Dabid Lazkanoiturburu

Pyongyang y Washington ponen a China ante un incómodo dilema

Con su lanzamiento de un misil sobre el cielo de Japón, Corea del Norte ha tensado hasta casi el límite la cuerda de su estrategia, cuyo objetivo es disuadir a Occidente y blindar la pervivencia de su régimen político.

EEUU, más allá de las bravatas de Trump, mantiene su «apuesta diplomática» mientras sigue haciendo ejercicios militares en las mismísimas barbas de Kim Jong-un.

Paralelamente, logró en agosto que China –y por tanto su hoy subordinada Rusia– aprobara un paquete de sanciones a la exportación cuyo cumplimiento podría horadar la ya autárquica economía norcoreana.

¿Habrá pensado el líder norcoreano que de perdidos al río y que es hora de situar a China ante su dilema? No es descartable, ya que de China, su histórico aliado, depende tanto la efectividad de las sanciones como la aprobación de más castigos o la supervivencia del actual poder en Pyongyang.

No es descartable, pero sí arriesgado, cuando unos y otros fuerzan a China a fijar posición más allá de su tradicional equidistancia (diplomacia tranquila) y cuando a Pekín lo que le preocupa hoy es el contencioso en torno a sus ambiciones en el mar de China Meridional. De cómo resuelva el incómodo dilema dependerá la evolución de la crisis.