Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

Jan Jönson: «Beckett se rió tras la fuga de los presos que iban a representar su obra»

Las carteleras de Euskal Herria acogen el estreno de ‘El triunfo’, una producción del Estado francés basada en la experiencia del director de teatro Jan Jönson cuando quiso representar ‘Esperando a Godot’ con reclusos suecos y la amistad que le unió al autor de esta obra inmortal, Samuel Beckett.

Jan Jönson y Samuel Beckett en el documental 'Les prisonniers de Beckett' (2005)
Jan Jönson y Samuel Beckett en el documental 'Les prisonniers de Beckett' (2005) (ADR PRODUCTIONS)

Producida por el director Robert Guédiguian y protagonizada por Kad Meran, ‘El triunfo’ es una comedia sobre un grupo de presos y la relación que compartieron con el director de teatro que los instruyó en la puesta en escena de ‘Esperando a Godot’. Dirigida por Emmanuel Courcol, la película está basada en las experiencias reales del director de teatro Jan Jönson.

En 1985, este actor y director sueco puso en escena ‘Esperando a Godot’, de Samuel Beckett (Dublín, 13 de abril de 1906 - París, 22 de diciembre de 1989) con los reclusos de la prisión de alta seguridad de Kumla. El día del estreno público en Gotemburgo, cinco de los seis actores se fugaron.

Para Jönson aquello supuso una experiencia teatral única: «En ese momento –recuerda–, yo era actor en el Teatro Nacional Sueco. Llevaba varios meses haciendo un monólogo, ‘The Man Himself’, del estadounidense Alan Drury, que es la confesión de un joven en busca de su identidad. Después de la última función en Estocolmo, un espectador vino a verme. Me dijo: ‘No dejes de hacer este espectáculo, es una obra muy importante. Deberías representarlo en todos los teatros, pero también en las universidades, ¡en todas partes!’. Era un funcionario de la prisión de Kumla y me pidió que realizara el espectáculo para los reclusos de su prisión».

Tras este primer acto, el director  aceptó e interpretó la obra ante 75 presos que le «miraron de 30 maneras diferentes como poco, intentando averiguar quién era yo. Dije la primera frase de mi monólogo ‘Me llamo Michael’ y uno de los prisioneros me mandó a la mierda inmediatamente y lo acompañó con un gesto muy explícito. Yo estaba un poco asustado, así que repetí: ‘Me llamo Michael’. Lo miré de reojo y me di cuenta de que estaba empezando a escuchar. Al final del espectáculo, no hubo aplausos. Silencio total. Cuando me fui del escenario, los funcionarios de prisiones me pidieron que volviera y hablara con los presos. El tipo que me había insultado se puso de pie y dijo: ‘Vuelve y enséñanos a hacer teatro’. Me entregó una rosa roja. Nunca supe de dónde la había sacado».

Tras esta primera toma de contacto, cobró forma la idea de representar ‘Esperando a Godot’. Según Jönson, «me dije que parecían los personajes de la obra de Beckett. Así que le contesté: ‘No sé si puedo enseñarte a actuar, pero podría volver y leer una obra de teatro’. ‘¿Cuál?’, me preguntó. ‘Esperando a Godot’. Después, otro hombre se puso de pie y dijo con voz profunda: ‘Beckett es mi héroe’. El director de la prisión estuvo de acuerdo en sacar adelante este proyecto».

Los ensayos con los reclusos se prolongaron durante mucho tiempo y había un problema: tan solo contaban con los derechos para representar el primer acto. La obra se escenificó en la prisión y posteriormente surgió la posibilidad de ser visionada en un teatro de Gotemburgo.

Tocata, fuga y la risa de Beckett

El tercer acto tuvo  un elemento muy especial para el director: una carta de Samuel Beckett. «Beckett había oído hablar de nuestro trabajo y quería verme. Quedamos en encontrarnos en un café de París. Le hablé de la prisión, de los ensayos y de lo que habíamos hecho. Me miró fijamente: ‘¿Por qué solo representaste la mitad de la obra?’, preguntó. Yo le contesté: ‘No teníamos dinero para pagar los derechos completos’. Cogió una servilleta de papel y escribió a lápiz que me estaba ofreciendo la obra. ‘Vete a casa, enséñale esto a mi editor sueco, vuelve y cuéntame qué ha pasado’».

En Gotemburgo se agotaron todas las entradas y, poco antes de alzarse el telón, cuatro de los cinco actores se fugaron. Tras este suceso, Jönson volvió a reunirse con el prestigioso dramaturgo irlandés en París.

«Me pregunto: ‘Háblame de la actuación’. Le dije: ‘Sam, tuvimos algunos problemas’. Me dijo: ‘¿Qué tipo de problemas?’. Yo le contesté: ‘Seis horas antes de subir el telón todos salieron corriendo, menos Pozzo’. El me preguntó: ‘¿Se escaparon?’. Se echó a reír y no podía parar. Luego me dijo: ‘Es lo mejor que le ha pasado a mi obra desde que la escribí’».

El epílogo de esta narración ocurrió un poco después, cuando Jönson recibió una carta del director de la prisión de San Quintín en California que le propuso que repitirera la misma experiencia.

Posteriormente fue a cárceles de mujeres para poner en escena ‘La casa de Bernarda Alba’, de García Lorca, y ‘Los días felices’, de Samuel Beckett.

El director de teatro añade: «Me hice amigo de Samuel Beckett. Un día le enseñé un vídeo de San Quintín. Estábamos con Barney Rosset, su editor estadounidense. Al final, Sam me miró y me dijo: ‘¿Quién eres tú? ¿Por qué hiciste todo eso?’. Yo le respondí: ‘Me gustan los silencios de tu trabajo’. Lo miré y le dije: ‘También me gustan los silencios de tu rostro’. Me devolvió la mirada y me dijo: ‘He visto las raíces de mi obra en tu trabajo’».