Raimundo Fitero
DE REOJO

Nigeria

Cinco horas antes de empezar la jornada electoral se han aplazado los comicios en Nigeria. Los llevan al veintitrés de febrero para garantizar que se realicen de forma «libre, justa y creíble». Es una noticia que sobrevuela en los noticiarios de manera anecdótica. Y sin embargo estamos hablando de un cuerpo electoral formado por cerca de 85 millones de personas con derecho a voto, en un país que está rondando los 200 millones de habitantes, que viene celebrando elecciones democráticas desde hace décadas y que tiene una de las reservas petrolíferas más importantes de África. Estamos ante un lugar en el planeta que es punto de referencia para especuladores globales, pero que desde este rincón europeo lo miramos con la displicencia del ignorante con leves aromas de xenófobo sin conciencia de clase.

Nuestra capacidad de solidaridad es quitar el vocablo negro de nuestras conversaciones, cambiarlo de manera automática por afro, afroeuropeo, afroamericano o sus variantes y ser incapaces de distinguir entre Nigeria, Níger, Senegal o Camerún. Ni los muy futboleros son capaces sin recurrir a sus apoyos digitales para ubicarlos. Nuestro africanismo es de folklore, emoción migratoria y supina vulgaridad. Si ustedes no ven los canales de televisión chinos o rusos, alguno francés, nunca encontrarán más imágenes de la rica ciudadanía africana, que siendo migrantes rescatados, en sequías radicales, guerras tribales u otras circunstancias fuera de lo ordinario, porque los safaris no son lo ordinario, sino una explotación turística, nada más. El primer paso de auténtica solidaridad sería recibir información veraz, abierta, no tendenciosa de África. Conocer circunstancias demográficas, políticas y sociales, porque están los grandes nuevos imperios operando de manera directa.