Iñaki IRIONDO
MOVIMIENTOS PREELECTORALES

Las elecciones a Cortes, las más cambiantes en sus resultados

Las elecciones a las Cortes españolas son las más variables de cuantas se dan en Hego Euskal Herria y las más abiertas a sorpresas en los últimos años, aunque haya algunas constantes.

En los tres últimos ciclos electorales a las Cortes españolas (entendiendo la convocatoria de diciembre de 2015 y junio de 2016 como un mismo impulso) ha habido tres candidaturas ganadoras en la CAV. Y en Nafarroa, aunque siempre la coalición UPN-PP haya sido la primera fuerza, el resto del electorado ha actuado de forma heterogénea cada vez que se ha acercado a las urnas. Está claro, además, que el electorado vasco actúa de forma diferente según cuál sea la institución a elegir. Incluso se aprecia que una parte de la ciudadanía que se activa para votar al Congreso y Senado, se abstiene si la convocatoria es autonómica, foral o local, como si la cosa no fuera con ella. Como también hay sectores sociales que no se ven concernidos si se trata de mandar representantes a Madrid.

En todo caso, hay algunas constantes. Por ejemplo, si en el Estado hay una corriente de voto muy favorable al PSOE, es posible que este partido esté muy cerca de la victoria en la CAV o incluso llegue a conseguir el primer puesto, como ocurrió en 1993 y, sobre todo, en 2008 con José Luis Rodríguez Zapatero, cuando logró el 38,85% del voto con 430.690 papeletas, una cifra que ningún otro partido había conseguido con anterioridad. Ni siquiera el PNV de antes de la escisión de EA.

Por contra, por muy a favor del PP que soplen los vientos del Ebro para abajo, sus resultados en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa están lejos de esas cifras. Su mejor botín se dio coincidiendo con la mayoría absoluta que José María Aznar obtuvo en 2000. Logró el 29,14% del escrutinio, un pico que nunca antes ni después ha obtenido, porque siempre se ha movido por debajo del 20%.

En Nafarroa, desde que UPN y PP concurren al Congreso en coalición, se han instalado en la primera posición. Pero también en esta circunscripción se observa la influencia de las mareas estatales. En 2000, el arrastre de Aznar le elevó a los 150.995 votos, nada menos que la mitad de los votantes (49,89%). Muy lejos de las 106.434 papeletas de la última convocatoria. El PSN tampoco escapa a los impulsos que recibe el PSOE y su mejor resultado se dio en 2008, con ZP, cuando sumó 117.920 papeletas, más del doble de las 57.952 que logró en junio de 2016.

Como hace la coalición UPN-PP en Nafarroa, el PNV estaba acostumbrado a ganar en la CAV. Con las excepciones de 1993 y 2008 ya mencionadas, los jeltzales siempre habían sido la primera fuerza en estas elecciones, hasta el punto de que en el Congreso se hacen llamar Grupo Vasco, así, a secas.

Sin embargo, en diciembre de 2015 y junio de 2016 Podemos les arrebató la victoria. Una parte de electorado encontró en el partido morado una forma de desmarcarse del bipartidismo PSOE-PP. También votantes que con anterioridad se habían inclinado por PNV o Amaiur consideraron más expresivo apoyar a Podemos. Sus resultados fueron espectaculares, mejorando además de diciembre a junio, al tiempo que bajaban los resultados de los jeltzales y de EH Bildu, dando una imagen de vasos comunicantes. Unidos Podemos alcanzó los 335.740 votos (29.28%).

Los seguidores de Pablo Iglesias se crecieron y pensaron que sus excelentes resultados eran extrapolables a las siguientes autonómicas. Pero la realidad se encargó de volver a ponerles en su lugar.

Otra de las sorpresas que en ocasiones ofrecen estos comicios fue la que dio Amaiur en 2011, sumando 334.390 votos y siete diputados en Hegoalde. La argucia de que de que en Nafarroa se había quedado en el 14,86%, sin llegar al 15%, le sirvió a la Mesa del Congreso, dominada por el PP, para torticeramente impedirle formar grupo parlamentario, cuando había precedentes de actuaciones con bastante más manga ancha.

Pese a la mencionada supremacía en votos de la coalición UPN-PP en Nafarroa, desde que se empezaron a introducir cuñas en el bipartidismo la derecha no ha podido traducir esas victorias en ganancia en escaños. El habitual 3-2 entre UPN y PSE empezó a romperse en 1996, cuando IU-EB logró un diputado. En el 2000 aznariano se volvió atrás, pero cuatro años después Nafarroa Bai conseguía obtener representación en el Congreso y repetir también en 2008. En 2011 el reparto fue de 2 escaños para UPN-PP y uno cada uno para PSN, Amaiur y Geroa Bai. En el binomio 2015-2016 fue Unidos Podemos quien quedó en segunda posición, logrando 2 diputados cada vez.

Y ahora, de cara al 28 de abril, se intuye también un cierto vuelco del escenario electoral con la aparición de nuevos equilibrios. En líneas generales y en el ámbito estatal, las encuestas dan por hecho que las elecciones las ganará el PSOE, de la mano de un dirigente que le llevó a sus peores resultado, siendo decapitado por la dirección de su propio partido, pero que volvió a lomos de la militancia para ganar primero las primarias a Susana Díaz y desalojar después de la Moncloa a Mariano Rajoy, apostándolo todo a una moción de censura cuando ni siquiera era diputado. Unidas Podemos ofrece cada día nuevas muestras de colapso interno, fruto del anterior crecimiento desordenado que, contrariamente a lo teorizado, se ha pretendido embridar con personalismo, «ordeno y mando» y sectarismo.

El PP que ganó las anteriores elecciones está ahora en la cuerda floja, y eso que la corrupción que acabó haciendo caer a Mariano Rajoy no está siendo de momento utilizada como munición contra Pablo Casado. Quizá porque el nuevo presidente del partido deja suficientes flancos débiles al descubierto cada vez que habla. Vox le muerde los tobillos y lo arrastra desde posiciones de extrema derecha que pretenden alterar las preguntas para hacer el caldo gordo a sus falsas respuestas. Y Ciudadanos no acaba de encontrar su sitio en esta jungla de arenas movedizas, cuando estaba llamado a ser el mirlo blanco del poder capitalista tecnocrático.

El antecedente andaluz ha marcado la idea de que la agrupación de las tres derechas está a la puerta de ganar y de que si lo hace no va a dudar en pactar, lo que a su vez puede contribuir a movilizar, por ejemplo, al feminismo que se ha visto muy amenazado por las barbaridades de la entente «trifálica».

¿Cómo puede todo esto influir en las urnas en Euskal Herria? Las velas hinchadas de Pedro Sánchez incrementan las expectativas de PSE y PSN, a quienes pueden acercarse exvotantes que se habían quedado en la abstención y también otros que hace tres años se ilusionaron con Unidos Podemos y ahora pueden dar otra utilidad a su papeleta. Que al PSOE le vaya bien no es del todo bueno para el PNV, pues en las elecciones a Cortes Generales tienen también zonas fronterizas.

La crisis de Unidas Podemos, que tiene sus respectivas batallas internas en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa, se considera de forma general que puede beneficiar electoralmente a EH Bildu, pero seguro que también acerca votos al PNV. Las encuestas muestran que, contrariamente a lo que dictan los estereotipos, morados y jeltzales son formaciones que tienen electorados con muchos lugares comunes. Queda por ver también qué efecto tiene la cuestión catalana en el voto vasco con la alianza de EH Bildu y ERC.

En Hegoalde la incidencia de Ciudadanos y Vox es mínima en términos generales, pero puede ser sustancial en lo que reste al PP. De momento, Santiago Abascal ha colocado al frente de la candidatura de Bizkaia a Nerea Alzola, un perfil muy atractivo para un sector del PP.

Para conjurar el peligro de la división, en Nafarroa UPN, Cs y PP han creado la coalición Navarra Suma, para la que en realidad estas elecciones son un aperitivo de las próximas forales y municipales, en las que tendrá mayor trascendencia.