Joseba VIVANCO

Alemania y Messi se citan con la final más repetida de la historia

Decía el dramaturgo español Jardiel Poncela que en la vida solo unos pocos sueños se cumplen y que «la gran mayoría se roncan». Argentinos y alemanes quieren despertarse de este sueño mundialista en el que viven, pero quieren hacerlo como campeones. Será esta noche en Maracaná, el mito. La final que más veces se habrá repetido en la historia de la Copa del Mundo. Los europeos parten como favoritos, pero los sudamericanos tienen a Messi y Mascherano.

ALEMANIA - ARGENTINA

``El centro del mundo'' era el grueso titular que `manchaba' ayer la portada del diario deportivo ``L´Equipe'' sobre una fotografía nocturna del mítico Maracaná iluminado. No le faltaba razón. Millones de personas a lo largo y ancho del planeta seguirán la gran final mundialista que, por tercera vez, enfrenta a dos de los más grandes del balompié, Argentina y Alemania.

«Muchas veces me preguntan si adelanté de más el balón, si Schumacher salió tarde, si escuché a Valdano que me acompañaba por la izquierda, si creía que Briegel me iba a alcanzar... pero mi concentración estaba puesta en el arco solamente. No vi a Valdano, ni escuché a Briegel, pero sí fue la carrera más larga, feliz y difícil de mi vida», rememora Jorge Luis Burruchaga su gol a falta de seis minutos para el final que le dio la victoria ante los alemanes en México´86. «Cuando fui a festejar me arrodillé, extenuado, y al primero que vi llegar fue a Batista. Llegaba cansadísimo y se arrodilló enfrente mío con esa barba que tenía... siempre digo que fue como ver a Jesús, que nos decía que teníamos que ser campeones del mundo», prosigue Burru, integrante de una selección en la que ni sus compatriotas confiaban antes de aquella cita, como en este Mundial.

Cuatro años después, en Italia´90, Rudi Voeller cayó en el área argentina y el árbitro mexicano Edgardo Codesal señaló el punto fatídico pese a las airadas protestas de los jugadores albicelestes. «Voeller se me acercó y me dijo: `Venga, márcalo y somos campeones del mundo'. `Hombre, gracias', le respondí. `Como si no tuviera suficiente presión ya...», ríe hoy Andreas Brehme. Tomó carrerilla, chutó y marcó. Pocos minutos después, el árbitro señalaba el final del partido y Roma volvió a tener un emperador por primera vez desde el año 476 d.C. Mejor dicho, un Kaiser, Franz Beckenbauer, el seleccionador de aquel equipo campeón.

Hoy, esta noche, argentinos y alemanes se vuelven a ver las caras y, pase lo que pase, esperamos que al final de la final sean buenas las palabras del narrador germano Gerd Rubenbauer tras aquel título, cuando se despidió con un «nos lo hemos pasado en grande, señoras y señores». Será sinónimo de una gran fiesta del fútbol, aunque todo se decida casi en el último suspiro con un 3-2 en las botas de Burruchaga, o desde los once metros en los borceguíes de Brehme.

Alemania ¿más necesitada?

Esta vez puede que el protagonismo mundial se lo lleve Messi, o Müller -que nunca ha perdido contra el `10' argentino-, un día y una fecha reservados para ellos, protagonistas de esta cita con permiso de un terrenal Mascherano que debe insistir en que «no soy Rambo, ni San Martín», pero tiene claro que «el presente nos encuentra en un momento de felicidad, responsabilidad y expectativa. Ojalá estemos a la altura», o de Kroos, el nuevo descubrimiento de la prensa deportiva madrileña.

Argentina juega con la baza de su espartana solidaridad gregaria, de la que hizo gala ante Holanda en semifinales, y la confianza en que alguno de sus cuatros magníficos arriba tenga su día. Como también tiene claro que el 7-1 a Brasil de los alemanes fue un hecho que, como las inundaciones, solo se repite cada muchos, muchos años. Y de paso jugará vestida de azul, como aquel día en el Azteca mexicano del 86, tras cuya victoria por 3-2, por cierto, la camisola del `10' de Maradona se la quedó el volante inglés Steve Hodge.

Pero lo avisa el escritor Juan Tallón, autor de ``Manual de fútbol», «todas las selecciones tienen en la cara la marca de una vieja bofetada de Alemania. No importa cuánto tiempo haya pasado. Si por alguna razón su rastro empieza a borrarse, viene otro alemán y se encarga de poner las cosas en su sitio. Ni te das cuenta». Y ese es el miedo argentino y al mismo tiempo la confianza alemana.

«Volveremos volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser campeones, como en el 86», entonan las miles de gargantas albicelestes -se habla de que son unas 100.000- en Río de Janeiro, muchas acampadas en el mítico Sambódromo carioca, la hinchada más ruidosa de este Mundial.

Enfrente, 12.000 seguidores de Die Mannschaft con la misma ilusión, y todos ellos con ¿la misma presión? de volver a levantar una Copa del Mundo. Y es que si Argentina ansía tal logro porque, como diría Borges, es un país venal, o incluso por Messi y su cita con la historia, a Alemania le urge ese título tanto o más. Le apremia porque ante sí tiene el resultado en forma de jugadores de un arduo trabajo bien hecho durante años y que requiere ya de un premio así. Con un pasado mundialista envidiable y tras una desértica travesía de títulos, pero a la vez de transformación, Alemania necesita ya llegar a su destino. «Alemania necesita ganar por la idea», como lo sintetiza con acierto el periodista Ignacio Benedetti. Pero ayer, Joachim Löw lo matizaba: «En los últimos años hemos progresado y, si nos ganan, nada se desmoronará. El fútbol alemán tiene un futuro y yo no tengo ningún problema».

El técnico alemán sí confió en que «no lleguemos a los penaltis y decidir antes porque una tanda de penaltis depende de muchas cosas». Eso espera porque se mostró muy confiados en sus hombres a pesar de que «habrá mucha lucha. El que piense que Argentina es solo Messi es que no ha visto a Argentina». Uno de esos de más es Agüero, que sueña con «dejar todo para cumplir nuestro sueño y vivir felices el resto de nuestras vidas». Para ello «deberemos hacer nuestro juego, que es tener la pelota, pero también estar muy atentos a su contraataque, que es muy difícil de frenar». ¿Quién cumplirá al final su sueño?