Ibai Azparren
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad
Entrevista
Iñaki Egaña
Historiador y autor de «El Proceso de Burgos. 50 años después»

«El Proceso de Burgos fue una victoria de tipo comunicativo, rompió todas las barreras»

Iñaki Egaña publica con Txertoa ‘El Proceso de Burgos. 50 años después’, una obra que pretende dar a conocer «el juicio más influyente de la Euskal Herria del siglo XX» y aportar nuevos elementos que hasta ahora no habían salido a la luz.

Iñaki Egaña, autor del libro ‘El Proceso de Burgos. 50 años después’.
Iñaki Egaña, autor del libro ‘El Proceso de Burgos. 50 años después’.

«El juicio más influyente en la Euskal Herria del siglo XX». ¿Por qué?
El juicio de Burgos tuvo precedentes y ha habido juicios posteriores que probablemente hayan tenido una relevancia política mayor. En 1937, por ejemplo, hubo juicios que llegaron a albergar hasta 229 imputados. Posteriormente, hemos conocido el 18/98 que han sido más de 70. En Burgos fueron dieciséis, unas cifras menores, pero en el inconsciente colectivo vasco creo que se ha convertido en el juicio vasco por excelencia del siglo XX. ¿Por qué? Porque, a finales de los años 60, las turbulencias políticas en Europa y en el mundo eran excepcionales y el juicio de Burgos hizo que, durante una semana, tanto por las movilizaciones como por las peticiones fiscales de penas de muerte y por el secuestro de un cónsul alemán, Euskal Herria se convirtiera en el foco de todos esos movimientos alternativos. Luego creo que hay que añadir que hubo una serie personalidades políticas internacionales, entonces de rango mediático importante, desde Olof Palme en Suecia hasta Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre en el Estado francés, que dieron su apoyo a la causa vasca.

Se ha querido calificar lo acontecido en torno al proceso como una expresión meramente antifranquista. Pero lo que los encausados argumentaban ¿no iba más allá?
Es curioso las lecturas a posteriori que se pueden hacer, por la evolución política de cada uno de ellos, incluso por la evolución política de los abogados defensores. Entonces todos ellos se definían como marxistas leninistas. En 1989 cayó el muro de Berlín, los procesos del socialismo real han sido lo que han sido, pero la definición ideológica de los imputados era clara. En 1970, pocos meses antes de que comenzara el juicio, había habido una escisión dentro de ETA y la mayoría de los escindidos se posicionaron con ETA VI, que luego se convirtió en la LKI, que eran marxistas leninistas, incluso trotskistas. Ideológicamente estaban muy alineados con posiciones del marxismo clásico.

Todo comienza con el atentado de Melitón Manzanas, saludado por casi toda la oposición al régimen franquista. 50 años después, todavía no ha salido a la luz quién fue su autor material...
Ahí hay algunas cosas curiosas, que con los años hemos sabido y que se desvelan en el libro. Entre ellas, que Manzanas iba a ser la víctima en Gipuzkoa, pero que había también otro comisario en Bizkaia, de apellido Junquera, y que había otro comando preparado para ejecutarle. Las dos acciones se tendrían que haber realizado el mismo día, pero el comisario de Bilbo adelantó unos días sus vacaciones y el comando no actuó. Por otro lado, habría que citar también que, a partir de la desclasificación de cierta documentación, hemos conocido que el que fue imputado en el juicio por la muerte de Melitón fue la sexta opción que manejó la Policía en sus investigaciones. El juicio, de cualquiera de las maneras, se centró en quiénes habían ordenado la muerte de Manzanas y para eso lo que hicieron fue tomar referencia de una reunión, un Biltzar Ttipia de ETA, en la que supuestamente se había ordenado aquello. Esa fue la excusa pero la realidad fue otra. Se quiso juzgar a ETA porque, en realidad, los imputados fueron 32 pero solo pudieron detener a 16. Los otros 16 estaban en busca y captura y, como es sabido, en el Estado español alguien que está en busca y captura no puede ser juzgado.

Sin embargo, en el libro señala que incluso alguno de ellos, como Antton Karrera, ni siquiera era miembro de la organización.
Se dijo entonces que se juzgaba a la dirección de ETA, pero es falso. En varios de los escritos, incluso en las diligencias que tuvieron acceso los abogados, Antton Karrera reconoce que le intentaron captar para militar en ETA y él, que entonces militaba en CCOO, dijo que no. Es juzgado por haber dejado un coche en alguna ocasión a Jose Mari Eskubi, que además no fue ni siquiera juzgado, porque era uno de los que estaba en busca y captura.

¿Fue el Proceso de Burgos una especie de puerta de entrada a ETA, de catalizador, para esa generación que durante el juicio tenía 15-16 años?
El Proceso de Burgos encontró a ETA en uno de los momentos más débiles de su historia. Es curioso porque en los dos años posteriores al juicio muchísima de la militancia que fue con la VI Asamblea, entre ellos los imputados, volvieron con ETA V, incluso gente con carisma dentro de la historia de la organización como fue el caso de Argala, que en un primer momento marchó a ETA VI. Un hito de esta magnitud que provocó huelgas, manifestaciones y una represión brutal, con toda esa liturgia revolucionaria, se convirtió en mito. Y lo que sucedería más tarde, en 1975, con las manifestaciones a favor de Txiki y Otaegi, supuso que una parte importante de la juventud vasca, incluso algún sector que había participado en la Guerra Civil y había perdido, mostrase su simpatía por este nuevo movimiento de liberación nacional que había sido ETA.

¿La intención de escribir el libro surge por el 50º aniversario o por la necesidad de reescribir lo sucedido y aportar nuevos elementos?
Creo que el aniversario da una oportunidad mediática para tener más presencia en la sociedad. Es evidente que tenemos problemas inmediatos mucho más importantes que recordar sobre aspectos de nuestra historia pero, por otro lado, existe también un hecho evidente: que 50 años después he tenido acceso a información que hasta ahora había estado inédita. No tanta documentación relacionada con los movimientos de ETA, sino documentación relacionada con la estrategia seguida por el régimen, las detenciones... Es cierto que el expediente completo, que se encuentra en un archivo en Ferrol, no es posible consultarlo porque no han pasado 50 años exactos e incluso en diciembre habrá problemas para hacerlo, pero sí es verdad que todos estos archivos parciales son consultables y nos han dado muchas pistas no para reescribir pero, por lo menos, para profundizar.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido mientras escribía el libro?
Más que sorprender, lo que más me ha activado ha sido el contacto con sus protagonistas. Soy de una generación posterior al proceso de Burgos y, a pesar de que a muchos los conocía y a otros no tanto, mantener conversaciones, tomar un café y comer con alguno de los protagonistas y que contasen cosas para mí ha sido muy gratificante. Por otro lado, me ha sorprendido la audacia de ciertas acciones de ETA a la hora de escribir los dos capítulos relacionados con el secuestro de Beihl y con la operación de intento de rescate de los presos en Burgos, que no fructificó por pequeños detalles y mala suerte. Si la fuga hubiera sido exitosa, ahora mismo estaríamos hablando de uno de los mayores hitos y mitos de la historia reciente del País Vasco. Incluso estaba preparada la presentación de los fugados en un local en París.

Como decía, no era el primer consejo de guerra contra militantes ni tampoco sería el último. ¿Cuál es la clave de la victoria en Burgos?
La clave es el que el Gobierno franquista no esperaba un juicio en estas coordenadas. Hasta entonces los juicios a ETA eran juicios de ruptura, no reconocían al tribunal y se acababa. Pero, en este caso, los imputados y la defensa decidieron cambiar la estrategia. Sí que fue un juicio de ruptura, pero después de que todos declarasen. La presencia en la sala de observadores internacionales provocó asimismo que tuviera ese eco, sobre todo en el Estado francés, y se pudiera trasladar temas tan opacos hasta entonces como el de las torturas o el aislamiento en prisión. Fue una victoria de tipo comunicativo, rompió todas las barreras.

Por otro lado, la movilización popular fue importantísima. Había un descontento general en los centros de trabajo y lo laboral trascendió a lo político. Creo que se da una conjunción: un movimiento obrero que está muy maduro y que coincide con el apoyo a los imputados. Para entendernos, desde el Partido Comunista hasta el Partido Nacionalista Vasco apoyaron a los encausados. Luego hay un tercer elemento que es la protesta internacional, algo que sorprende al régimen. Una protesta en la que toman parte sectores muy novedosos: trotskistas, comunistas, religiosos, democracia cristiana, socialdemocracia europea...

Y luego hay un último elemento al que no se le da demasiada importancia, como es el secuestro de Beihl. Gracias a los archivos de Federico Krutwig y Manuel Irujo, he podido hacer el balance de cómo fue aquello. Con todo ello, Euskal Herria se va a convertir en un foco revolucionario hasta el punto de que algunos periódicos de gran tirada en Europa dicen que Euskal Herria se puede convertir en el nuevo Vietnam, algo lejos de la realidad pero que, en cierta medida, sirve para visualizar el ambiente de la época.