una compañía que desarrolla herramientas de evaluación neurosicológica a través de nuevas tecnologías. Su fundadora es la neurosicóloga Gema Ciment y su trabajo consiste en ahondar en el estado cognitivo de cada persona, una información de gran valor para especialistas como sicólogos, siquiatras, neurólogos y pediatras, porque facilita el diagnóstico y posterior seguimiento de los tratamientos.

De hecho, la herramienta tiene ocho años y es ya conocida en el ámbito clínico. Ahora llega a las aulas, con una propuesta de evaluación que puede llevarse a cabo en unos veinte minutos a través de diferentes tareas. El proceso se realiza con unas gafas de realidad virtual y puede aplicarse en todos los cursos de primaria y secundaria, desde los 6 hasta los 16 años.

«Se trata de un test que se realiza en un entorno virtual, mostrado a través de unas gafas de realidad virtual dotadas de sensores de movimiento y auriculares», explica la firma Nesplora. Para entender mejor cómo funciona, recurrimos a Maite Redondo, sicóloga del Departamento de I+D de la empresa. Explica a GARA que a través de esas gafas, el alumno se sitúa en una aula virtual en la que se está dando una determinada explicación. Lógicamente, las pruebas están adaptadas a las diferentes edades y comienzan con una primera parte para que puedan habituarse al entorno virtual.

A este primer contacto le siguen varias tareas que los alumnos realizan siguiendo instrucciones que reciben por los auriculares y que realizan accionando un pulsador. Explotar globos, accionar el botón cada vez que no parezca una manzana o hacerlo cuando escuchen la palabra siete o aparezca el número siete son algunos de los ejercicios que se realizan, tal y como plantea Redondo a modo de ejemplo.

Con estos ejercicios se registra «el número de aciertos y errores, el tiempo de respuesta, la desviación del tiempo de respuesta, si ese tiempo es constante o a veces es muy rápido y otras veces muy lento y la actividad motora», señala. Según indica, los datos que aportan las pruebas permiten «ver cómo procesa el niño la información, qué tipo de información procesa mejor, la rapidez de respuesta… ya que durante el ejercicio aparecen elementos distractores, como un niño que tira una bola de papel… y eso nos permite ver cómo varía la ejecución cuando están ausentes».

Sobre los aspectos que mide esta evaluación, Redondo cita además de la atención sostenida, el rendimiento en ausencia y presencia de distractores o la actividad motora, la calidad del foco atencional, la ejecución en tareas estimulantes y monótonas y algo muy propio de la infancia, la impulsividad.

Orientaciones adaptadas

«La impulsividad se valora en cada caso comparada con su grupo de referencia, porque no es la misma con una u otra edad. Es más habitual que un niño de seis años cometa más errores relacionados con la impulsividad, pero si se corresponde a lo habitual a su edad, no se considera una dificultad sino lo que cabría esperar y esto se aplica a otros aspectos», concreta Redondo. Aclara al respecto, que el objetivo de Nesplora Aula School es dar orientaciones adaptadas a cómo es cada niño.

«Si un niño tiene un movimiento más alto de lo que cabría esperar para su edad, lo que se recomiendan son estrategias que durante el estudio le permitan descargar esa necesidad de movimiento, a través de cosas sencillas como tener una pizarra y que pueda estudiar de pie, o permitirle movimientos funcionales –si está en clase que sea quien sale del aula a recoger algo a la sala de profesores, a avisar al conserje…– se trata de darles una función que les dé una vía de descarga y facilite el proceso de aprendizaje en lugar de mantenerles largo tiempo sentados pensando ‘me quiero mover’».

«Las estrategias que se aportan son orientaciones sicopedagógicas básicas que tienen en cuenta cómo se procesa la información. Si alguien procesa mejor los estímulos visuales, las estrategias estarán orientadas a ese canal sensorial: resumir material didáctico con estrategias como mapas conceptuales, tablas, dibujos… Si se refleja mucho movimiento durante la prueba, las estrategias estarán orientadas a canalizar ese movimiento durante el estudio, por ejemplo permitiéndole que se mueva, que se levante, que pasee, enseñándole a levantarse en los momentos más adecuados…».

Nesplora lleva meses trabajando con Axular Lizeoa, centro con el que han venido desarrollando el proyecto, y con el que han trabajado también en que la información que aporta Aula sea de utilidad para cualquier niño pasada la prueba, adaptando el informe para que sea entendible para profesorado y familias, a diferencia del informe preparado para el caso clínico.