Luces y sombras de un político que rozó la independencia

No sé si lo que más le gustaba, pero Alex Salmond murió haciendo lo que mejor sabía, hablar delante de la gente. El político escocés falleció tras ofrecer un discurso en Macedonia del Norte, poniendo fin a una vida marcada por el referéndum escocés, imposible sin su figura.
Ha sido lo más parecido que he conocido al protagonista de una buena serie política. Una bestia en el cara a cara, una ambición ilimitada que llevó a Escocia a rozar la independencia y con 14 denuncias de agresión sexual por las que fue absuelto o declarado «no culpable».
A finales de 2013 le vi por primera vez en directo en una rueda de prensa. El SNP y Yes Scotland detallaban su programa económico para una Escocia independiente. Jugaba en casa, pues se graduó en Economía e Historia y antes de liderar el partido trabajó como economista en el Departamento del Gobierno británico de Pesca y Agricultura para Escocia.
Transmitía carisma. Reconocía por nombre, apellido y medio a todos los periodistas presentes, excepto al debutante, y conversaba con ellos como quien está tomando una pinta de Tennent's en un pub.
El movimiento Yes Scotland tuvo unos ingenieros espectaculares. Confeccionaron una campaña que llevó al independentismo, en apenas un año, de un 20% en las encuestas a rozar el empate en vísperas del referéndum. Y es que aquella sala de máquinas tenían un delantero terrible. Un killer.
Cada debate televisado era una exhibición del político de Linlithgow. En el cara a cara era temible. Uno de esos personajes televisivos que da la vuelta a la trama en el momento más inesperado. Y a punto estuvo de voltear la historia de Escocia.
Salmond dirigió el SNP en dos épocas entre 1990 y 2014 y el Gobierno de Edimburgo, entre 2007 y 2014. En 2007 se convirtió en el primer nacionalista en ganar las elecciones. Gobernó en minoría y lo aprovechó. Se presentó en 2011 con la promesa de un referéndum si obtenía mayoría absoluta en un sistema electoral diseñado para evitarla. Lo logró y David Cameron acordó convocar la consulta popular.
DIMISIÓN Y DENUNCIAS
Aquel 18 de septiembre de 2014, Salmond votó en Strichen. «Es una oportunidad en la vida», dijo en una frase que la hemeroteca unionista ha guardado con cariño para no dar otra oportunidad al independentismo escocés.
Al día siguiente dimitió como ministro principal y líder del SNP. Bajo su alargada sombra creció Nicola Sturgeon, brazo derecho durante aquellos años y enemiga íntima en los últimos.
Tras hacerse a un lado en Escocia, quiso mantener viva la llama independentista logrando en 2015 un asiento en la Cámara de los Comunes de Londres, escaño que perdió dos años después.
En 2019 fue detenido acusado de 14 delitos sexuales contra nueve mujeres cuando era ministro principal, de los que fue absuelto en marzo de 2020, en un proceso marcado por fallos en la gestión de las denuncias por parte de la Administración de Sturgeon y que ha dejado una alargada sombra en la figura de ambos y del SNP.
De hecho, Salmond en sus últimos años buscó su propio proyecto. En 2021 creó la formación independentista Alba, que no ha tenido el mismo tirón en las urnas. Su discurso siempre fue colaborar con su antigua formación para unsegundo referéndum. Había previsto antes que nadie la caída que el SNP tuvo en las últimas elecciones, y se mostraba confiado en que Alba podía ocupar ese espacio político.
Se va una figura sin la que es imposible entender lo qué es Escocia. Un país que hace tres décadas no tenía su propio Parlamento, que hace 10 años tuvo en sus manos dibujar su propio mapa y que ahora busca recomponerse, algo en lo que la muerte de Alex Salmond no ayudará.

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