Punto de vista
El mito del Don Juan ha alimentado un machismo que se justificaba con ínfulas literarias y que daba para hacer tesis y tesinas reaccionarias basadas en supuestos de índole racial y donde la violencia en general y la de género en particular presidía todas las acciones del protagonista.
Aquí nos encontramos con una versión literaria de Juan Mayorga muy bien pulida, aunque es imposible quitarle las partes más ripiosas de la obra de José Zorrilla que tiene pasajes de un conocimiento popular extendido y que para varias generaciones el contacto con esta obra era su momento teatral anual por excelencia.
El punto de vista de la directora se manifiesta en el tratamiento formal de toda su propuesta, en el tono de la declamación, en las intenciones que se muestran en las acciones y la gestualidad. No hay visos de amor romántico, sino que todo parte de una apuesta entre dos señoritos que muestran una lista de peleas, asesinatos, violaciones o conquistas. Nada que hoy pueda mostrarse como ejemplar, sino como repudiable.
Pero tratar a un clásico desde este punto de vista contrario a la ideología imperante en el texto y el personaje se debe hacer sin sutilezas. Mostrar descaradamente esas actitudes salvajes, hoy colocadas en el código penal, pero dejando que fluya la historia que tiene una parte final en donde parece que existe si no un arrepentimiento, al menos le vienen ataques de mala conciencia, se le aparecen los muertos para recriminarle su actitud.
Y la dirección de Blanca Portillo nos enseña la toma de postura rotunda, el punto de vista de manera definitiva en el último segundo de la obra: el escupitajo seco y despreciativo de dona Inés al recién muerto Don Juan. Oscuro final. Un aplauso.
El espacio escénico neutro, busca una funcionalidad que en ocasiones deja a los actores perdidos en un espacio desangelado, sin referencias. La interpretación de todo el equipo actoral se sitúa en la misma clave, el desarraigo, la crudeza, con una salvedad, todas las mujeres muestran una sensualidad destacable e incluso Brígida una iniciativa sexual por encima de toda duda, lo que añade otra mirada a estos personajes sumisos y pasivos.
Existen desigualdades de intensidad interpretativa. Hay cohesión de forma y fondo, consigue una identidad propia, un tono general admirable por su capacidad evocativa, con la inclusión de una cantante, una mujer embarazada, que le dota de aire distanciador pero sugerente al introducir músicas muy cálidas.
Una versión del «Don Juan» de acuerdo con la realidad socio-política actual, crítica con el donjuanismo y teatralmente radiante.

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