Mikel INSAUSTI
MARI(DOS)

La comedia que inventó el western pirenaico

La localidad ficcional en la que transcurre la acción se llama Malpaso, en un claro homenaje a la productora de Clint Eastwood del mismo nombre. Supongo que la relación entre el Pirineo Aragonés y el western en paisajes nevados se debe al impacto mediático del crímen de Fago, que se presta a las comparaciones semánticas con el “Fargo” de los hermanos Coen. Toda la producción va destinada a crear ese ambiente del Oeste, y si los decorados y el vestuario contribuyen en gran medida a conseguirlo, lo que ya le da un divertido aire campero es la banda sonora a lo Morricone compuesta por Vanessa Garde. Un efecto deliberadamente surrealista que, sin embargo, dota de pleno sentido al duelo estelar entre Ernesto Alterio y Paco León, como los forasteros que luchan por el amor de la misma mujer. La ironía está en que no pueden resolver sus diferencias a tiros, y se ven condenados a ejercer de comaridos y compartir una familia enriquecida con la diversidad en alza.

Tiene mucho mérito el modo en que Lucía Alemany ha sabido introducir un mensaje progresista y tolerante en un trabajo de encargo con guion ajeno, demostrando su profesionalidad de cara al futuro. No hay que olvidar que venía de debutar con una obra autoral y autobiográfica como “La inocencia” (2019), y sorprende lo bien que ha sabido adaptarse en su segundo largometraje a las disficultades propias de un producto comercial que debe hacer reír a la audiencia. Es la primera en hacer suya una comicidad tan foránea como la de los hermanos Farrelly, encajándola con naturalidad a la tipología local del perdedor.

“Mari(dos)” (2023) evita apuntarse a la comedia familiar al estilo Segura, que hubiera sido lo más fácil y más rentable, presentando a menores que escapan a los estereotipos, sobre todo el salvaje adolescente adoptado ruso y la niña trans que se siente niño. Entre los adultos quien se lleva la palma es Raúl Cimas como médico impostor.