Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / redactor de opinión, especializado en economía

Mutaciones y cambios provocados por la guerra económica

Hace un año, la guerra de Ucrania entró en una nueva fase. La decisión de sancionar económicamente a Rusia ha provocado importantes desbarajustes en todo el mundo, y especialmente en Europa. La arquitectura de la globalización también ha comenzado a mutar lenta e irreversiblemente

Caras largas en la delegación de JP Morgan que se reunió con el ministro de Finanzas ucraniano
Caras largas en la delegación de JP Morgan que se reunió con el ministro de Finanzas ucraniano (MINISTERIO DE FINANZAS DE UCRANIA)

Hace un año se abrió una nueva fase en la guerra de Ucrania. La entrada del Ejército ruso en Ucrania fue acompañada por un aluvión sin precedentes de sanciones contra Rusia y la salida de un gran número de compañías extranjeras que operaban en su territorio.

La expulsión de la mayoría de los bancos del sistema swift, la congelación de activos del Banco Central de Rusia en EEUU y la Unión Europea, la confiscación de activos, las sanciones a empresas, particulares e instituciones, primero, y a las principales exportaciones, después, han tenido un efecto más bien limitado en la economía rusa.

Según los últimos datos hechos públicos por el Gobierno ruso, el PIB cayó apenas un 2,1% en 2022 y el déficit rondará el 2% del PIB, atendiendo a los datos preliminares del cierre del ejercicio. A pesar del espectacular despliegue de sanciones, los resultados a corto plazo no han sido sustanciales. Reuters reconoce en un reciente reportaje que, a pesar de las restricciones, en Rusia se puede encontrar casi cualquier producto occidental.

A más largo plazo, el efecto de las limitaciones se dejará sentir, sobre todo, en la introducción y uso de determinadas tecnologías de última generación, especialmente en la industria extractiva y en las industrias productoras de bienes de consumo. El importante complejo militar industrial ruso tiene un funcionamiento relativamente autónomo del resto de la economía y apenas sufrirá las sanciones.

El agujero ucraniano

Muy distinta es la situación en Ucrania, donde el Ministerio de Finanzas reconoce una caída del 30% del PIB y un déficit mensual de aproximadamente 5.000 millones de dólares –38.000 millones de dólares en 2022–, que han sido aportados básicamente por los miembros de la OTAN, el 60% en forma de créditos y el resto, subvenciones a fondo perdido.

Las previsiones para 2023 calculan un déficit similar, de alrededor de 36.000 millones de dólares, que a todas luces seguirán financiando los aliados de Kiev. Hay que tener en cuenta, además, que el presupuesto aprobado recoge solo la mitad del gasto militar; el otro 50% se financia, al parecer, al margen del presupuesto público. En cualquier caso, los números son elocuentes y la debilidad de la economía ucraniana es manifiesta.

Ya en septiembre pasado, antes de que Rusia comenzara el bombardeo de las infraestructuras eléctricas, el Banco Mundial valoró en 350.000 millones de dólares el costo de la reconstrucción

En este momento, Ucrania se sostiene únicamente por la ayuda occidental. Y a la gestión diaria hay que sumar el importe de la reconstrucción. Ya en septiembre pasado, antes de que Rusia comenzara el bombardeo de las infraestructuras eléctricas, el Banco Mundial valoró en 350.000 millones de dólares el costo de la reconstrucción. El reverso de toda esta ayuda será, como es fácil suponer, la apertura y liberalización de los mercados. Y entre ellos destaca el de la tierra. A pesar de los esfuerzos occidentales su compraventa sigue estando restringida: dentro de determinados límites solo la pueden comprar y vender ciudadanos ucranianos; para personas y compañías extranjeras continúa estando vetada.

Las sucesivas cumbres para la reconstrucción que se han celebrado a lo largo del año se han centrado en buscar la forma de atraer capital privado para la reconstrucción. De hecho, a finales del año pasado, visitó Kiev el CEO del fondo buitre BlackRock, Larry Fink, para «coordinar las inversiones en la reconstrucción de Ucrania». En enero también viajaron a Kiev los representantes del banco de inversiones JP Morgan que aparecen en la fotografía superior con cara de haber hecho un negocio ruinoso. Tampoco los inversores chinos están muy contentos, después de que hicieran una importante inversión en la compañía de motores de aviación Motor Sich que fue nacionalizada por el Ejecutivo de Kiev sin ningún tipo de compensación.

La agonía de Europa

Las sanciones han tenido un efecto mínimo en EEUU que, además, se cuidó mucho de no sancionar materias estratégicas, como los fertilizantes o el combustible nuclear, así como de explicar las vías para que sus empresas pudieran eludir las sanciones financieras. En Europa, sin embargo, la situación es completamente distinta, ya que las relaciones comerciales con Rusia eran mucho más estrechas.

Los precios de la energía están transformado toda la actividad económica. La industria europea se encuentra en una situación muy delicada con plantas cerradas, acumulando pérdidas –100.000 millones de beneficios operativos perdidos solo en Alemania– y muchas compañías pensando seriamente en deslocalizar su producción. Por otro lado, los trabajadores continúan sufriendo los rigores del alza de los precios y del aumento de los tipos de interés. Y todos los analistas coinciden en que la verdadera prueba de fuego llegará el próximo invierno.

La erosión de la globalización

Europa ha cerrado la puerta a Rusia que ha tenido que desviar sus flujos de mercancías hacia Asia, lo que afianza todavía más la centralidad económica de oriente. Por otra parte, Rusia se ha visto obligada a vender sus productos con descuento en el mercado internacional y, sin embargo, Europa los compra más caros, con lo que, como suele ser habitual, con las sanciones se están enriqueciendo los intermediarios y los especuladores, y están perdiendo los pueblos.

Con las sanciones se están enriqueciendo los intermediarios y los especuladores y están perdiendo los pueblos

La apertura de vías de comercio alternativas y la creciente proliferación de políticas proteccionistas, con la excusa del cambio climático o de la autosuficiencia, están fragmentando rápidamente el mercado mundial. La tendencia apunta a que se seguirán multiplicando las barreras no arancelarias, basadas en estándares diferenciados, lo que afectará sobre todo a los países del Sur Global, que además están sufriendo ya las consecuencias del encarecimiento de combustibles y alimentos.

Por último, el cierre de swift a los bancos y la incautación de las reservas del Banco Central de Rusia han provocado desasosiego en muchos países, lo que ha elevado las compras de oro y ha acelerado los acuerdos para el intercambio de mercancías al margen del dólar. Todo ello está debilitando el papel del dólar como moneda de reserva internacional y está lastrando la capacidad de EEUU para financiarse a costa del resto del mundo. Los efectos de la guerra económica están lejos de agotarse.