
Dos semanas después de permanecer en estado de coma, la familia del cineasta afroamericano John Singleton comunicó ayer la «angustiosa decisión» de retirarle el soporte vital tras aceptar el «cuidadoso consejo de los médicos que le han tratado».
Singleton, de 51 años, fue hospitalizado en Los Ángeles después de que se sintiera mal tras haber regresado de un viaje a Costa Rica. El realizador pudo llegar al hospital por su propio pie, pero el 17 de abril sufrió un derrame cerebral que hace dos semanas derivó en un coma.
El chico el barrio
Considerado como un referente del cine afroamericano en los años 90, Singleton entró por la puerta grande en Hollywood gracias a ‘Boyz n the Hood’ –‘Los chicos del barrio’–, un aclamado drama urbano que giraba en torno a la cruda y violenta trastienda social que se escenificaba en los barrios más populosos de Los Ángeles. En realidad fue tal el impacto que cosechó este filme que su autor jamás pudo superar las espectativas que despertó esta telúrica ópera prima. Ejemplo de ello fue una filmografía muy irregular que se prolongó mediante filmes que inicialmente apostaron por reivindicar el rol de la comunidad afroamericana desde una óptica intelectual y alejada de los estereotipos, ‘Justicia poética’ (1993).
Dos años más tarde, en ‘Semillas de rencor’, reincidió en una de sus constantes habituales; la necesidad de recordar a la juventud afroamericana la importancia de acceder a un sistema educativo a pesar de sus manifiestas imperfecciones. En dicho filme se ponía de manifiesto la violencia imperante en la Universiad de Columbus, un auténtico hervidero nazi y racista vigilado por estudiantes que abanderan la supremacía blanca.
Su cuarta película recreó la explosión de violencia racial que se desencadenó en el año 1923 en la localidad de de Rosewood y en el año 2000 provó fortuna en el cine comercial con el muy decepcionante remake de ‘Shaft’ protagonizado por Samuel L. Jackson. En su siguiente proyecto –‘Baby Boy’– (2001) quiso retornar a su senda habitual mostrando a jóvenes afroamericanos cuya irresponsabilidad y carencia de modelos les llevan a pretender lograr una madurez teniendo hijos pero viviendo bajo el techo de sus padres. Esta irregular y ácida visión parcial de la comunidad afroamericana daría paso a su etapa más comercial con ‘A todo gas 2’ (2003) y con la vulgar relectura en clave de thriller urbano que hizo del western de Henry Hathaway ‘Los cuatro hijos de Katie Elder’ y que llevó por título ‘Cuatro hermanos’.
Su siguiente largometraje, ‘Sin salida’ (2011) lo distanció por completo de sus origenes y culminaría su etapa fílmica. A partir de entonces desarrolló su labor en series de televisión como ‘Empire’, ‘Billions’, ‘American Crime Story: The People v. O.J. Simpson’, ‘Rebel’ y ‘Snowfall’.
John Singleton en Zinemaldia
Cuando John Singleton aterrizó en Zinemaldia con ‘Los chicos del barrio’ –fue proyectada en Zabaltegi en el 91–, llegaba tras su exitoso paseo por Cannes, donde fue muy bien acogida dentro de la sección Un certain regard. Al año siguiente, Singleton se convertiría en el primer cineasta negro en ser nominado a Mejor Director y en ser el más joven de la historia de los Óscar, pero antes de que ocurriera todo ello, en uno de los salones del hotel María Cristina, asomaba un chaval de 22 años ataviado con una bisera de béisbol que se disculpó ante los micrófonos de Egin Irratia porque se encontraba muy cansado por culpa del jetlag.
Recién aterrizado de Los Ángeles, Singleton explicó en su entrevista que «antes de filmar ‘Los chicos del barrio’ no sabía nada de cine. Es verdad que había cursado mis estudios de cine y me desenvolvía muy bien en la teoría, pero todo eso no sirvió de nada porque en cuanto se encendió el piloto verde que indicaba que las cámaras estaban en marcha, me asusté muchísimo».
En relación a cómo surgió una película como ‘Los chicos del barrio’, el cineasta recordó que «en realidad tan solo quería contar lo que yo he vivido. No encontraba en las salas de cine una historia en la que se mostrara de manera clara lo que estaba pasando en Los Ángeles y yo quería contarla. Creo que más allá de la violencia que impera en las calles, lo que pretendo es recordar a mi gente lo importante que es la educación. Necesitamos gente que tenga carreras universitarias o una preparación cultural que nos permita aspirar a ser algo más que carne de cañón. En cierta medida me siento afortunado porque tengo amigos que, al igual que lo que ocurre en mi película, murieron a causa de un tiroteo o por culpa de las drogas. El rodaje fue muy duro porque rodamos en territorios en los que la violencia te asalta en cada esquina. Por fortuna, mantuve una conversación con miembros de Nation of Islam que aceptaron lo que yo quería filmar y dónde quería filmar. Finalmente, estos ordenaron a Fruit of Islam que se encargaran de nuestra seguridad durante el rodaje y de esta manera pudo hacerse el filme».

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