Mikel CHAMIZO
CLÁSICA

En equilibrio entre lo popular y lo contemporáneo

La cantata “Carmina Burana” de Carl Orff, a pesar de su extraordinaria popularidad, es una obra difícil de programar: seduce rápidamente a los neófitos en la música clásica, pero aquellos melómanos con experiencia tienden a mirarla por encima del hombro. Por eso, se programa a menudo en conciertos populares y poco en las temporadas regulares de las orquestas. Era el caso de la Orquesta de Euskadi, que la ha incluido en su abono por primera vez en 34 años. El poder de atracción ha sido extraordinario, agotando entradas en Iruñea, Gasteiz, Donostia y casi en Bilbo, superando en total los 8.200 espectadores. La interpretación fue, además, notable. Los apresurados tempi de Märkl pusieron en algún aprieto al Orfeón Donostiarra, pero tiene suficientes tablas en esta obra para hacerla suya a pesar de problemas puntuales. Lo más memorable fueron los solistas vocales: Elmark bordó sus breves pero delicadas intervenciones; Mena, fabuloso en su divertida caracterización del cisne; y un Schöne de voz más discreta pero sólido como actor. La brillante jugada de la OSE fue aprovechar el tirón de “Carmina Burana” para mostrar al público dos páginas contemporáneas: la dinámica “Fanfarria #3308”, en la que Xabier Sarasa mostró todo su conocimiento de los instrumentos de viento metal; y la sobrecogedora “Meditation” que Toshio Hosokawa dedicó a las víctimas del tsunami japonés de 2011, que nos mantuvo zozobrantes y con el corazón encogido durante quince minutos de una escritura orquestal de calidad asombrosa.