Asier Vera Santamaría
Jerusalén

Israel: Entre el deseo de un cambio social y la fijación por la «seguridad»

Los israelíes eligen hoy a su nuevo Parlamento del que saldrá un Gobierno de coalición en una de las elecciones más reñidas de los últimos años. En total, 5,8 millones de personas están llamadas a las urnas para decidir si continúan con un Ejecutivo liderado por Benjamín Netanyahu, obsesionado con Irán y la negación del Estado palestino, o si optan por la coalición de centro-izquierda Campo Sionista de Isaac Herzog y Tzipi Livni, que ha centrado su campaña en cuestiones sociales y económicas.

Propaganda electoral en un autobús en el Jerusalén ocupado. (Asier VERA)
Propaganda electoral en un autobús en el Jerusalén ocupado. (Asier VERA)

Entre ellos, hay una amalgama de nueve partidos, que van desde la Lista Árabe Unida hasta el ultraortodoxo Shas pasando por el centrista Kulanu y el nacionalista de derechas Yisrael Beitenu.

Pese a que las encuestas dan como ganadora al Campo Sionista, la última palabra la tienen hoy los votantes, muchos de los cuales acuden con ansias de cambio con independencia de la confesión religiosa que profesan.

Siete de cada diez israelíes son judíos, como Eva Darr, quien aboga por un «cambio general», para que el próximo Gobierno dé «más importancia a la parte social». La macroeconomía está «bien» pero el futuro de las personas es «más inestable» debido al incremento de los precios. Señala que la población desea un cambio de Gobierno, aunque reconoce que hay un «miedo» más o menos generalizado a que no sea de derechas y, por tanto, se relaje la seguridad del país en relación a Hamas o Irán.

Mientras, Alí, un palestino de 27 años y religión musulmana que cada día debe atravesar el ‘Checkpoint’ de Ramallah, en Cisjordania, para ir a trabajar a Jerusalén como recepcionista de un hotel, no esconde su ira hacia Israel. «Quieren echar a los árabes de Jerusalén, dado que todo es muy caro y está pensado para los turistas», censura. Advierte de que «incluso si tu salario es de 4.000 shekels (950 euros) y estás casado, créeme que acabarás en la calle pidiendo dinero a la gente». La situación en Palestina, recuerda, es mucho peor, donde hay «mucha gente pobre que vive en lugares donde no te gustaría poner ni a las cabras u ovejas». Por ello, no duda en acusar al presidente de la ANP, Mahmud Abbas, de ser el «mayor ladrón del mundo», ya que «obtiene ayuda del exterior» pero no se ve reflejada en la población.

Yomara Moreno, de origen mexicano y que forma parte del 2,1% de la población de confesión cristiana, reconoce que Netanyahu «no ha querido escuchar» que el verdadero problema no es Irán, sino la economía. Pese a ello, dice que votar a la oposición sería pasar «de un extremo a otro» y confiesa su voto al asegurar que le gusta tener un primer ministro que se preocupe por la seguridad. Con independencia del resultado de hoy, no es muy optimista en cuanto a una mejora económica y teme que «todo siga igual».

Por su parte, Benjamín Krepostman, que forma parte de los alrededor de 20.000 judíos mesiánicos que viven en Israel, reconoce que preferiría que siguiera Netanyahu, aunque también le gustaría un cambio que «trajese algunas cosas nuevas al país para que sea menos religioso y más abierto económicamente», siempre y cuando no se vea afectada la seguridad. Pese a que admite que Israel sigue siendo un país caro con sueldos muy bajos, «hay cosas peores como el terrorismo o una guerra que pueda provocar una caída del turismo».

Acuerdo con Palestina

En cuanto a Palestina, Eva Darr cree «primordial» garantizar la seguridad del país, así como retomar las negociaciones. «No queremos otra vez tener un enfrentamiento militar y, para eso, hay que llegar a un acuerdo en el que las dos partes estén bien», asegura genérica.

El palestino Ali concreta su odio a Netanyahu y denuncia la discriminación que sufren a manos de los militares israelíes. «Ellos nos odian», lamenta, al tiempo que incide en que «necesitamos un Estado palestino». Pese a que toda su familia es originaria de Jerusalén, critica que él no tiene la nacionalidad israelí, ni pasaporte, por lo que solo puede acceder a un documento de viajes con vigencia de dos años al que le ponen otra nacionalidad como la jordana.   

Yomara Moreno asegura por contra que los palestinos no quieren compartir el territorio, ya que si así fuera, «no habría conflicto». «Esta postura de los palestinos se alienta desde el fundamentalismo y la religión y se transmite entre generaciones, ya que han pasado 60 años desde la creación del Estado de Israel y no lo han podido superar». Por ello, estima que para que haya una solución al conflicto, debe haber una «apertura» por parte de los palestinos, mientras que Israel «debe tener mucho cuidado de no perder lo que ha ganado». En este sentido, asevera que si se constituyera el Estado Palestino, ella no viviría «para nada» en Jerusalén, porque los palestinos «tienen otra cultura y mentalidad».

Más contraria es la postura de Benjamín Krepostman, que aboga por ir entregando a los palestinos los territorios ocupados. «Eso no es algo que se pueda negociar, sino que está escrito, si bien creo que los territorios no deben ser entregados mientras nuestra seguridad no esté garantizada», precisa. Krepostman afirma que la convivencia es el «mejor camino», al tiempo que sostiene que el Estado palestino «ya existe, aunque falta legalizarlo y ahí es donde necesitamos un trabajo bien hecho de las potencias internacionales para que ayuden a los palestinos a vivir alejados del terrorismo». Así, reprueba que el territorio palestino está «plagado de terroristas» y añade que «el día en el que la intervención internacional arregle eso, Israel les ayudará inmediatamente a que tengan un Estado».