
Para su nueva visita a la Quincena Musical (la anterior fue en 2021, una notable actuación junto a un deslumbrante Leonidas Kavakos en el ‘Concierto para violín’ de Tchaikovsky), la Orquesta Nacional de España ha escogido una “obra” de Wagner, autor por el que su director titular, David Afkham, ha mostrado un marcado interés en las últimas temporadas madrileñas de la orquesta, donde ha llegado a presentar dos óperas de Wagner en versión concierto.
Nos hubiera gustado algo parecido en Donostia, aunque fuese algún acto suelto, antes que ‘El anillo sin palabras’, uno de los mayores engendros que han salido de la chistera de una discográfica en las últimas décadas. La idea fue del sello americano Telarc, que en un intento más por sacar hasta el último rédito económico al mismo puñado de obras canónicas de la música clásica, encargó a Lorin Maazel, legendario director pero también un conocido amante del la plata, que resumiese en 75 minutos las casi 16 horas que ocupa la tetralogía de ‘El anillo del nibelungo’ de Wagner. Con el mismo espíritu que esos audiobooks que te resumen en 20 minutos ‘El Quijote’ o ‘La montaña mágica’, ni a Telarc ni a Maazel pareció importarles que Wagner nunca aprobase suites orquestales de sus óperas ni que el ambicioso compositor llegase a camelar a todo un rey de Baviera para que le financiase el teatro de sus sueños en Bayreuth, diseñado para llevar a escena la tetralogía en cuatro noches consecutivas y exactamente como él la imaginaba. Pero les salió bien la jugada: el disco se vendió como rosquillas, y 40 años más tarde aún seguimos encontrándonos de vez en cuando el refrito en las programaciones, como ocurrió el viernes en un Kursaal con numerosos huecos entre el público.
Hay que reconocer que Maazel hizo un trabajo excepcional recortando y reconfeccionando la monumental partitura, seleccionando los momentos más célebres de la tetralogía y conectándolos de la manera más coherente posible haciendo uso siempre de materiales del propio Wagner. Hay quien defiende que esta es una de las mejores suites (recopilación de fragmentos de una obra mayor) que se han hecho nunca, y es probable que tengan razón. Transmite, desde luego, el poder y la épica de la tetralogía ya desde sus primeros compases, una lenta acumulación de la gran masa que forma el sonido orquestal wagneriano, un larguísimo crescendo que Afkham ay la ONE construyeron metódicamente.
La suite es también muy inteligente en su forma de distribuir la energía, sus momentos de clímax y de relajación, para que la escucha de 75 minutos de un tirón, sin pausas de ningún tipo, sea agradecida para el público. Y en manos de un buen wagneriano como Afkham, el viaje exprés por los temas proncipales de la tetralogía funcionó especialmente bien. La ONE, que está en un estupendo estado de forma, tuvo muchos momentos para brillar, con una sección de metales sobresaliente que se movió a sus anchas en los momentos más grandiosos, y unas cuerdas de sonido terso y compacto capaces de sobreponerse sin problema en los tutti más sonoros. Fue una grata sorpresa (para quienes no vivimos en Madrid) comprobar que una orquesta española está cualificada para hacer un Wagner de semejante nivel y tan convincente, teniendo en cuenta además que la grabación de referencia de este “Anillo sin palabras” la firmó la Filarmónica de Berlín.

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