Natxo Matxin
Redactor especializado en deporte. Osasuna

Mariburruntzi, el revoloteo acuático de la perseverancia

Hace apenas un mes sus componentes se colgaron la plata por equipos y el bronce por dúo en la categoría máster del Europeo de Roma de natación sincronizada, un reconocimiento al esfuerzo que lleva realizando desde hace más de una década Mariburruntzi Sinkro Taldea.

Las componentes de Mariburruntzi Sinkro Taldea, en la piscina de Anaitasuna, club al que representan.
Las componentes de Mariburruntzi Sinkro Taldea, en la piscina de Anaitasuna, club al que representan. (Iñigo URIZ | FOKU)

«Se puede empezar a practicar deporte en edades adultas», afirma con rotundidad Garbiñe Rekarte. Sabe de lo que habla. Ella, Rakel Elizalde, Irene Aldabe, Ana Lana, Alicia Otaegui, Laura Garde, Lola Sarriguren y Anita Bonhomme, junto a su entrenadora, Isis Mínguez, se tiraron a la piscina a finales de 2009.

Materialmente. Todas ellas habían competido con diferentes clubes siendo más jóvenes –«en aquella época había una rivalidad sana», matiza Aldabe– y ese «buen rollo y cordialidad que mantuvimos después de dejar de nadar» les volvió a unir con el paso del tiempo en un proyecto que ya ha superado la década y va para largo.

La chispa surgió después de que Rekarte viese a Isis Mínguez impartir unas clases de natación sincronizada en el Centro Recreativo Guelbenzu. Mallorquina y campeona infantil estatal, había trabajado previamente con categorías inferiores en el Club Natación Kallípolis, pero el amor le trajo hasta Iruñea. Ni corta ni perezosa, Rekarte le planteó a la entrenadora la posibilidad de dirigir un equipo femenino de categoría máster. Mínguez aceptó el reto a bote pronto.

«Veníamos del mundo de la natación tradicional, que incluye unas pruebas muy encorsetadas, y, en cambio, descubrí que, con la modalidad de la natación sincronizada, había toda una infinidad de posibilidades que se podían realizar en el agua, lo que implicaba aprender una serie de técnicas y también constituir un grupo», relata Rekarte.

Dicho y hecho, tiró de agenda teléfonica para engatusar con la idea a las antiguas rivales-amigas. A algunas costó más tiempo convencerlas, pero otras se lanzaron de cabeza para poner en marcha la iniciativa. Finalmente, en diciembre de 2009 comenzaron un curso con una periodicidad quincenal.

«Era solo una hora, un sábado cada dos semanas, pero ese día era muy esperado y lo dábamos todo. Fueron unos inicios maravillosos, en los que hacíamos cosas sencillas que nunca antes habíamos practicado, aunque también sufríamos mareos y desorientación, porque no estábamos acostumbradas a determinadas posiciones bajo el agua, pasábamos frío al estar estáticas y aprendimos a aguantar la respiración», recuerda Elizalde.

Su primera exhibición, el trampolín

Aquel curso tenía fecha de caducidad, finalizaba en junio. Pero sucedió algo que cambió el rumbo de las cosas y sirvió de trampolín para que el proyecto terminase cuajando en algo que se prolongaría en el tiempo. En septiembre se celebraba el Día del Socio en la Sociedad Anaitasuna y, desde su junta directiva, se les propuso realizar una exhibición con público.

Lógicamente, aquello era un salto hacia adelante, que necesitaba de una mayor dedicación para armar un espectáculo de coreografía acuática de un minuto de duración. Y también de un nombre con el que presentar al grupo en sociedad. Ahí surgió Mariburruntzi Sinkro Taldea, «porque el grupo, como tal, había conformado su propia personalidad», argumenta Rekarte, su autora.

Llegó el día y la experiencia fue un rotundo éxito. Pese a que hacer coincidir las agendas para entrenar en fechas veraniegas fue toda una odisea, el resultado fue más que positivo. «La respuesta del público fue muy importante, para muchos era la primera vez que veían hacer piruetas sobre el agua a nadadoras que ya no eran unas niñas. Creo que la gente supo valorar el esfuerzo que había detrás de los ejercicios porque, quién más quien menos, ha estado en una piscina y sabe lo complicado que es de realizar», explica Lana.

Lo gratificante del episodio impulsó a sus participantes a continuar con muchas más exhibiciones que dieron lugar a futuras escuelas deportivas, también a formarse para enseñar a esas nuevas mimbres y a prepararse para un nuevo reto: participar en el campeonato estatal que se iba a celebrar en Castellón en 2012. «Era un objetivo mucho más ambicioso, que requería de una seriedad de entrenamientos y una coreografía con un nivel de exigencia más elevado. Había que avanzar y lo hicimos mucho», rememora Rekarte.

La ilusión y el nivel técnico con el que se prepararon para la cita en tierras levantinas no se vio alterado por el hecho de que fuesen el único conjunto participante en categoría máster, una singularidad que todavía conservan a nivel estatal. La pregunta es obligada. ¿A qué se debe que no haya otros equipos?

«No es lo mismo comenzar de cero con 40 años, como hicimos nosotras, que reengancharse después de haber competido como nadadoras desde jovencitas. Estas últimas suelen acabar muy quemadas de la piscina y la sincronizada es muy exigente y sacrificada, exige comprometerte en equipo, así que es difícil que continúen con esta modalidad», justifica Otaegui.

Tras Castellón, Mariburruntzi se planteó cotas más elevadas. Un Europeo estaría bien, se retaron. Eindhoven 2013 les sirivió «para darnos cuenta que tampoco lo hacíamos tan mal», puntualizan. Lograron el cuarto puesto de cinco participantes, «pero parecía que habíamos ganado, nos dio más motivación». Después llegaría Londres 2016, el Mundial de Budapest en 2017 y la reciente cita continental de Roma.

Documental en vías de estreno

La excepcionalidad mencionada, pero sobre todo reflejar las vivencias de un grupo de mujeres con muy diferentes inquietudes aunque concurrentes en un mismo proyecto, fue lo que motivó a Iñaki Alforja a realizar un documental sobre Mariburruntzi. Ultimando los flecos finales, está previsto que se estrene en la gran pantalla antes de que finalice el año y que se proyecte en varios certámenes, entre ellos el próximo Festival de Málaga.

«Nos sorprendió mucho que alguien estuviese interesado en nosotras. Fue una experiencia muy divertida y enriquecedora, tanto a nivel personal como de grupo», describe Lana. Y que puede servir, con su estreno, para darles más visibilidad y contar con un mayor apoyo económico para venideros desafíos.

Por lo pronto, sí que les ha posibilitado ganar un premio auspiciado por una multinacional energética, con un importe de 50.000 euros, tras presentar el proyecto "Nunca es tarde". «Una ayuda que ya está menguada –indica Elizalde– porque empleamos parte de ella para viajar a Roma y hemos invertido en un equipo de música subacuático de calidad, además de en otro tipo de material y bañadores».

Y es que hay que seguir haciendo números. La próxima meta del grupo de nadadoras es participar en el Mundial que se disputará en julio en la localidad japonesa de Fukuoka, con todo lo que supone de coste económico un desplazamiento tan lejano. «Solo el viaje ya nos supone 2.000 euros por persona. Vamos a necesitar apoyo institucional o algún tipo de patrocinador», una búsqueda que parece ahora mismo complicada.

En todo caso, el apartado económico no va a ser suficiente obstáculo para el porvenir del grupo, que goza de una salud de hierro y avanza que va a dar guerra durante mucho tiempo. «Como pasa en Estados Unidos en las categorías de octogenarios, nos vemos viniendo a la piscina con nuestros andadores y gozando de mayor agilidad dentro del agua», medio bromean.

«La natación sincronizada es una modalidad que puedes empezar a practicarla en edad adulta porque no tiene un impacto físico severo, no hay lesiones, se trabajan posiciones invertidas, descomprime el cordón medular, favorece la elasticidad, agilidad, movilidad y posición natural. Además de que se practica en grupo y tiene su parte de arte», reivindica Rekarte.

En su ánimo por expandir este deporte, han organizado un taller de iniciación para el próximo 5 de noviembre, cuyas plazas ya se han completado, «pero estamos pensando en realizar un segundo», animan a posibles candidatos, especialmente del género masculino. «Hay que librarse un poco de los topicazos, reivindicamos que también los hombres pueden hacer natación sincronizada», exponen.

Sin duda, estas libélulas son el mejor ejemplo de que, con perseverancia, se pueden alcanzar los objetivos que se persiguen, independientemente de la edad y de la dificultad que se afronte. Para ellas, revolotear en el agua ya es algo natural.