Janina PÉREZ ARIAS
BERLin
Entrevista
VADIM PERELMAN
CINEASTA

«El arte es lo único que nos queda ante tanta locura»

Con la increíble historia de «El Profesor de Persa», el director de origen ucraniano ha querido tocar las fibras más sensibles del público echando mano también del humor pero, eso sí, sin traspasar la línea del respeto. Este fascinante relato acaba de llegar a las salas comerciales.

Vadim Perelman (Kiev, 1963) cuenta que en su casa de la infancia nunca se habló del Holocausto. El director, de origen judío, creció en la ex Unión Soviética y vivía muy cerca del barranco de Babi Yard (en las afueras de Kiev, Ucrania), el escenario de una masacre fechada en 1941.

«Allí asesinaron a 40.000 judíos en dos días», relata. «La historia oficial es que en ese lugar fueron fusilados 5.000 partisanos del Ejército Rojo ruso; tal vez las abuelas sabían la verdad, pero en aquel tiempo en la República Socialista Ucraniana esas generaciones impusieron el no saber, prevalecía la autocensura, había mucho miedo».

Perelman se permite recordar su niñez y un trozo de la historia de su país a propósito de su nueva película “El Profesor de Persa”. Las conexiones son estrechas, ya que la historia de ficción se desarrolla en plena Segunda Guerra Mundial. Trata de Gilles (Nahuel Pérez Biscayart), el hijo de un rabino capturado en plena huida y deportado a un campo de tránsito. Con la muerte más que asegurada, niega ser judío, dice que es persa. El Hauptsturmführer Klaus Koch (Lars Eidinger) interesado en aprender farsi, le ordena que le de clases, por lo que Gilles tendrá que crear un persa falso para poder sobrevivir.

Esta historia tan cinematográfica tiene también un desarrollo digno de ser filmado. Está inspirada en hechos reales, o más bien en el recuerdo de un caso ocurrido en 1942 que el guionista Ilya Zofin leyó en una revista en Rusia siendo adolescente. «Zofin no recuerda el contexto, pero durante toda su vida le rondó el increíble relato de un prisionero en un campamento nazi que había sobrevivido gracias a que le daba clases de un idioma a un alto mando de la SS», relata Perelman.

Al realizador le llegó esta fascinante historia y decidió dirigirla. «Ya con el dinero y los actores elegidos, descubrimos que Wolfgang Kohlhaase había escrito en 1952 ‘La invención de un lenguaje’ (Erfindung einer Sprache)», muy parecido a lo que estaba por rodarse.

Como buen cuentacuentos, Vadim Perelman adorna con inflexiones y pausas dramáticas su narración. Tal descubrimiento representó una ganancia. «Adquirimos los derechos del cuento de Kohlhaase, quien le dio la bendición al proyecto, luego vio la película, se emocionó y lloró», remata el director que deja para los misterios de la vida la verdadera inspiración del autor alemán.

Wolfgang Kohlhaase no es el único que se ha emocionado con “El Profesor de Persa”. A lo largo de sus 127 minutos saltan las lágrimas, se encoge el estómago por el suspense y los horrores que se ven en ese campo de concentración de tránsito, pero también hay lugar para las risas. En este punto, expliquemos lo del humor, ya que la zanja que separa este filme de “La vida es bella” (Roberto Benigni, 1998), es larga y ancha.

«Cuando vi el filme con público me sorprendieron las risas», admite Perelman. «La razón es que fueron más risas de las que había previsto en ciertas escenas, en otras no hubo intención de comicidad», se explica. «Ese es el misterio del arte», profundiza en su reflexión, «si los cineastas supiéramos cómo piensa la audiencia, cómo va a reaccionar exactamente, haríamos películas siguiendo fórmulas y eso sería como tener el mismo filme con diferentes nombres. Sería espantoso», concluye riendo.

A Perelman no le molestan las risas que pueda generar su película, ni le preocupa el humor presente en la misma «porque no es irrespetuoso», y sentencia: «Yo soy judío y lo que más quiero en la vida es que mis padres, mi abuela y mis ancestros descansen en paz, es terrible bromear frívolamente sobre el Holocausto».

Traspasar los límites del respeto es lo más importante cuando se toca un tema como este, pero Perelman confiesa que durante el rodaje no podía estar tan seguro de no hacerlo. Al ver el resultado ya puede emitir su veredicto: «Yo no crucé esa línea». Un título reciente le viene a la cabeza para ilustrar la conversación; acto seguido se auto formula una pregunta: «¿‘Jojo Rabbit’ (de Taika Waititi, 2019) traspasó esa línea?». Perelman calla, pone cara de póker y pide que su comentario al respecto quede fuera de esta entrevista.

Con “El Profesor de Persa” el cineasta dice que tenía en mente plantear una historia interesante y entretenida, pero también tocar las fibras más sensibles del público. Son varios los elementos de los que se sirve para lograr sus propósitos, uno de ellos son sus dos personajes principales y la relación que se establece entre ambos. «Atrapa la mezcla de compasión y miedo hacia un hombre (se refiere a Koch, el capitán del campo y alumno de persa) que en cualquier momento puede dar la orden de que maten a Gilles», analiza, «el alma y el ingenio de Gilles le ayudan a sobrevivir, pero sin quererlo contribuye a que el comandante nazi se torne un poco más humano».

A través de ese idioma inventado el oficial de la SS habla de sus sueños, de su madre y hasta del amor. Con esto Perelman se enfrenta a un tema peliagudo: la humanización del monstruo. «En la gran pantalla siempre vemos retratados a los nazis como robots completamente dementes que ladran órdenes y disparan», comenta, «pero al proporcionales una serie de características más humanas como celos, amor o miedo, les haces aún más abominables».

La creación del persa falso también cuenta con una fascinante historia. Vadim Perelman y un lingüista ruso crearon un diccionario de 600 palabras. Los nombres de los judíos asesinados que escribe Gilles en el registro del campo de tránsito y de los que se vale para desarrollar y memorizar sus palabras, son verdaderos. «Al usar esos nombres, en cierta forma construimos un monumento para honrarlos», comenta el cineasta.

Días antes del estreno mundial de “El profesor de Persa” en la Berlinale, se produjo un atentado en Hanau, ciudad cercana a Fráncfort. Un adepto de la ultraderecha asesinó a 10 personas, el atentado tuvo motivación racista. Es imposible no establecer paralelismos entre los horrores y el odio del pasado que conforman el marco narrativo de la ficción del filme de esta conversación, con ese grotesco hecho de la realidad y del presente.

«Por desgracia esos ataques terroristas son frecuentes, y no es algo exclusivo de Alemania, ni específicamente son anti semitas, se ven en todas partes», se lamenta Perelman, cuyo segundo largometraje, “La vida ante sus ojos” (2007) se centra en una matanza en un instituto estadounidense: «Así es este mundo tan jodido en el que estamos viviendo».

A Vadim Perelman, con su historia personal de refugiado e inmigrante, de autodidacta del Holocausto, licenciado en Ciencias Naturales y fascinado por el cine, con sus facultades de observador de los rumbos que están tomando las sociedades, le preocupa que una vez más, como antaño, se alimente la cultura del odio. «Alguien aprovechará la oportunidad, tal como lo está haciendo Putin en Russia», analiza, «todo lo que necesita es que en la sociedad se siembre el sentimiento de opresión, de ser intimidado por otros países, que prevalezcan las dificultades».

«Tiene que haber una manera de detenerlos», prosigue en tono reflexivo, «siendo internet una excelente herramienta que se podría emplear para cosas extraordinarias, se está usando para lo peor. El arte es lo único que nos queda ante tanta locura», sentencia.

Recientemente “El Profesor de Persa”, coproducción rusa-alemana-bielorrusa, fue descalificada en la carrera de los Oscar por no cumplir con la cifra reglamentaria de la nacionalidad en su equipo de producción para la cual fue postulada, en este caso la bielorrusa.