Saski Baskonia se vuelve a ver con el Maccabi de Tel Aviv porque la Euroliga lo permite
A partir de las 20.30, aunque instan a entrar cinco minutos más tarde paras quienes acudan al Buesa Arena, el cuadro gasteiztarra se las volverá a ver con el embajador de Israel en Europa, en una jornada en la que los de Ivanovic llegan con las dudas de Sedekerskis y Costello.

Vuelve el Maccabi a Gasteiz y, siguiendo con la política de hechos consumados, ya que está en Gasteiz, ¿por qué no va a jugar su partido de Euroliga frente a Saski Baskonia? Mientras la Euroliga se lo permita; es decir, mientras a la Euroliga le parezca aceptable que el Maccabi de Tel Aviv asuma su rol de embajador de Israel en Europa, aquí paz y después gloria.
«No hay que mezclar política y deporte», se dice. Si no fuera mentira, sería un mantra casi hasta naif, pero al final, no es más que una mentira más que política, como el hechom de que los principales portales de Internet que publican sobre la Euroliga se dignaran a publicar la carta escrita de su puño y letra del exentrenador –y exseleccionador ruso– David Blatt, israelí de origen estadounidense, en el que apelaba al manido «derecho de autodefensa» del estado hebreo, como si ello justificase las más de 26.000 víctimas que se contabilizan en la Franja de Gaza, por no hablar de que los ataques del 7 de octubre no comenzaron nada que no es la continuación del genocidio que el mundo está viendo en tiempo real en territorio palestino.
«No hay que mezclar política y deporte», se dice, y por ende hay que hablar de que el balance de 12-12 que muestra Saski Baskonia es solo un triunfo menos que el Maccabi, y que mientras parte del público que acuda al Buesa Arena –siempre y cuando no tenga problemas o pueda solventarlos, con los retenes de seguridad que se colocan ad hoc cuando comparece el cuadro israelí– muestre banderas palestinas o sudafricanas y grite «¡Genocidio!» cada vez que los pupilos de Oded Kattash tengan el balón, otros decidirán animar al Baskonia como siempre, sea desde el pabellón o desde sus casas, o a través de alguna pantalla o emisora, porque el baloncesto es demasiado bonito como para mancillarlo con cuitas políticas que transcurren lejos de nosotros y, al fin y al cabo, los gazatíes sufrián exactamente igual las iras e impunidad de Israel se grite mucho o no se grite nada en el Buesa Arena, y no podrán disfrutar de una posible derrota del cuadro macabeo, porque ni tendrán comunicación alguna para saber que hubo un partido de baloncesto en el Buesa Arena el jueves 1 de febrero de 2024 a las 20.30, y aun sabiéndolo, un 100-99 sobre la bocina solivianta menos que el ruido de un helicóptero de asalto armado hasta los dientes comprado a los Estados Unidos que anuncia su ruido de muerte, como si fuera la Cabalgata de las Walkirias.
Precedentes opuestos
En otras ocasiones, empero, política y deporte se han mezclar, y cómo. No hace falta irse muy lejos para ello. El 24 de febrero de 2022 hubo más noticias en el mundo que la invasión rusa de Ucrania. Entre otros hechos con menor importancia, Anadolu efes y Maccabi de Tel Aviv disputaron su partido correspondiente a la jornada 27 de la Fase Regular de la campaña 2021/22, con resultado de 109-77 para el conjunto turco.
Como el partido no tuvo color, poca punta se podía sacar de lo sucedido en el parqué, de forma que en la sala de prensa, con la habitual prepotencia que hace gala la prensa israelí, Ergin Ataman, a la sazón entrenador del conjunto otomano, debió responder a esta pregunta. «¿No le parece a usted que está fuera de lugar que se haya celebrado este partido? ¿No cree usted que hay acontecimientos más importantes que el deporte que justifican que se suspendiera este encuentro?»
«¡Paren la guerra! Es una guerra inaceptable en la que la gente está muriendo. Inaceptable. Gente inocente, niños. Paren la guerra, por favor», fue su réplica. Una réplica que, fiel a su tono de ser una nota discordante en el coro, tuvo en su diana la oposición a la propuesta lituana de vetar a los conjuntos rusos – en aquel momento CSKA de Moscú, Zenit San Petersburgo y Unics Kazan–. «Creo que el deporte debe tener una fuerza unificadora. El deporte no puede dividir. Boicotear a los equipos rusos… No sé. Hay muchos jugadores y entrenadores europeos y estadounidenses que juegan y entrenan en esos equipos. Hay muchos deportistas inocentes como la gente de Ucrania que estuvieron expuestos a este ataque», afirmó.
«Hay deportistas que trabajan duro y trabajan para el éxito. Por eso espero que se encuentre una solución en la reunión de la Euroliga mañana. Sí, se pueden tomar muchas medidas política y económicamente, pero no hay que olvidar que el deporte es siempre una fuerza unificadora en el mundo. Como país –Turquía–, somos un país que siempre defiende la paz. Por eso creo que aquí también se puede encontrar una solución. Por supuesto, al ir a Rusia en un entorno así, también es necesario respetar a los jugadores y equipos que no quieren ir a los partidos.Quizás, al menos hasta que pase esta tensión, se pueda encontrar una solución si los partidos se juegan en campo neutral, pero creo que va contra el espíritu del deporte boicotear todos los partidos de los equipos rusos», ahondó.
El perrito copiloto
No hace falta aclarar cuál fue la postura que primó a raíz de esta invasión. Más aún, jugadores como Marius Grigonis, Iffe Lundberg, Daniel Hackett o Tornike Shengelia, a la sazón jugadores del CSKA de Moscú, poco tardaron en mostrar su intención de abandonar las filas moscovitas, por encima de las amenazas de su directiva de sancionarlos por incumplimiento de contrato. El Zenit y Unics también sufrieron masivas pérdidas de sus jugadores no rusos. Tyson Carter, Jordan Loyd, Billy Baron, Conner Frankamp, Alex Poythress, Mateusz Ponitka y Jordan Mickey recibieron el permiso del club de San Petersburgo para dejar el club, luego de la marcha de los lituanos Mindaugas Kuzminskas y Arturas Gudaitis, o el estadounidense Shabazz Napier. Mientras, la entidad tártara de Kazan hacía lo propio con Isaiah Canaan, Lorenzo Brown –hoy en las filas del Maccabi de Tel Aviv–, John Brown y Jarrell Brantley.
Pero la historia más rocambolesca y que más trascendió fue la «fuga» vía automóvil de Johannes Voigtmann. El exbaskonista, también en las filas del CSKA de Moscú en 2022, recorrió más de 2.500 kilómetros al volante de su automóvil, ya que el espacio aéreo ruso permanecía cerrado. «Poco antes de la frontera rusa, mi pulso comenzó a subir un poco porque no sabía qué esperar allí. Excepto por el hecho de que tuve que vaciar todo el automóvil y los funcionarios fronterizos revisaron cada maleta, todo transcurrió relativamente bien. Después de un descanso, conduje hasta Lituania, donde hice una breve parada en Kaunas con mi ex compañero de equipo Janis Strelnieks. Luego volvimos a casa vía Polonia, al final, fueron unos 2.500 kilómetros», explicó el pívot germano, que condujo todo el rato con su perro en el asiento de al lado, según comentó al medio alemán kicke.de.
«En la situación actual, no puedo estar de acuerdo en realizar competiciones para un equipo ruso, donde, al final, se trata de ganadores y perdedores. Incluso si se trata solo de baloncesto, implica un simbolismo que no creo que sea apropiado en el momento. El presidente ruso es responsable de una brutal guerra que está provocando la muerte de personas inocentes en Ucrania, millones de personas que tienen que huir de su patria y, en particular, niños que pierden sus hogares o incluso sus vidas. No me puedo quedar en Rusia y continuar como si nada, especialmente porque no se sabe cómo cambiará la situación allí. Tampoco me habría sentido seguro en el contexto general», justificó el alemán.
Fingiendo normalidad
Pero en este caso poco podremos informar de que tal vez Matt Costello no juegue, como tampoco jugará Tadas Sedekerkis, aquejado de problemas musculares, extremo este que Saski Baskonia no ha confirmado. Así las cosas, habrá que ver si las rotaciones de Dusko Ivanovic cambian, con minutos para un Khalifa Diop totalmente apartado por el técnico montenegrino, o si Nikos Rogkavopoulos tendrá o no continuidad, por más que el Múnich el heleno apenas jugase cuatro minutos, la mitad que Sander Raieste, y mucho menos que los 33 minutos que dispuso Dani Díez. Pero eso solo es deporte, y jugar contra Maccabi es mucho más que eso, por más que se nos quieran tapar los ojos, los oídos y en no pocos casos, la voz.
Habrá que conformarse con derrotar al Maccabi, o desesperar si Wade Baldwin y los suyos se vuelven a llevar la victoria de Zurbano. Habrá que quejarse de que la entrada en el Buesa Arena quizá no haya sido la mejor, y de los problemas para entrar o para expresar la opinión sobre lo que significa Maccabi. Bueno, quizá eso mejor no, que eso será «mezclar política y deporte» y según parece, no estamos para eso.

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