Alberto PRADILLA MADRID
INFORME DEL GRUPO DE TRABAJO SOBRE DESAPARICIONES FORZADAS

La ONU critica que Madrid reconozca menos derechos a víctimas de Franco

La Ley de Atención Integral a las Víctimas del Terrorismo provee «más derechos» que la normativa de Memoria Histórica, lo que establece «distintas categorías entre víctimas». Esta es una de las conclusiones del informe del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Desapariciones Forzosas o Involuntarias, que censura la desidia del Estado hacia los damnificados por el franquismo y le da 90 días para tomar medidas.

Existen diferentes normativas que establecen distinciones entre colectivos de víctimas y dejan en segundo plano a los damnificados por el franquismo respecto a los afectados por la violencia de ETA u otras organizaciones armadas. Esta es una de las conclusiones del informe del Grupo de Trabajo de la ONU sobre desapariciones forzosas o involuntarias hecho público este martes y que se presentará en Ginebra dentro de dos meses.

En concreto, los integrantes de la delegación, Jasminka Dzumhur y Ariel Dulitzky, que visitaron el Estado español en setiembre de 2013, realizan una comparativa entre la ley 52/2007, conocida como Ley de Memoria Histórica y la que regula el «reconocimiento y protección integral de las víctimas del terrorismo». Esta segunda norma «provee más derechos a las víctimas que la Ley de Memoria Histórica, creándose así distintas categorías entre víctimas», según el análisis de los funcionarios de la ONU.

«El informe pone de manifiesto que existen víctimas de primera y de segunda», constata Iratxe Urizar, miembro de Egiari Zor, una de las agrupaciones que pudieron reunirse con el grupo de trabajo durante su estancia en Gasteiz, el pasado 27 de setiembre. El texto, además, detecta incluso un «trato diferente de las víctimas dependiedo del lugar de la fosa», ya que el apoyo institucional está condicionado al «partido político gobernante en cada lugar». Pone como ejemplo la implicación del Gobierno andaluz en las exhumaciones, lamentando que, en otros casos, «las administraciones han permanecido completamente ajenas al proceso».

Buena parte del documento se centra en denunciar la pasividad del Estado a la hora de conocer la verdad y el paradero de las personas desaparecidas tras el alzamiento fascista de 1936 y durante el régimen franquista. De hecho, da 90 días al Gobierno del PP para que presente un cronograma con las medidas a implementar para garantizar los derechos de las víctimas. Advierte sobre la «falta de sufientes vínculos y comunicación» entre las asociaciones de familiares y las autoridades españolas, así como los escasos fondos. «Los grupos de víctimas no han sido debidademante consultados ni tenidos suficientemente en cuenta en el proceso adopción de medidas, lo que resultó en que las mismas hayan sido insuficientes y, en muchos casos, ineficaces», advierten los expertos, que recuerdan que la búsqueda de los desaparecidos «no puede depender» de los familiares sino que es una «obligación» que compete al Estado.

La «ausencia o nula participación» de Madrid en el proceso para determinar la identidad y el paradero de los desaparecidos es una de las razones que explica su «limitado éxito». Además, la ONU cuestiona la «carencia de un procedimiento claro, detallado y específico» en relación con las exhumaciones o la falta de una «base de datos genéticos» de los familiares. También critica normas vigentes como la Ley de Amnistía de 1977, recordando que las desapariciones forzosas son «crimen de lesa humanidad» y «no prescriben».

Pese a que la mayor parte del informe se centra en el franquismo, la ONU también hace una referencia a las desapariciones forzosas perpetradas en el ámbito de la «guerra sucia contra ETA». Los expertos se refieren a «casos aislados» que «habrían ocurrido en los años 70 y 80 en el contexto de la lucha antiterrorista».

En este sentido, la ONU «destaca y reconoce que, a diferencia de otros países, España respondió a la violencia terrorista sin utilizar de manera sistemática la desaparición forzada». Se trata de la única referencia de todo el informe al período posterior a la aprobación de la Constitución española de 1978. Recientemente, este grupo aceptó la queja interpuesta por los familiares de José Miguel Etxeberria, Naparra, y pidió explicaciones sobre a Madrid y París sobre qué ocurrió con el refugiado vasco.

Tras la publicación del informe, este será presentado en setiembre. Será entonces cuando se puedan escuchar también las explicaciones de Madrid ante una nueva evidencia de la desidia hacia las víctimas de Franco.

Tres meses para un plan

El grupo de trabajo de la ONU da al Gobierno español un plazo de 90 días para adoptar medidas sobre los desaparecidos durante el franquismo. Entre ellas se encuentra la puesta en marcha de un plan estatal de búsqueda que debería recibir apoyo «institucional y financiero». Frente a esta demanda, lo que el Gobierno de Mariano Rajoy ha hecho en los dos últimos años es cortar el grifo de la financiación, eliminando las subvenciones para las exhumaciones. Algo que, a juicio del Ejecutivo, no ha afectado a la búsqueda e identificación.

Los expertos de la ONU también hacen referencia a los procesos judiciales. De este modo, al tiempo que instan a los magistrados a «investigar de oficio» las desapariciones y eliminar «obstáculos» como la Ley de Amnistía, demandan a las autoridades españolas que colaboren con el proceso abierto en Argentina por la juez María Servini.

Sobre los símbolos, recomiendan proporcionar los fondos que permitan la retirada de los vestigios franquistas. En especial, reclaman que se pongan en marcha las recomendaciones sobre el Valle de los Caídos planteadas por la comisión de expertos en 2011 y que preveían su conversión en un memorial. A. PRADILLA

Nuevo varapalo internacional al régimen de incomunicación

«Derogar los artículos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que establecen el régimen de incomunicación y garantizar a todas las personas privadas de libertad los derechos reconocidos en la declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas (que el Estado español firmó en 2010)» es una de las 43 recomendaciones que se incluyen en la parte final del informe. Con este son innumerables los varapalos de entidades internacionales como la ONU al régimen de detención incomunicada, debido al riesgo de torturas que este implica.

Aunque no se trata del objetivo de la visita, centrada en la «justicia, la verdad, la reparación y la memoria para las víctimas de las desapariciones forzadas», los autores del documento, Jasminka Dzumhur y Ariel Dulitzy han considerado oportuno incluir esta exigencia que ya han secundado, por ejemplo, el Relator Especial de la ONU contra la Tortura o el Comité para la Prevención de la Tortura, que han emitido reiterados informes contra esta práctica.

A la espera de que el Gobierno de Mariano Rajoy formalice su respuesta en la sesión que tendrá lugar en setiembre (y en la que participan los estados y los representantes de los diversos grupos que se reunieron con el grupo de trabajo hace un año), el informe sí que incluye parte de la información ofrecida por el secretario de Estado de Seguridad o el secretario de Estado de Justicia. De hecho, asegura que las autoridades españolas transmitieron que se encontraban trabajando en una «reforma integral de la Ley de Enjuiciamiento Criminal donde se incluirían modificaciones al régimen de incomunicación». Un argumento que el Estado español ha utilizado durante la última década ante los requerimientos de instancias internacionales pero que nunca se ha concretado en la derogación de la detención incomunicada.

No obstante, los representantes del Ejecutivo español defendieron esta práctica argumentando que «está sometida al control judicial» y que «existe un protocolo adoptado por la Audiencia Nacional para proveer medidas adicionales de garantía». Lo que no explicaron, o al menos no aparece reflejado en el documento, es que pese a ese «control» de los jueces las denuncias por torturas o malos tratos se han reiterado y que ni siquiera todos los magistrados toman esas «medidas adicionales». Un protocolo que, en cualquier caso, tampoco ha sido siempre garantía para evitar los malos tratos en las comisarías.

A. PRADILLA