Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

La masacre de Novochervask como síntoma de la crisis del sistema soviético

QUERIDOS CAMARADAS
Rusia. 2020. 116’. Tít. Orig.: ‘Dorogie tovarishchi!’. Dtor.: Andrei Konchalovsky. Guion: Andrei Konchalovsky y Elena Kisileva. Prod.: Andrei Konchalovsky y Alisher Usmanov. Int.: Yuliya Vysotskaya, Vladislav Komarov, Andrei Gusev, Yuliya Burova. 

Andrei Konchalovsky dirigiendo a la pareja estelar formada por Vladislav Komarov y Yuliya Vytsoskaya. (NAIZ)
Andrei Konchalovsky dirigiendo a la pareja estelar formada por Vladislav Komarov y Yuliya Vytsoskaya. (NAIZ)

Asus 83 años, el maestro Andrei Konchalovsky vuelve a estar en plena forma, tras recibir el Premio Especial del Jurado en la Mostra de Venecia y el Hugo de Plata a la Mejor Dirección en el festival de Chicago por su última película, ‘Queridos camaradas’ (2020), rodada en blanco y negro al igual que su anterior ‘Paraíso’ (2016), con la que forma un díptico sobre crisis históricas de poder, soviético y nazi respectivamente.

También ambos títulos conectan entre sí por la presencia estelar de la actriz Yuliya Vysotskaya, que es la actual pareja sentimental del veterano cineasta que lleva seis décadas en activo.

Su definitivo lanzamiento internacional se debió a su clásico premiado en Cannes ‘Siberiada’ (1978) y, tras una irregular etapa en Hollywood, su vuelta a Rusia ha supuesto una consolidación autoral de la mano del León de Plata a la Mejor Dirección, obtenido en la Mostra de Venecia con ‘El cartero de las noches blancas’ (2014).

‘Queridos Camaradas’ (2020) es una película monumental, como lo podía ser ‘Siberiada’ (1978), pero en todo este tiempo el estilo de Konchalovsky ha evolucionado y va más allá del obvio discurso de la disidencia contenido en ‘El círculo del poder’ (1991), una coproducción del deshielo con Tom Hulce dando vida al proyeccionista de un Stalin caracterizado por Bob Hoskins.

En la primera parte de la película Konchalovsky recrea la masacre de Novocherkask y sus consecuencias, pero en la segunda no se limita a retratar una época, sino que, a través de un drama humano, disecciona por dentro la caída de un sistema y las vidas que se lleva por delante.

Lyuda es miembro del partido local y su hija se encuentra entre la lista de desapariciones a raíz de la represión contra las protestas obreras en aquel año de 1962, lo que la lleva a dudar de sus creencias, junto con un oficial de la KGB que la ayuda en su búsqueda en un universo kafkiano en declive.