«Tengo la obligación de hacer cosas diferentes»
El ciclo de Música Antigua de la Quincena Musical Donostiarra llega a su fin y lo hace con un nombre en cartel que llama la atención: Pepe Viyuela, un conocido y premiado actor popular por sus papeles cómicos, pero también poeta y escritor. Actúa como narrador junto a la arpista Sara Águeda.

El actor llega a Quincena de la mano de la arpista Sara Águeda, para presentar este miércoles, 28 de agosto, en el museo San Telmo, un programa que, partiendo de una selección de ‘Los Milagros de Nuestra Señora’ de Gonzalo de Berceo, primer poeta conocido en lengua castellana, y a través de música medieval como las ‘Cantigas de Santa María’, nos trasladan al siglo XIII para descubrir que la condición humana apenas se ha movido de sitio y que la poesía y la música siguen siendo una balsa en medio del naufragio.
En este concierto de Quincena participa usted junto a la conocida arpista Sara Águeda, pero no es la primera vez que trabajan juntos, ¿verdad?
De hecho, ahora mismo estamos trabajando en varios proyectos porque nos entendemos muy bien. Empezamos trabajando juntos en otro recital sobre poemas de San Juan de la Cruz que yo estaba montando con la fabulosa musicóloga Alicia Lázaro que, lamentablemente, falleció, y Sara, alumna y amiga suya, entró a sustituirla. A partir de ahí, empezamos a charlar, a compartir gustos y de ahí surgió este recital que traemos ahora a Donostia, que es el de ‘Los Milagros de Nuestra Señora’.
Entretanto, hemos estado haciendo también otras cosas: acabamos de estrenar en Almagro una función de teatro en la que hemos adaptado una novela picaresca a la escena. Así que, no solo no es la primera vez que trabajamos juntos, sino que espero que no sea la última y que nos encontremos en bastantes jaleos porque nos entendemos muy bien y coincidimos en que, en la escena teatral, se echa de menos la presencia de los músicos. La tecnología, la música enlatada y los avances digitales están muy bien, pero recuperar la esencia del teatro con música en directo es un camino al que le queda recorrido.
Salvo en círculos más especializados, el más conocido de los dos es usted. ¿No tiene la sensación de estar robándole protagonismo a Sara Águeda?
Su presencia en escena es tan impactante y tan necesaria que soy yo el que siente que no tendría sentido hacer lo mismo sin ella. Este recital de ‘Los Milagros de Nuestra Señora’ es una lectura de cuatro Milagros de Gonzalo de Berceo y en sí mismos ya constituyen una pieza importante de la literatura en lengua castellana, pero es que la música eleva la atmósfera y no es un adorno: es un compañero. Y me gusta que sea así, que formen una simbiosis tal que se llegue a pensar que sin la música no tendría sentido; y, del mismo modo, la música, sonando sola, sería maravillosa pero no tendría ese otro componente más conceptual y más de Mester de Clerecía, que es lo que vamos buscando con la recuperación de los Milagros.
Confieso que, cuando montamos este recital, lo hicimos por puro placer, pero sin la esperanza de que esto llegara a tener ninguna repercusión y menos como la que está teniendo, que no es que sea un bombazo, pero sí nos están llamando de muchos festivales y, allí donde vamos, gusta. Seguramente este éxito tiene que ver con la sencillez y la frescura con la que están escritos los textos y lo que significa para una persona del siglo XXI estar escuchando música del medioevo en un arpa medieval. Así que, volviendo a la pregunta, no solo pienso que no le estoy robando protagonismo a ella, sino que, sin ella, yo no sería nada.
«Cuando montamos este recital, lo hicimos por puro placer, sin la esperanza de que esto llegara a tener ninguna repercusión; y, allí donde vamos, gusta»
El público general está más acostumbrado a verle en papeles cómicos. ¿Cuesta que le tomen en serio?
Yo creo que no. Es verdad que hay gente que se puede confundir cuando ven mi nombre en los carteles, pero, inmediatamente, en cuanto ven el entorno en el que vamos a hacer el recital, bien en festivales de música sacra o de música antigua, hay que estar muy despistado para no entender que aquello no va de pura comedia. Evidentemente, se puede meter algún chascarrillo en un momento determinado y que yo, inevitablemente, soy un cómico y tengo una vena determinada hacia la comicidad y el humor, pero no es lo predominante en esta ocasión.
Y, por otra parte, pienso que no solo tengo derecho sino casi la obligación de hacer cosas diferentes, de arriesgarme, de buscar nuevas posibilidades. Yo tenía muchas ganas de hacer algo con músicos en directo en escena desde hace mucho tiempo y, cuando lo he hecho, las sensaciones que tengo son muy diferentes y, aunque la comicidad no siempre aparece, me lo paso muy bien: ¡el placer por encima de todo!
En la música de cámara, la compenetración entre los intérpretes suele ser máxima, pero, en este caso, con un músico y un actor no hay un lenguaje común que facilite ese entendimiento. ¿Cómo ha sido la preparación de este concierto?
Ha estado basada en una confianza mutua. En todo lo que tiene que ver con la parte musical, ni he podido ni he pretendido intervenir; ha estado permanentemente sujeta al criterio de Sara –que por eso funciona–, y yo me he adaptado a todo lo que ella me ha dicho que creía necesario. Y en lo que tiene que ver con la interpretación, con la lectura de los versos de Gonzalo de Berceo, ella tampoco ha entrado. En algún momento me ha podido hacer algún comentario o alguna sugerencia, lo mismo que yo le he expresado mis gustos con respecto a las piezas, pero siempre cosas muy sutiles.
Ha habido mucha confianza en el otro y, además, nos entendemos muy bien. Nos miramos y el público percibe esa complicidad, siente que no hay dos personas en compartimentos estancos haciendo cada una lo suyo, sino que intentamos entendernos y establecer un triángulo entre el arpa, mi voz y el público. Ha sido un trabajo muy bonito al que hay que sumar que, al tener música en directo, siempre va a ser un poco distinto cada vez; es algo vivo y uno lo siente palpitar en cada función.

‘Los Milagros de Nuestra Señora’ de Gonzalo de Berceo tienen ya ocho siglos y tienen un lenguaje, un vocabulario y una forma de expresión muy distinta a la actual. ¿Qué ha sido lo más difícil a la hora de prepararlos?
Con Bernardo Sánchez, que es el coadaptador y que forma parte de nuestro núcleo de trabajo, hemos procurado hacer más inteligible el texto, porque, efectivamente, hay expresiones, palabras y giros que ya no se entenderían, pero siempre procurando no perder esa musicalidad que debía de tener nuestro idioma hace ocho siglos, cuando empezaba a nacer. Hemos querido dejar en cada uno de los Milagros, además de la posibilidad de que se entiendan, el perfume de aquella lengua, de aquella época, cuando los clérigos o los juglares iban por las iglesias, campos o plazas para contar los milagros para atraer a la gente a la fe y a la devoción a la Gloriosa. Hemos querido mantener ese aire medieval y así hacemos participar al público desde el inicio, viajando en el tiempo a través de la palabra y de la música, a través de los acentos que podamos intuir que funcionaban, pero siempre teniendo en cuenta que hay que entender la historia. Además, hay paralelismos muy bonitos con lo que se hace hoy en día en el rap. Son cosas que no están expresadas pero que laten dentro de lo que hemos querido ir haciendo.
Hoy en día que, como sociedad, sufrimos una crisis de fe, ¿cómo se aborda un tema religioso con la Virgen como protagonista?
Bueno, no hemos cambiado tanto. Hoy en día, las heroínas y los héroes de cómic y de aventuras siguen teniendo capa, vuelan, vienen cuando los necesitas, tienen superpoderes… y, desde el Chapulín Colorado hasta Superman, pasando por cualquier heroína de Marvel, aparecen de pronto y te solucionan la vida; basta con que creas en ellos. Obviamente, no pretendemos ser sacrílegos, pero, con mucho respeto, a veces hacemos esta analogía y pintamos a la Virgen como una especie de Wonder Woman que aparece para solucionarle la vida a este buen hombre que ha pecado.
«A veces hacemos esta analogía y pintamos a la Virgen como una especie de Wonder Woman que aparece para solucionarle la vida a este buen hombre que ha pecado»
Gonzalo de Berceo no fue el autor de los Milagros: los recopiló de la tradición popular y los adaptó, presentándonos una Virgen muy humanizada. Hay cosas preciosas en estos Milagros que el público las percibe no como algo religioso, sino como un fenómeno casi antropológico. Siempre hemos necesitado creer en seres superiores que nos ayuden a mejorar y a creer que los momentos difíciles vamos a poder superarlos y, probablemente, esto es lo que buscaba Gonzalo de Berceo: darnos una esperanza. Y ese mensaje todavía está vigente.
Una faceta suya muy desconocida es que, además de muchas otras cosas, es usted poeta. En este mundo de TikTok, de la velocidad, de la satisfacción fácil y rápida, ¿queda espacio para la poesía?
Yo le daría la vuelta a la pregunta: ¿cuándo vamos a cansarnos de tanta carcasa vacía? Hace ya tiempo que yo decidí abandonar las redes sociales. Probablemente sea un error porque es una manera también de desconocer lo que se está cociendo, pero cuando ves los bulos que corren, las acusaciones infundadas, todo el odio que se mueve… es tan fácil que prenda el fuego en ese pasto tan seco que uno lo que desea es la calma, los pastos verdes y huir de ese mundo.
Esto mismo me preguntan mucho también en cuanto al teatro: en un mundo tan tecnologizado, ¿el teatro qué sitio tiene? Y yo pienso que cada vez tiene más sentido y más lugar porque el teatro es un espectáculo en directo en el que conviven intérpretes y espectadores, que tiene mucho que ver con esa necesidad que tenemos de encuentro, pero no a través de memes, de cuántos seguidores tengo, de likes… eso no es estar juntos y nos sitúa ante un espejismo muy falso y muy perverso.
«¿Cuándo vamos a cansarnos de tanta carcasa vacía? Hace ya tiempo que yo decidí abandonar las redes sociales; bulos, acusaciones infundadas, odio... es fácil que prenda el fuego»
La poesía es ese lugar para la para la expresión honesta y con todo el tiempo, no encerrada en unos cuantos caracteres o en unas imágenes más o menos resultonas que nos llamen la atención cinco minutos. ¿Cuándo nos vamos a cansar de tanto cohete y fuego artificial y vamos a buscar nuestro fuego interior? A la poesía, al teatro, a la música, al arte y, sobre todo, a la humanidad calmada, le deberíamos dar más espacio. Ojalá no me equivoque y estemos en la vía de renunciar y desechar todo ese escaparate. Visto lo visto, soy escéptico respecto a lo que digo, pero espero que en el futuro haya lujos como la lectura sosegada de un libro largo, escuchar tranquilamente una sinfonía o poder prescindir del teléfono móvil durante unas horas. Hay que confiar en que las cosas verdaderamente importantes que hemos estado haciendo durante miles de años no sean desbancadas por la tecnología.

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