
Los colegios electorales cerrarán sus puertas este domingo a las 18.00 en Alemania. Dos horas después, ya dispondremos de datos bastante fiables sobre las preferencias del electorado alemán. El nuevo Parlamento o Bundestag legislará durante cuatro años, pero antes tendrá que votar al nuevo canciller. Hasta ese momento, el socialdemócrata Olaf Scholz (SPD) tendrá que gobernar en funciones.
La tarde este domingo se sabrá también hasta qué punto ha influido la intervención del nuevo Gobierno de Estados Unidos en la política alemana. Primero fue el empresario, dueño de la red social X y asesor de la Casa Blanca, Elon Musk quien llamó a los alemanes a votar a la neofascista Alternativa para Alemania (AfD).
También ha intervenido su vicepresidente J.D. Vance quien, tan solo dos días antes de la cita electoral del domingo, denunció que en Alemania se reprimía la libertad de opinión. «¡Por supuesto que seguimos siendo aliados, pero nuestro apoyo depende de si vamos en la dirección correcta», dijo en Washington. «¡El contribuyente estadounidense financia la defensa alemana! ¿Alguien cree que seguirá haciéndolo si alemanes acaban en la cárcel por un tuit desagradable?», preguntó.
Vance y Musk personifican el cambio geopolítico iniciado por su presidente Donald Trump al negociar en solitario con su homólogo ruso, Vladimir Putin, las condiciones para el fin de la guerra en Ucrania. En cuestión de semanas, los tradicionales partidos políticos de Alemania han visto cómo su principal socio geopolítico les daba la espalda y aún no están preparados para este cambio del tablero, que les separará de EEUU en lo económico y en lo político.
El pasado viernes las encuestas pronosticaban que la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y su líder Friedrich Merz podrían ganar con un 28-32% de los votos. Durante varias semanas, la AfD se ha mantenido en un 20%. El tercer puesto, por el que luchan el SPD y los Verdes ecologistas, sigue estando cotizado en 15 puntos. Los Verdes llevan una ligera desventaja frente a los socialdemócratas.
Die Linke (La Izquierda) ha dado un nuevo salto y podría obtener el 7% de los votos o incluso más. Mientras, su escisión, la Alianza Sahra Bündnis Wagenknecht (BSW), no estaría presente en el Bundestag si no supera el límite del 5%. El mismo problema tiene el partido liberaldemocrático (FDP).
Posible mapa electoral
Si se confirman estos datos, la AfD duplicaría el resultado obtenido en 2021, mientras que el SPD sufriría una pérdida del 10%. Y quedarse en un 15% supondría para esta formación un nuevo récord negativo. Durante toda la campaña, Scholz ha procurado restarle importancia a las encuestas: ha recordado que en 2021, como ahora, le dieron el tercer lugar y, al final, terminó siendo el primero.
La CDU podría subir entre 4 y 7 puntos. Para los Verdes, un 14% sería un resultado aceptable, porque mantendrían el que lograron en los comicios pasados. El FDP perdería unos seis puntos y su salida del Bundestag podría suponer su desaparición, porque lleva viviendo debacles electorales similares a nivel regional desde 2023.
Algo parecido le podría pasar a la BSW, un partido reciente que necesita estar presente en el hemiciclo de Berlín para darse a conocer. Estar de nuevo en el Bundestag podría ayudar al Linke a reorganizarse como partido, después de que, en 2024, estuviera a punto de desaparecer del escenario político y de las encuestas.
Dado que la CDU aún no quiere pasar por encima del cordón sanitario que le separa de una gran coalición con la AfD, sus socios en potencia serían el SPD y los Verdes. Sin embargo, que el reparto de los escaños dé para uno de estos dos bipartitos dependerá del reparto de los escaños y éste de que si la BSW y el FDP entran en el Bundestag.
La formación de la coalición de Gobierno se prolongará durante varias semanas, hasta que a finales de marzo o principios de abril pueda conformarse la base para un nuevo Ejecutivo que, hoy por hoy, lo más probable parece que esté encabezado por Merz.
Mientras, Berlín tendrá poco margen para intervenir activamente en la política internacional. Todo ello se debe a que en noviembre Scholz despachó a su ministro de Hacienda, Christian Lindner, antes de que el jefe del FDP pudiera dinamitar el tripartito con el SPD y los Verdes.
La crisis interna culminó en una moción de confianza que perdió el canciller. El presidente de la República Federal, Frank-Walter Steinmeier, no vio otra solución que disolver el Bundestag y adelantar las elecciones a febrero.

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