Mikel ZUBIMENDI
Entrevista
Ingo NIEBEL
Autor del libro ‘A la caza del primer lehendakari’

«Los nazis querían coger a Agirre, sí, pero no se esforzaron mucho»

Doctor en Historia y periodista, colaborador habitual de GARA, Niebel acaba de publicar con Ediciones B un interesante ensayo construido con materiales inéditos sobre la desconocida huida del lehendakari Agirre de la caza de Franco y la Gestapo.

Ingo Niebel
Ingo Niebel (NAIZ)

Niebel ha investigado la fuga del lehendakari Jose Antonio Agirre  por Bélgica y Alemania, en un trabajo que nos lleva por campos de batalla, entre cloacas y espías, profundizando en la complicidad represiva de los regímenes de Franco y Hitler y también en las ambiguas relaciones que mantuvieron.

¿Qué podemos esperar del libro 'A la caza del primer lehendakari'? ¿Cuáles son las revelaciones y claves a las que hay que prestar atención?
El libro se centra exclusivamente en investigar cómo fue la fuga de Agirre. Por un lado, he querido saber hasta qué punto su relato sobre sus doce meses escondidos en Bélgica y en Alemania era fiable. Por otro, me ha interesado la colaboración policial entre los regímenes nazi y franquista, comparando el caso de Agirre con los del president catalán Lluís Companys y su homólogo republicano Francisco Largo Caballero, que sí cayeron en manos de los alemanes.

Una vez aclarado eso, me he preguntado por qué fue un éxito la fuga, si podía explicarse científicamente por qué Agirre logró escapar. Lo he divido en dos partes. En la primera, presento los resultados de la investigación, y en la segunda, su making of, revelando fuentes y aportando todos los datos que hacen mi trabajo revisable y, por lo tanto, científico.


Sus fuentes principales han sido el libro 'De Guernica a Nueva York pasando por Berlín' que vio la luz en Argentina en 1943, y su diario personal, publicado en 2010. Si le seguía la Gestapo, ¿por qué se reunió con su mujer y sus dos hijos en Berlín para escapar 9 días más tarde de la Alemania nazi?
Sí, con esas dos fuentes personales de Agirre tejo el hilo conductor, al que añado otros más. Agirre, mejor dicho el panameño Álvarez Lastra –esa era su identidad falsa–, va a Alemania porque en Bélgica los nazis habían llegado hasta su familia, deteniendo a su hermano Juan Mari. Las circunstancias le hicieron ir al Reich, porque esperaba que desde ahí diplomáticos latinoamericanos le podían ayudar a viajar a las Américas pasando por Rusia, Grecia, Suiza o Suecia. No quiso abandonar Europa sin su esposa Mari y los hijos, Aintzane y Joseba Andoni, ambos menores de edad. Por eso se reunió con ellos en Berlín.

Como cualquiera en esas circunstancias, Agirre lo pasó anímicamente mal. Recuperaba su equilibrio interior con «ejercicios espirituales» que había aprendido con los jesuitas. Eran una forma de meditar para poner orden en la cabeza.  


Pero la ficha del lehendakari Aguirre en los archivos de la Gestapo tampoco es que fuera muy extensa, más bien parecía que la Orden de la Calavera tenía otras prioridades.
Las personas y las cosas tienen la importancia que les damos. Agirre era una persona muy importante para el PNV y para el exilio vasco porque representaba la continuidad del Gobierno de Euzkadi (así se escribía entonces) y para todos los abertzales que veían en él la institucionalización del proyecto político nacional. La Gestapo le restó importancia a todo esto. Los «vascos», en comparación con los «comunistas» y los «judíos», no formaban parte de sus grupos de enemigos. Incluso el vicelehendakari José María Leizaola les parecía «más importante», «más peligroso» que Agirre, porque según su ficha, publicó un artículo firmado en una revista del exilio alemán. El «peor» era Lluís Companys, la Gestapo le tachó de «comunista».  

Aparte del infausto falangista Urraca, policía de la misma calaña que Melitón Manzanas, poco se sabe de los agentes que fueron tras él.
El policía de la Dirección General de Seguridad (DGS) Pedro Urraca Rendueles es una persona clave para entender la persecución del exilio republicano, catalán y vasco en la II Guerra Mundial, y luego durante la Guerra Fría. Urraca encarna, además, la continuidad del aparato represivo franquista hasta los años 80, cuando, por cierto, se le jubila por un caso de malversación. Al mismo tiempo, es el chivo expiatorio para todos aquellos que obraron como él.

El líder de la SS, Heinrich Himmler, y el jefe de la Oficina General de Seguridad del Reich (RSHA), Reinhard Heydrich, podrían haber organizado una batida de sabuesos, una de sus habituales comisiones especiales, para perseguir a Agirre. No hay documentos que acreditan que lo hicieron. Lo que sí ocurrió es que en Bélgica detuvieron al hermano de Agirre, Juan Mari. Desde 1937 vivía legalmente allí. Para llegar a él bastaba con enviar una patrulla a su casa o a su trabajo. Le tuvieron dos semanas «incomunicado» antes de interrogarle, sin maltratos físicos. Juan Mari no reveló el paradero de su hermano. Además los alemanes contaban con que Agirre se había refugiado en Inglaterra. El exilio vasco en Bélgica hizo correr este bulo.


Ofrece datos de las estancias del director de la DGS, José Finat, y del ministro falangista Serrano Suñer, en Berlín.
A finales de agosto de 1940, Finat llega a Berlín para estudiar el sistema represivo alemán. Los nazis habían implantado su dictadura con medios policiales,  sin tener que recurrir a una guerra civil. La DGS se encontraba en una fase de reconstrucción y necesitaba aprender de los métodos de la RSHA de Heydrich. Serrano Suñer llegó a Berlín como el «enviado» de Franco. Hitler y su ministro de Exteriores, Joachim von Ribbentrop, entendieron pronto que no tenía licencia para negociar, que había que tratar directamente con Franco. Hubo más diferencias y disputas de las que se cree entre Berlín y Madrid.

Aparte de cuestiones como la conquista de Gibraltar, a la SS y a la diplomacia alemana les interesaba ante todo que el Estado español se hiciera cargo de los 120.000 refugiados republicanos en Francia. Pero Madrid daba largas: que si por la hambruna no los podía alimentar, que si tampoco los podía controlar… Hartos de la pasividad española, los alemanes decidieron enviar a los combatientes republicanos –los Rotspanienkämpfer– al campo de concentración de Mauthausen. Esto fue una semana después de que Himmler estuviera todo un día con Serrano Suñer, estando este aún en Berlín. No lo hubieran hecho sin consentimiento de Suñer, al menos no en aquel momento. La delegación española la integró también Urraca, a pesar de ser un policía de rango bajo.


¿Cada vez que los franquistas visitaban Berlín había consecuencias concretas para la familia Aguirre?
Bueno, la detención de Juan Mari se produce después de la visita, cuando Suñer y Urraca se trasladan un par de días a Bélgica a invitación de los alemanes. Pienso que la RSHA sí quiso dar con Agirre para que Himmler lo llevara como un trofeo a Madrid, pero sin esforzarse mucho. Finat había invitado al líder de la SS y la visita se realizó en octubre. Cuando los alemanes sueltan a Juan Mari, poniéndolo bajo «libertad vigilada», le dicen que tienen interés en hablar con su hermano. El lehendakari no accede a esa oferta, e incluso advierte a su hombre de confianza en París, Francisco Javier de Landaburu, que no caiga en la trampa de una colaboración con los nazis. Landaburu le hace caso.


Tras la derrota nazi de 1945, el aparato represivo español queda intacto y Urraca sigue de caza. Con el hermano del lehendakari, parece que se lo toma como algo personal, ¿verdad?
Yo también me sorprendí cuando encontré un dossier de la seguridad belga en la que se sospechaba que Juan Mari Agirre y su socio Martín de Lasa colaboraban con los soviéticos... ¿Dos jeltzales de pura cepa al servicio de la URSS, cuando Agirre y otros colaboraban con la Inteligencia de EEUU? En fin… Al final encontré un documento desclasificado de la CIA que revela el papel de Urraca en Bélgica y que permite relacionarle con la denuncia anónima contra Juan Mari Agirre.