Los incendios agravados por la falta de lluvia arrasan el sur de Europa
Los incendios forestales se extienden por Europa, agravados por la ola de calor extrema y la preocupante sequía que este verano están afectando al continente. El fuego está arrasando miles de hectáreas en el sur mientras en los pantanos y en las cuencas de muchos ríos la reserva de agua desciende.
Las olas de calor, cada vez más intensas y duraderas, combinadas con la grave sequía que está desertificando enormes áreas de Europa y con la alta posibilidad de que cada vez llueva menos son la combinación perfecta para que se desaten incendios forestales, cuyos efectos este año están siendo especialmente devastadores y que nos sitúan ante una eventual emergencia climática. Los territorios europeos más afectados este verano por las condiciones climáticas extremas, una sequía excepcional e intensos fuegos son los Estados francés y español y Portugal.
Miles de bomberos seguían luchando ayer contra el virulento fuego reavivado en la Gironda, en el suroeste francés, donde las llamas ya arrasaron 14.000 hectáreas en julio y que ahora han quemado al menos 7.000 hectáreas y decenas de casas, y han obligado a evacuar a 10.000 personas. Las autoridades galas cerraron durante horas el paso de Biriatu, que anoche seguía vetado para los vehículos pesados.
Esta vez el fuego se propagó con mayor velocidad y alcanzó el vecino departamento de Las Landas. Siete países europeos –Suecia, Grecia, Alemania, Austria, Rumanía, Polonia e Italia– anunciaron el envío de ayuda, en respuesta a la solicitud del Gobierno francés.
Pero los incendios también se originaron en las colinas secas del sureste y en las áreas exuberantes de Bretaña.
En total, en el Estado francés se han quemado desde principios de año casi 50.600 hectáreas –frente a las 30.652 de 2021–, una cifra que se ha superado en el Estado español, con más de 200.000 hectáreas –superficie mayor que Gipuzkoa– arrasadas en lo que va de año, la mayor extensión de las últimas tres décadas.
Ayer, el fuego seguía abrasando miles de hectáreas en Galiza, una de las comunidades autonómicas más castigada este año, Extremadura (sobre todo en el norte de la Sierra de Gata, en Cáceres), Castilla-León y Castilla-La Mancha.
Estado español, Rumanía y Portugal
El territorio del Estado español acumula casi el 40% del total de hectáreas quemadas este año en la Unión Europea, con 236.575 de las 600.731 hectáreas calcinadas hasta el 6 de agosto. Por detrás, Rumanía, donde han ardido 150.027 hectáreas, y Portugal, donde se han quemado 61.202.
En el centro de Portugal, castigado todos los años por el fuego, la desolación era la misma. Más de 1.500 bomberos se movilizaron para poner fin al incendio forestal que se desató hace varios días y que está asolando el montañoso parque natural de la Serra da Estrela, donde ha arrasado 10.000 hectáreas, lo que equivale al 10% del paraje. Autoridades locales y los residentes criticaron a los responsables de Protección Civil por no evitar la propagación del fuego al desentenderse del bosque.
El territorio del Estado español es donde más hectáreas se han quemado hasta la fecha en 2022. Acumula casi el 40% del total de terreno quemado en la Unión Europea, según datos del Sistema Europeo de Información de Incendios de Copernicus.
Desde principios de año, según las últimas estimaciones del Instituto para la Conservación de la Naturaleza y los Bosques, en Portugal e han quemado unas 74.000 hectáreas.
La pérdida de masa forestal supone un aumento de las emisiones de CO2, la pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos forestales, al margen de las pérdidas personales por el desplazamiento hacia zonas urbanas.
Por eso, para los investigadores del español Consejo Superior de Investigaciones Científicas, basar la gestión de los incendios forestales en la prevención y recuperar la población y el trabajo en el campo en las zonas en las que la demografía se ha desplomado son algunas de las claves para anticiparse a los efectos devastadores de las llamas.
El descenso del nivel de agua es también un grave problema. En el oeste de Alemania –en el país, alrededor del 4% del flete se hace por vía marítima–, la navegación fluvial es muy complicada debido a la caída del nivel del Rin, lo que está causando problemas de suministro en la zona y pesando en una economía ya debilitada. La amenaza de un cierre parcial al tráfico en ese río, uno de los más transitados del mundo, se ha convertido en un rompecabezas adicional para la industria.