«Mucha gente es incapaz de compartir emociones si no es a través de las redes»
Nacido en Göteborg en 1983, estudió cine en Polonia, país en el que actualmente reside y donde ha desarrollado el grueso de su carrera. En 2015 debutó en el largometraje con ‘Después de esto’. Con su segundo filme, ‘Sweat’, se aproxima de manera ambigua al universo de los influencers.

Con su segunda realización, Von Horn ha querido reflexionar sobre la gestión que hacemos de nuestras propias emociones en una época de sobreexposición mediática. Para ello se ha servido de la figura de una exitosa monitora de fitness (interpretada brillantemente por la actriz Magdalena Kolesnik) que atesora una importante legión de followers pero que comienza a sentirse a disgusto dentro del personaje que ella ha creado de sí misma. Huyendo de la visión simplista que condena este tipo de personalidades como narcisistas y superficiales, el cineasta ha querido ir un paso más allá y adentrarse en las contradicciones que arrastran estos perfiles.
¿Por qué se decidió a hacer una película sobre una influencer? ¿Qué le atrae de este tipo de personajes?
Un influencer es alguien que, sin que tú se lo pidas, te abre la puerta para que puedas entrar a conocer su vida privada y eso es algo que me parece muy interesante, ya que satisface nuestro lado más voyerista, aquél que siempre ha guiado nuestra experiencia como lectores o como espectadores de cine, y lo hace de una manera directa, sin filtros. De entrada este tipo de personajes me suscitaban recelo, me parecían personas superficiales, narcisistas, pero fue justamente esa percepción la que me llevó a intentar ponerme en su lugar dejando a un lado los prejuicios que pudiera tener al respecto. Y ahí descubrí una espontaneidad a la hora de compartir su vida que me hizo sentir admiración y al mismo tiempo celos, pues yo carezco de esas habilidades para mostrarme. Sobre ese conflicto fui dando forma al personaje de Sylvia y sobre él nació esta película.
¿Cómo explica el atractivo que suscitan este tipo de perfiles? ¿Diría que estamos cada vez más necesitados de referentes?
Yo creo que a la hora de seguir a uno de estos influencers cada quien puede tener sus motivaciones, pero al final todo se reduce a ese deseo por hurgar en la intimidad de los demás. Es una pulsión que está en cada uno de nosotros, la de conocer otras vidas, la de introducirnos en otros ámbitos, la de descubrir a personas que piensan y sienten lo mismo que nosotros o todo lo contrario. Esos influencers te dan la oportunidad de convertirte en el protagonista de ‘La ventana indiscreta’ sin tener que ocultarte para fisgarles. Luego hay algunos que tienen más seguidores y repercusión que otros, pero eso depende del nivel de sinceridad con el que se comporten. Yo creo que el espectador tiene un olfato especial que le hace diferenciar perfectamente aquellos perfiles que son auténticos frente a aquellos otros que son un fake.
Los influencers te dan la oportunidad de convertirte en el protagonista de ‘La ventana indiscreta’ sin tener que ocultarte para fisgarles
Le preguntaba lo de los referentes porque en la pandemia se ha visto cómo, incapaces de gestionar nuestra propia responsabilidad individual, muchos necesitaban de acudir a otros para que les dijeran cómo comportarse. ¿El éxito de los influencers como líderes de opinión radica ahí?
No sé qué decirte, sinceramente, es un tema que se me escapa. Igual aquí el debate sobre los influencers está más ceñido a ese tipo de cuestiones, pero en Polonia la verdad es que nadie les confiere un valor ejemplar a la hora de ofrecer modelos de comportamiento. Igual en ese sentido lo que ha cambiado es nuestra relación con los ídolos. Antes nuestros ídolos eran cantantes, actores, gente que aparecía en televisión, personajes todos ellos que nos resultaban inaccesibles y a los que, por eso mismo, teníamos aislados en un pedestal. Sin embargo, con los influencers mantenemos la ilusión de que se trata de una especie de colegas que siempre están disponibles, que cada vez que les mandas un mensaje por Instagram o por Facebook te van a contestar, aunque luego no sean ellos los que te respondan y tengan a su propio equipo de comunicación, pero el hecho de verles en su intimidad nos hace sentirles más humanos, más cercanos, personas en las que podemos confiar por mucho que, en el fondo, estemos más ante una marca que ante una persona.
Pero se trataría en todo caso de una conexión emocional. ¿No le resulta inquietante ahondar, ir hacia un mundo donde todos estemos a merced de las emociones?
Depende, no es lo mismo practicar la manipulación emocional para incitar al odio o para justificar una guerra que aquella otra que tiene como fin ser admirado o aceptado por los demás. Dicho lo cual, resulta muy difícil conseguir manipular las emociones de los demás prescindiendo de la verdad que subyace en cada uno de nosotros. Por eso mismo un robot jamás podría escribir un buen guion de cine, porque adolece de humanidad y los personajes que crease no resultarían creíbles para el público. Visto así, hasta para manipular tienes que ser auténtico.

Sylvia, la protagonista de su película, es, en cierto modo, víctima de eso, de sus emociones. Es alguien que se ha consagrado su vida a motivar a los demás ¿pero qué le motiva, qué le alienta a ella? En el fondo se trata de una persona vacía.
Yo creo que justamente ahí radica su complejidad. Al acercarme a un personaje como Sylvia no me apetecía ahondar en la aparente superficialidad que hay en sus acciones, sino en aquello que hay detrás del personaje. En este sentido, Sylvia no es muy distinta a otras personas, todos tenemos tendencia a comportarnos como los demás esperan que lo hagamos, en cada uno de nosotros hay un deseo de ser aceptado, de agradar a quienes nos rodean. La única diferencia es que ella se dedica a vender sus emociones y, en ese sentido, su frustración viene cuando asume que no es sincera consigo misma, que es prisionera del personaje que ha creado de sí misma y que le cuesta comportarse tal cual es ella es en realidad. Pero todo eso no creo que sea algo que defina al influencer, a todos nos cuesta gestionar nuestras emociones estemos, o no, presentes en las redes.
¿Y ese conflicto acaso no viene alimentado por una sociedad donde se nos vende un modelo de felicidad asociado a la autoafirmación individual, donde en lugar de interactuar nos dedicamos a competir?
Puede ser, pero con ‘Sweat’ tampoco quise incidir en aspectos como esos que planteas. Es obvio que hay muchas cosas malas vinculadas a ese modelo de comunicación que estamos potenciando entre todos… Está el fenómeno de las fake news, la dificultad para socializar fuera de las redes. Eso es evidente, pero al mismo tiempo también hay mucha gente que es incapaz de compartir sus emociones si no es a través de las redes y que a través de ellas puede llegar a obtener la atención y el reconocimiento que nunca tendría interactuando en el mundo real. Y esa paradoja he querido profundizar con esta película. No he querido cuestionar el alcance de las redes sociales para contar una suerte de distopía tecnológica, sino mostrar cómo, a través de ellas, podemos construir un relato alternativo sobre nosotros mismos.

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