Iñaki Plaza: «No te puedes relajar, el equilibrio físico-mental tiene que ser constante»
Lleva más de veinte años con el vaivén de la trikitixa; pero, además, Iñaki Plaza también es un excelente txalapartari. «Live DVD + Ekhi CD» recoge la actual propuesta del músico de Urduña, la unión de la triki con una banda de músicos más danza. Todo color y dinamismo.

Iñaki Plaza nace en Bilbo en marzo de 1976 por circunstancias de clínica, pero fue nacer y regresar a su ciudad, Urduña. No obstante, se le suele ubicar en Amurrio por un largo periodo de tiempo que vive intensamente en el pueblo, pero son ya diecisiete los años de residencia continuada en Urduña, entre cuyos verdes se retrata en la foto que nos acompaña, cerca de los bosques de Lendoño.
Su primera grabación se titula “20 Hatz Proiekt”, de abril de 2009. Disco que comparte con el gipuzkoano Ion Garmendia. «Es un disco muy orgánico, donde los materiales nada o poco transformados tenían un importante peso, txalapartas de madera, piedras, tubos etc... y la triki como columna vertebral», describe Plaza.
Justamente cinco años más tarde cuenta con “Ekhi”, su primer disco en solitario, dedicado a su hijo, fallecido tres años antes. La triki, el refuerzo de un grupo y la danza iluminan y expanden el proyecto.
El año pasado completa el ciclo “Ekhi” con la edición de “Live DVD + Ekhi”. Un doble, deuvedé más cedé, que recoge la diáfana valía de Iñaki Plaza y el dinámico resultado tras la mezcla de triki, banda y dantzaris. El deuvedé incluye el cedé de regalo “Ekhi”, además de un documental explicativo, casi didáctico.
«Mi interés por la música llega espontáneamente. De niño me gustaba experimentar con un pequeño teclado que me regalaron mis aitas y también disfrutaba escuchando música en un radiocasete donde las cintas soltaban chispas, jeje, pero no he tenido antecedentes en la familia excepto un osaba que era txistulari», recuerda. «Me llamaba mucho la atención el sonido de ciertos instrumentos nuestros, la triki, la txalaparta... Era una sensación muy especial, como si hubiera tenido relación con esos sonidos en un pasado. Fue esa ‘llamada’ la que me impulsó a probarlos, y hasta hoy», afirma, al tiempo que pide disculpas a sus vecinos por aguantarle durante su época de aprendizaje.
De 1994 a 1999 forma parte del grupo Izalde de Amurrio, así como de Sorbeltz, de mayor proyección. En 2001 se une al grupo de Kepa Junkera, al que acompaña durante cerca de seis años. También toca con Ibon Koteron, Etxak (Compañía de Euskadi de Txalaparta), Gontzal Mendibil... y puntuales colaboraciones en discos de Berrogüetto, Kukuma, Fran Idareta, Gere, Faltriqueira, Tejedor, Coetus..., así como numerosas salidas internacionales que le han llevado desde Europa a América y de aquí a China o Japón.
¿Cuándo deja de ser un chaval inquieto para convertirse en un músico profesional?, ¿de qué manera transciende?
Nunca me planteé estudiar trikitixa para dedicarme de pleno al instrumento, simplemente tocaba y disfrutaba. Las horas se pasaban muy rápido cuando me colgaba la triki. Poco a poco empiezas a salir a tocar: kalejiras, romerías, luego verbenas, conciertos... Un día miras atrás y no sabes muy bien el porqué, pero ahí estás, dedicando todo tu tiempo a la música. El requisito fundamental para dedicarte profesionalmente a la música es tener muy claro que es tu pasión, que disfrutas; ese es el valor añadido y lo que no tienen la mayoría de trabajos. También debes estar preparado para los cambios constantes en la profesión, a no parar nunca. No te puedes relajar, ya que nunca vas a dejar de estudiar, ni de tocar, el equilibrio físico-mental tiene que ser constante.
El proyecto puede cambiar, pero «Ekhi» es como es y no se ajusta a otras circunstancias.
La banda que me acompaña es fija, sí. El presupuesto es determinante, si no se puede hacer un concierto con banda no se hace. El proyecto es así y creo que hay que defenderlo tal y como fue concebido, para mí no tiene sentido mutarlo reduciéndolo a 3 o 2 músicos por el hecho de no perder un concierto. Siempre cabe la posibilidad futura de plantear otro proyecto con diferente formato, pero creado para tal fin, “Ekhi” no es el caso.
Trikitixa y danza comienza a ser cada día un proyecto vital para ciertos músicos.
Creo que la incorporación de dantzaris en espectáculos musicales es algo que viene haciéndose desde hace mucho. En mi caso me pareció interesante incorporar cuatro dantzaris en la grabación del deuvedé, sobre todo por darle forma visual a ciertos temas donde los ritmos de fandango, arin arin u otros como el del banako se camuflan en los temas. De esta manera, el espectador puede sentir esa danza en composiciones nuevas y bailarlas, y sorprenderse al ver a los dantzaris bailando como si estuvieran en plena dantzari-dantza, pero con otra música, otra instrumentación e incluso la voz. Actualmente me acompañan dos experimentados dantzaris, Izaro Otaegi e Ioritz Galarraga, este último perteneciente a la compañía de danza Aukeran Dantza Konpainia.
¿Compone según pautas que establece?
Dependiendo de lo que busque no mantengo el mismo proceso para todos los temas. Hay veces que tengo en mente una melodía y un desarrollo, grabo y voy añadiéndole instrumentos. Otras veces empiezo con una base rítmica, le añado la melodía y experimento con diferentes armonías hasta dar con lo que busco... En otras ocasiones te llaman para componer una canción para algo concreto y te tienes que ceñir al tema o al público que está dirigido y expresarlo con la música [el año pasado compuso la canción oficial de las fiestas de Amurrio, “Zu zeu jaia!”]. Lo que sí hago siempre es trabajar las composiciones en el estudio, es una forma de poder plasmar las ideas rápidamente y grabar todos los instrumentos que me puedo permitir en audio o midi hasta cerrar el tema. Después, cada parte de instrumento se lo paso a los músicos para que vayan aprendiéndoselo cara a la grabación final. Intento cerrar todo lo posible el tema tal y como lo siento, pero siempre hay algún cambio o idea de los músicos que también le da un aporte muy importante a las canciones.
¿Tiene predilección por las trikis italianas o simplemente no queda otra?
Sí, la procedencia de la mayoría de las trikitixas que llegan a Euskal Herria son italianas. En su día hubo una alianza Larrinaga-Guerrini, también Larrinaga en solitario, construidas aquí. La mayoría de las que uso son Zero Sette. Es la primera que tuve y me he acostumbrado a ella, también tengo alguna Castagnari, Honner, pero en mi caso siempre he utilizado italianas, no soy muy maniático, pero me gusta que entre ellas sean lo más parecidas posibles en cuanto a tamaño y peso, que tengan una mecánica estable y con buen equilibrio dinámico en todo el rango de frecuencias.
Ser un instrumentista de primer nivel conlleva ensayos duros, cierto sacrificio, ¿cómo lo lleva?
Practico menos de lo que me gustaría o debiera, jajaja, pero intento mantenerme en forma. Ensayar es bueno y necesario, pero también es muy importante salir de ese estado de “sólo música”. El reposo musical me aporta a veces tanto o más que el ensayo. Cuando empecé era lo único que veía en mi vida, tocar y tocar, y lo disfrutaba porque era todo pasión, pero hoy en día tengo un montón de inquietudes además de la música y pienso probarlas todas, o al menos intentarlo.
¿Qué vida lleva en Urduña, para muchos un rincón lejano de Euskal Herria?
Aquí se vive muy bien, llevo una vida normal, bastante casera. El entorno es espectacular, es un valle precioso y paraíso para la gente que le guste la montaña. No soy de practicar deporte con regularidad (¡algún día lo conseguiré!), pero hago algo de bici y, además, siempre que puedo intento escaparme para dar un vuelo en parapente y desconectar [se cuenta con el Txarlazo]. Aunque este invierno con el deuvedé no ha quedado mucho tiempo para el esparcimiento.
¿Qué historia hay detrás de los los niños que salen al final del deuvedé?
Son los amigos amigos de Ekhi, muchos de ellos compartían la UCI en el hospital, “Negarrik egiten ez duten umeak” es la canción que recoge ese momento. Situaciones límite donde estos pequeños héroes se comportan de manera especial, como si estuvieran conectados entre sí y con el pacto implícito de no llorar, cada uno dentro de su pequeña cárcel de cristal. Ahí es donde se acaban los problemas y todo lo que creíamos importante pasa a un segundo plano. Lo que más asusta de todo esto y enriquece a la par es cuando lo sientes de verdad.
«Creo que es buena idea poder tener en un mismo pack el trabajo de estudio y el directo»
También es un experimentado y solvente txalapartari.
La txalaparta era otro de los instrumentos que me emocionaba al escucharlo de joven. En “20 Hatz Proiekt” era pareja con Ion Garmendia. Antes habíamos estado tocando en otras formaciones y grabando colaboraciones en diferentes discos. Después Ion dejó el mundo de la carretera y desde hace tres años Kepa Calvo es mi “media naranja txalapartil”, jajaja. Siempre ha sido un apasionado de los instrumentos tradicionales vascos y cuando se presentó la oportunidad no lo dudó. Como buen batería, traía el ritmo de serie. Lo de la cantidad de tablas se debe a la necesidad de afinar la txalaparta, a pesar de que en origen no se afinaba, pero desde que se empezó a utilizar como instrumento musical acompañante de banda surgió la necesidad. Digamos que empasta el sonido mejor con las tonalidades de los temas y que permite crear melodías, acordes etc. En el deuvedé se ve también que llevamos unos bidones de pvc que añadidos a la txalaparta, forman un tándem muy curioso.
Deuvedé que recoge la riqueza del proyecto y al que le suma su anterior disco «Ekhi» como regalo.
Creo que es buena idea poder tener en un mismo pack el trabajo de estudio y el directo. Son dos conceptos muy diferentes y con distintos matices. Lo que se vive en un directo es único, irrepetible. El trabajo de estudio siempre es más preciso y “matemático”, a veces pierde esa frescura que el directo aporta.
¿Suele intervenir en algunos aspectos de la coreografía?
Intento ver los momentos donde la danza aporta al tema, sin que se solape información musical y visual restándose protagonismo. Lo difícil es lograr que todo fluya y que los bailes sumen, es un poco como la txalaparta. Abusar de todo no tiene sentido, es mejor dar pequeñas pinceladas que entusiasmen al público y conseguir un concierto dinámico, sin partes muertas. Una hora y media tiene que apreciarse corta, esa es buena señal y la danza es un añadido visual importante para tal fin.P.C.

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