Iñaki Iriondo

La cara ahora ocultada del Guggenheim y sus supuestos buenos gestores

En el 25 aniversario del Guggenheim se han hecho varias aproximaciones retrospectivas, pero poco se ha hablado de que en 2008 el Parlamento denunció  la mala gestión de su dirección política y profesional, que perdió 6 millones en cambios de divisas y ni olió un desfalco de 557.000 euros.

(Oskar MATXIN EDESA | FOKU)

No se ha escatimado en los últimos días ningún adjetivo elogioso sobre estos 25 años desde la inauguración del museo Guggenheim de Bilbo, lo visionarios que fueron sus impulsores y la buena gestión que ha acompañado su trayectoria. También es cierto que se ha hablado más del continente -ese titánico edificio de Frank Gehry- que del contenido, más de su impacto urbanístico y turístico, que de su contribución al impulso artístico en Euskal Herria.

Pero entre tanto recordatorio no se han incluido dos episodios determinantes de la historia de la gestión del Guggenheim que se conocieron en 2008 y que tuvieron su cenit el 22 de diciembre, y no es que a ninguno de sus protagonistas les tocara la Lotería de Navidad.

Un director estafador

En febrero de 2008, por encargo del Parlamento, el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas solicitó al museo información económica. Como el director financiero, Roberto Cearsolo, estaba de baja, el director del museo, Juan Ignacio Vidarte, solicitó al subdirector del área, Andoni Dobaran, que respondiera a los requerimientos del TVCP, y este empezó a sospechar al examinar transferencias bancarias y la emisión de unos cheques.

Roberto Cearsolo era una de las personas que había formado parte desde 1992 del núcleo de la puesta en marcha del museo. Procedente de una conocida familia de Elgoibar y licenciado en la Comercial de la Universidad de Deusto, tenía experiencia empresarial en asesoría y auditoría fiscal, por lo que se hizo cargo del control del gasto.

Desde ese puesto falsificó firmas de cheques, solicitó firma electrónica a la BBK, sin tener capacidad para ello. Y todo para apropiarse de 557.000 euros. Primero confesó el desfalco de 486.979 euros en una carta enviada a Vidarte a los pocos días de ser descubierto por Dobaran. Luego se supo que eran más.

Finalmente Roberto Cearsolo acabó condenado a tres años y medio de prisión por un pacto con la Fiscalía, en la que influyó la devolución de 438.000 euros.

Seis millones perdidos en seguros para divisas

Roberto Cearsolo fue también el protagonista de las gestiones para firmar una operación de aseguramiento del cambio de divisas entre dólares y euros, por los que el Museo Guggenheim perdió 6 millones de euros, según confesión propia, que después la Comisión de Investigación del Parlamento Vasco elevó hasta los 8,7 millones de euros.

«Falta de capacidad profesional, conocimiento y control»

Todo esto no ocurrió por casualidad, sino por una gestión opaca, de la que se eliminaron las auditorías públicas precisamente a instancias de Roberto Cearsolo.

La comisión de investigación del Parlamento llegó a la conclusión de que «en las Sociedades Tenedora e Inmobiliaria del Museo Guggenheim Bilbao existió durante los años investigados una falta de capacidad profesional, de conocimiento y control de los pro- cesos de trabajo y de la acción de sus subordinados, de tutela efectiva de sus bienes, de gestión adecuada (con pérdida importante de recursos) y de rendición fiel de las cuentas por parte de Juan Ignacio Vidarte Fernández, como se ha puesto de manifiesto en los casos investigados». Es decir, apuntó directamente a quien hoy en día sigue siendo director del Museo.

Y también acusó a los consejeros y diputados forales, jeltzales todos ellos, que formaron parte de los consejos de administración de «falta de celo en su función de control de la actuación de su gestor máximo, de avalar actuaciones de este con resultados contrarios al interés de la sociedad, y de relajar su atención al manejo de recursos públicos por parte de empleados y gestores».

El PNV se quedó solo en la defensa de los suyos. Hasta los siete parlamentarios de EA, socios de Gobierno, se sumaron a la evidencia. La gestión había sido muy mala.