
Las labores de reparto de alimentos, asistencia sanitaria y las de los trabajadores humanitarios palestinos en general están a horas de quedar totalmente paralizadas en la Franja de Gaza. La catástrofe humanitaria que ha provocado Israel, que, además de los continuos bombardeos sobre la población, lleva bloqueando las entregas de ayuda durante más de dos meses, ha convertido el territorio en un gueto donde se espera a la muerte.
La hambruna que se extiende empieza a dejar imágenes de niños y niñas desnutridas, apenas piel y huesos, con miradas hundidas, conocidas en otras grandes crisis.
Cuando ya han muerto al menos 53 personas, la mayoría menores de edad, directamente por malnutrición, Gaza entra en días decisivos.
Durante semanas, las autoridades palestinas, funcionarios de la ONU y representantes de ONG han estado advirtiendo sobre la escasez de alimentos, medicinas y combustible en la Franja, donde la ayuda humanitaria es vital para los 2,4 millones de personas que viven allí.
A la vez, recuerdan que matar de hambre intencionada-mente a civiles constituye un crimen de guerra. Pero Israel apenas recibe presión internacional.
Los lugares de reparto de la escasa comida que queda son focos de desesperación. El Programa Mundial de Alimentos (PMA), uno de los principales proveedores de comida y bebida en la Franja desde el comienzo de la ofensiva israelí, anunció el 25 de abril que ya había agotado todas sus reservas. Pierre Krähenbühl, director humanitario del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), consideró inaceptable que la ayuda no pueda entrar. «Los próximos días serán absolutamente decisivos porque llegará un momento en que nos quedaremos sin suministros médicos y otras ayudas», advirtió.
Los comedores comunitarios que gestionan algunas ONG también gastan sus últimos recursos. Si ya con la escasez en 19 meses de ofensiva la situación era crítica, los dos últimos meses de bloqueo total están agotando todos los recursos. Ya han dejado de cocinar con carne y verduras frescas, y el menú apenas aporta proteínas.
No hay trabajo ni ingresos y los productos han alcanzado precios desorbitados.
Con la desesperación, en los últimos días han aumentado los saqueos en almacenes de alimentos, que Hamas relaciona con colaboradores de Israel y castiga con ejecuciones. Una señal de la creciente desesperación de la gente y de «colapso sistémico», según observan empleados de las Naciones Unidas.
Y aun así, todavía hay espacio para la solidaridad. En el hospital de campaña kuwaití de Jan Yunis, en el sur de la Franja, los palestinos hacen cola para donar sangre, «En estas difíciles circunstancias, vinimos a apoyar a los heridos y enfermos donando sangre», explica Moamen Sheikh al-Eid, tumbado en una cama con una aguja en el brazo. Hind Joba, directora del laboratorio, señala que «no hay nada que comer ni beber, los pasos fronterizos están cerrados y no tenemos acceso a alimentos nutritivos ni ricos en proteínas».
«A pesar de ello, la gente ha respondido al llamado, cumpliendo con su deber humanitario de donar sangre ese al agotamiento que provoca después. Pero esta sangre es vital, saben que cada gota puede salvar la vida de una persona herida», añade.
DEFENSA CIVIL PARALIZADA
La Defensa Civil, organismo que se encarga de rescates de muertos y heridos entre las ruinas que dejan los bombardeos israelíes, también está al borde de la parálisis.
«El 75% de nuestros vehículos están parados por falta de diésel. Estamos sufriendo una grave escasez de generadores de energía y máquinas de oxígeno», señaló su portavoz, Mahmud Bassal.
Publicado a finales de 2024, el informe de Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (CIF) ya advertía entonces de «una probabilidad inminente y sustancial de hambruna» en Gaza. Este estudio, fruto del trabajo de expertos de ONG y agencias especializadas de la ONU, estimó que unos 345.000 habitantes de la Franja se enfrentarían al hambre a un nivel catastrófico entre noviembre de 2024 y abril de 2025, es decir, el 16% de la población del arrasado enclave palestino.
Y desde entonces, la situación se ha deteriorado, según las organizaciones de ayuda que trabajan sobre el terreno.
A la vez, continúan los ataques. Según la Defensa Civil, los bombardeos y el fuego de artillería israelí en la Franja de Gaza mataron ayer a al menos 19 personas, incluidas nueve en un ataque aéreo contra la casa de la familia Abu Rayan, en Beit Lahia (norte).
Israel anunció el pasado lunes un plan de «conquista» del territorio, que incluye un desplazamiento masivo de su población, y su primer ministro, Benjamin Netanyahu, amenazó a Hamas con que «las reglas van a cambiar muy pronto», en referencia a la extensión de la ofensiva, ya que el Ejército sionista, de hecho, no se atiene a ninguna regla en sus operaciones.
Fuerzas israelíes dejan sin escuela a cientos de niños en Jerusalén
Fuerzas israelíes irrumpieron por la fuerza y forzaron el cierre de tres escuelas de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (Unrwa) en el campamento de refugiados de Shuafat, al norte de Jerusalén Este, después de que el Ministerio de Educación israelí diera en abril la orden de clausurarlas.
En el momento de la incursión israelí en los centros había 550 estudiantes de entre 6 y 15 años, así como sus profesores. La Unrwa calificó lo sucedido como «una experiencia traumática para los niños, que están bajo el riesgo inmediato de perder el acceso a la educación».
La Policía israelí se desplegó, además, en otros centros de Shuafat, considerado parte de Jerusalén Este (que Israel ocupa desde 1967 y se anexionó en 1980), y retuvo en una de las escuelas a uno de sus trabajadores, además de exigir identificarse a varios de ellos.
«Esto es una grave violación de los privilegios e inmunidades de las Naciones Unidas», denunció la Unrwa, que recordó que el año escolar concluye el 20 de junio, por lo que los menores se han quedado sin escuela con el curso aún en activo. Junto a las tres escuelas de Shuafat, Israel ordenó el cierre de tres centros en los barrios de Sur Baher, Silwan y Wadi al-Joz, prohibiendo totalmente el acceso a sus instalaciones tanto al personal de los centros como a los estudiantes y a sus familias. El cierre de las seis escuelas afecta a 800 niños.
En octubre de 2024, el Parlamento israelí aprobó una ley que prohíbe a la Unrwa operar en su territorio, así como una segunda norma para restringir su capacidad de actuación en los territorios ocupados al prohibir a cualquier entidad gubernamental o pública contactar con esta agencia o sus empleados.
«Quieren vaciar Jerusalén de refugiados y eliminar la presencia del campo de refugiados de Shuafat, lo que significa que no tendremos la posibilidad de regresar a nuestra patria ni a nuestro sueño de que todos regresen a sus pueblos y ciudades», denunció Salim Anati, un refugiado jubilado del campo.
El cierre de las escuelas se suma a una brutal campaña de destrucción de viviendas e infraestructuras en los campos de refugiados palestinos, que ha desplazado ya a más de 40.000 personas.
«No tienen otro lugar al que puedan ir a aprender, ninguna otra escuela los aceptará solo por unas semanas», advirtió Fatima Muzaffar, una profesora de uno de los tres centros de Shuafat.

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