Iker Bizkaguenaga

El disparate viene de serie y está asumido

Después de que varios guardias civiles hayan declarado en el TS, con un relato a cada cual más inverosímil sobre lo ocurrido en el intenso otoño de 2017, en la defensa de los líderes catalanes parece asentarse la idea de que cuanto más extravagantes sean los testimonios de los uniformados, menos credibilidad tendrán ante el tribunal y mejor les irá a ellos. Así lo expuso en Vilaweb Judit Gené, abogada de Meritxell Borràs y Joaquim Forn, quien sostuvo el lunes que «cuanto más deformen la realidad mejor para nosotros».

Ocurre, sin embargo, que los precedentes no abonan esa teoría, y quizá, una vez más, la parte catalana subestima la facilidad que tienen los poderes del Estado para asumir cualquier peaje por el bien superior de la unidad de España, y la capacidad de sus tribunales para tragar cualquier versión funambulesca o irregularidad procesal sin alterar el pulso. Hay un puñado grande de vascos y vascas que dan fe de ello.

Por poner un ejemplo conocido, en el macrosumario 18/98 comparecieron, no como testigos sino como peritos, varios policías y guardias civiles implicados tanto en la instrucción como en las operaciones comandadas por Baltasar Garzón. Uno de ellos fue el agente D-10437-T, conocido dentro y fuera de la sala como “Tango”, que se convirtió casi en una infame celebridad en Euskal Herria gracias a sus alambicadas teorías destinadas a sostener la máxima de que todo era ETA. Imposible olvidar a ese personaje de dicción marcada que defendía, impasible el ademán, que la organización armada estaba detrás de organismos como Kakitzat, Askagintza, la plataforma A-8 Doan, los gaztetxes y las ikastolas. Tan grave o más fue la declaración de su colega G-96330-W, que acusó a todos los abogados de la defensa de trabajar a las órdenes de ETA, o la asunción por parte del perito-jefe de que en 1996, nueve años antes del juicio, ya había redactado informes valorando que «la negociación política nunca servirá para traer la paz» y que la negociación «debería perseguirse judicialmente como un delito». Ese guardia civil “orientó” a Garzón sobre cómo realizar las diligencias previas, y años más tarde declaró, de forma imparcial, claro, en ese juicio que él mismo había cocinado.

La vista del 18/98 fue un escándalo, en fondo y forma. Pero coló. Por eso no aconsejaría a nadie que confiara en que los disparatados testimonios policiales erosionen la acusación. El esperpento no es lo que digan los guardias civiles, el esperpento viene de serie y todo lo demás sólo sirve para tunearlo.