
Las órdenes militares del Temple y el Hospital de San Juan de Jerusalén en Nafarroa son las protagonistas de la exposición que, hasta el 6 de abril, se puede visitar en el Archivo General, donde, a través de diversos documentos, se pone de relieve el poder eclesiástico en el que se convirtieron y que pudieron llegar a heredar el mismo reino pirenaico.
Ambas nacieron en el siglo XII en la llamada ‘Tierra Santa’ con la misión de defender a los peregrinos y al reino de Jerusalén. El Temple estuvo más vinculado a las actividades militares, mientras que el Hospital se volcó en el cuidado de pobres y enfermos, lo que se tradujo en muchos casos en la atención a los peregrinos.
Desde Oriente Medio, las dos órdenes se expandieron por Europa y terminaron llegando a Nafarroa, donde, en 1131 y junto a la Orden del Santo Sepulcro, fueron nombradas herederas del reino por Alfonso I el Batallador.
El testamento del soberano de Iruñea y Aragón no se llevó a la práctica porque lo impidieron las noblezas de ambos territorios, que nombraron sus respectivos reyes: García Ramírez en el primer caso y Ramiro II en el segundo. Una decisión que provocó el enfado del papado, que, en última instancia, era el líder supremo de estas órdenes militares y, por lo tanto, el heredero final de los dominios de Alfonso I.
Para compensarles por no haber recibido esos dominios, García Ramírez y sus sucesores en el trono navarro concedieron abundantes privilegios y patrimonio a las dos órdenes, y que se sumaban a las donaciones que ya había realizado en su momento el Batallador.
Por ejemplo, Alfonso I había donado en 1131 a los sanjuanistas su palacio junto al puente de Zangoza y una yugada de tierra en su término, otra en Uncastillo o Sos, y la iglesia de Santa María con sus diezmos y primicias, el diezmo de los molinos y baños del burgo nuevo, así como la lezda de la carne de la villa.
Esas donaciones se multiplicaron en el caso de sus sucesores dentro del empeño por congraciarse con ambas órdenes militares. Así, en la exposición se recoge cómo García Ramírez el Restaurador donó a la Orden del Hospital las villas de Cabanillas y Fustiñana en 1142. En otro documento, este soberano amplió en 1146 una concesión anterior hecha a los habitantes de Villavieja de Gares en manos de la Orden del Temple autorizándoles la venta de pan y vino a los peregrinos, pero sin cobrarles albergue.
Por su parte, Sancho VI el Sabio donó en 1177 la villa de Aberin, con todas sus pertenencias, a la Orden del Temple. En otro documento, junto a su esposa la reina Sancha, donaron en 1174 la villa y castillo de Pedrizo a la Orden del Hospital.
Un último ejemplo sería Teobaldo II, que donó en 1264 a la Orden del Temple el monte de Ribaforada y sus términos.
Las encomiendas
Mucha de esas propiedades que recibían el Temple y el Hospital terminaban convirtiéndose en las llamadas encomiendas. Con ese nombre era conocida la unidad administrativa básica de las órdenes militares y se configuraban en torno a conventos, iglesias u hospitales, a los que se adscribían otros bienes, como aldeas, tierras, molinos...
En esas encomiendas impulsaron nuevas explotaciones, como la vid, y buscaron la optimización de sus derechos con el aprovechamiento de los recursos sobre las aguas, riegos, montes y pastos.
Sus propiedades se encontraban principalmente en las tierras fronterizas de la ribera del Ebro, en el entorno de Iruñerria y especialmente en focos urbanos del Camino de Santiago a su paso por Nafarroa.
Incluso fijaron las relaciones con el campesinado dependiente de esas propiedades a través de vinculaciones contractuales o acuerdos, como sucedió con los collazos, realidad servil propia de Nafarroa. Como se indica en la exposición, a través de esas propiedades «hospitalarios y templarios fueron señores de hombres y mujeres».
Para dirigir las actividades del Hospital en el reino de Nafarroa, esta orden contaba con un prior, por debajo del cual estaban los comendadores, es decir, quienes gobernaban las encomiendas. Ese priorato terminó convirtiéndose en una de las principales instituciones eclesiásticas del reino medieval.
La faceta de corte más político del priorato sanjuanista se hizo especialmente patente con el reinado de Carlos II (1349-1387) y sobre todo en la guerra civil del siglo XV que enfrentó a Juan II y su hijo el príncipe de Viana. En ese conflicto se destacó el prior Juan de Beaumont, que fue canciller del reino y fiel partidario de Carlos en su lucha contra su padre.
Por su parte, los templarios navarros no contaron con un priorato propio en el reino y estaban bajo la autoridad del maestre provincial de la orden en Aragón. Se establecieron principalmente en sus sedes de Aberin y Ribaforada.
Ilegalización del Temple
A comienzos del siglo XIV todas esas donaciones de la monarquía navarra y de la alta y baja nobleza del reino quedaron en las únicas manos de la Orden del Hospital a raíz de la ilegalización del Temple impulsada por el rey de Francia, Felipe el Hermoso, que también lo había sido de Nafarroa por su matrimonio con Juana I.
Aunque otros reinos se resistieron a actuar contra los templarios siguiendo la estela del monarca galo acusándoles de herejía, en Iruñea, su hijo y heredero, Luis I el Hutin, sí que lo hizo encarcelando a miembros de esa orden en sus dominios.
Que el Hospital recibiera todos los bienes del Temple fue decisión del papa Clemente V, quien se la comunicó al obispo de Iruñea, al prior de Orreaga y al deán de Tutera remitiéndoles la bula ‘Ad providam Christi’, como se muestra en la exposición.
Esa circunstancia hizo que las propiedades de los hospitalarios pasaran de constituir 12 encomiendas en Nafarroa en el año 1189 a convertirse en un total de 28.
A partir de ese momento, «los hospitalarios ya no recibieron más donaciones de los monarcas navarros, aunque significativamente estos siguieron protegiéndolos, confirmando sus posesiones y ratificando la vigencia de sus privilegios en el reino», se indica en la muestra.
Personas que se donan a sí mismas
Si los vínculos de las órdenes militares con la Corona eran muy estrechos, no lo fueron menos los que mantuvieron con los principales linajes rurales y urbanos de Nafarroa, de tal manera que «mediante donaciones, acuerdos, compras de bienes, permutas de inmuebles o movimientos financieros, lograron tejer importantes redes sociales».
Hasta se dio una forma de vínculo muy particular y que consistía en que las personas se donaban a sí mismas a las órdenes militares, junto con todos sus bienes o parte de ellos. Es lo que se denomina donados y que en algunos casos buscaban la protección de esas entidades y en otros, se debía a su devoción espiritual.
Un caso que figura en la muestra es el de Pedro Garcés Almoravid, que en 1192 se entregó como donado a la Orden del Hospital, al mismo tiempo que le otorgaba la villa de Zufia. Otro es el de Juan Martínez de Mañeru y su hija Urraca, que se entregaron en 1230 también al Hospital poniendo en sus manos sus bienes «en beneficio de las almas de toda su familia».
En 1173, Pedro de Cintruénigo y María de Cortes, su mujer, «se entregaron en cuerpo y alma a la Orden del Temple» dándole el castillo cirbonero con todas sus pertenencias.
Además de mujeres que se donaban a sí mismas, algunas de ellas llegaron a formar parte del Hospital. En el caso de Nafarroa, esta orden fundó a principios del siglo XIV una comunidad religiosa para agruparlas en la encomienda de Bargota, cerca de Mañeru, con la finalidad de atender a los peregrinos jacobeos. En ese convento ingresó en 1390 María Miguel de Esparza, amante del rey Carlos III.
Este cenobio entró en decadencia en el siglo XV y el prior Juan de Beaumont lo sustituyó por otra comunidad masculina de freires capellanes que se asentó en la iglesia del Crucifijo de Gares.
La Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén sigue presente hoy en día en Nafarroa a través de la Orden de Malta, que gestiona el albergue para peregrinos del Camino de Santiago de la antigua encomienda de Zizur Txikia, en cuya restaurada iglesia ondea en algunos momentos del año la bandera con una cruz blanca sobre fondo rojo.

‘El Inhumano’ de ‘La infiltrada’, señalado por torturas en Via Laietana y en Gipuzkoa
Fermin Muguruza pone Madrid en ebullición con su akelarre antifascista

Operación «preventiva» de la Ertzaintza contra un torneo de fútbol de calle en Gasteiz

Elkarrekin y Elorza unen fuerzas para convertir San Bartolomé en «el Waterloo» de Eneko Goia
