Iraia OIARZABAL
TRAS EL #METOO

Acoso sexual: una realidad destapada pero aún cuestionada

Un año después de que la campaña del #MeToo se hiciera viral, visibilizando la realidad del acoso sexual sufrido por miles de mujeres en todo el planeta, una encuesta muestra que todavía hoy se subestima la existencia de esta forma de violencia.

Una simple afirmación convertida en hashtag consiguió hace algo más de un año que lo que miles y miles de mujeres vivían en silencio se convirtiera en una denuncia pública a través de las redes sociales. El #MeToo (Yo también) que siguió a la publicación por parte de “The New York Times” de las acusaciones de acoso sexual contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein cruzó fronteras y propagó la empatía entre todas aquellas mujeres que se reflejaron en ese espejo, más allá de Hollywood. Estos relatos del acoso sufrido visibilizaron aquello que en demasiadas ocasiones se había normalizado.

Sin embargo, pasado un año de aquella ola hay indicios que muestran todavía una clara falta de conciencia respecto al acoso sexual. Una encuesta realizada en 12 países de la Unión Europea y en Estados Unidos destapa que aún siguen en vigor prejuicios en base a los cuales muchas personas se resisten a admitir la existencia de esta práctica vejatoria y discriminatoria hacia las mujeres. El sondeo “Ipsos Mori Perils of Perception 2018” analiza los peligros de la percepción y mide la brecha entre la compresión del público y la realidad en relación a diferentes ámbitos y fue realizado entre el 28 de setiembre y el 16 de octubre con una muestra total de 28.115 entrevistas.

En su apartado sobre el acoso sexual deja conclusiones preocupantes: la primera y principal, que en todos esos estados se manifiestan niveles de subestimación del acoso experimentado por las mujeres. Como puede observarse en los gráficos de la siguiente página, esta tendencia se da tanto en los hombres como en las mujeres encuestadas, si bien la baja percepción del acoso es notablemente más evidente en el caso de los varones.

Por países, el mayor nivel de subestimación se da en Dinamarca –44 puntos de diferencia ente el promedio percibido y la realidad–, Países Bajos –35 puntos de diferencia–, el Estado francés –31 puntos– y Estados Unidos –30 puntos–. Los cuatro muestran, asimismo, los niveles más altos de acoso experimentado: EEUU se encuentra a la cabeza, con un 81% de mujeres que afirma haber sufrido acoso; le siguen de cerca Dinamarca (con el 80%), el Estado francés (75%) y Países Bajos (73%).

En este apartado, el Estado español se sitúa a la cola, solo por detrás de Rumanía, y muestra el menor nivel de subestimación de este fenómeno, con 9 puntos de diferencia entre el nivel de acoso percibido (41%) y la realidad. También es cierto que el porcentaje de mujeres que afirma haber sufrido acoso es menor que en la mayoría de los países en los que se han tomado las muestras, situándose en el 50%. Por debajo de esta cifra se hallan Hungría (42%), Polonia (32%) y Rumanía (32).

Algo ha despertado...

La explosión de denuncias desatada con el caso de Harvey Weinstein, que desembocó en el #MeToo tras la invitación de la actriz Alyssa Milano para que todas aquellas mujeres acosadas lo hicieran público, es uno de los síntomas de que algo está cambiando, de que muchas mujeres han decidido romper su silencio. Este movimiento no fue algo nuevo: ya en 2006 la activista afroamericana Tarana Burke utilizó esta misma expresión para denunciar los abusos a las mujeres negras. En Euskal Herria, y también en buena parte del Estado español, casos como el de “La Manada” han contribuido a ese despertar social frente a la violencia machista, poniendo sobre la mesa reivindicaciones como la necesaria reflexión en torno a la falta de perspectiva de género desde la justicia hasta la política, la cultura o la educación.

Observando los datos desgranados por género en la encuesta, es evidente la mayor concienciación entre las mujeres. Sin embargo, nuevamente se constata la distancia entre ambos lados del Pirineo. Vayamos por partes. En el Estado español, siendo un 50% las mujeres que manifiestan haber sufrido acoso, la percepción en el colectivo femenino es de 49 puntos, mientras que entre los hombres es de 33. La diferencia es más notable en el caso del Estado francés: con un porcentaje del 75% de mujeres que afirma haber sido víctima de acoso, la percepción por parte de las mujeres se reduce al 47% y al 41% por parte de los hombres.

Repasando las medidas existentes frente a la violencia machista, precisamente el pasado verano la Asamblea Nacional francesa aprobó una ley contra la violencia sexual que penaliza por primera vez el «acoso en la calle». El presidente, Emmanuel Macron, expresó entonces su aspiración de «cambiar la sociedad y rebajar la tolerancia ante las violencias sexistas y sexuales». La reforma coincidió con el debate abierto por la publicación de un vídeo en el que un hombre golpea a una joven en plena calle de París después de que ella respondiese a comentarios obscenos. Las imágenes fueron difundidas por la propia víctima, Marie Laguerre.

Respecto al resto de países, la encuesta muestra las mayores diferencias en Suecia y EEUU. En ambos casos el porcentaje de mujeres que denuncia haber sufrido acoso es del 81%. En Estados Unidos, las mujeres perciben ese acoso en un 59% de los casos y los hombres, en un 44%. La brecha es algo menor en Suecia: las mujeres lo cifran en 65 puntos y los hombres en 61.

... pero quedan conciencias por agitar

Los resultados de la encuesta, realizada en un contexto de fuerte contestación social frente al machismo, constatan que sigue habiendo mucho trabajo por hacer. El diario “The Guardian”, al hilo de este sondeo, recogía las palabras de Laura Bates, creadora del proyecto “Sexismo Diario” que narra las experiencias sobre desigualdad de género. A su juicio, la falta de voluntad entre los hombres para reconocer el alcance del acoso sexual frena los esfuerzos para enfrentarlo. «Que esta encuesta se produzca un año después del #MeToo sugiere que tenemos un problema real para creer a las mujeres y tomarlas en serio», apunta. Frente a ello, interpela a los hombres y defiende la necesidad de «una masa crítica para que se pongan en pie y se involucren para abordar este problema y convertirse en parte de la solución».

Cuestionar situaciones o actitudes hasta ahora normalizadas es parte de ese trabajo pendiente en el que el movimiento feminista viene dando pasos firmes. Es decir, buscar las fórmulas para abrir ese «yo sí te creo» que brotó tras el caso de violación de “La Manada” en Iruñea, y que hoy centra muchas de las movilizaciones, ante cualquier actitud sexista y al conjunto de la sociedad.