Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / Redactor de Opinión, especializado en economía

Las criptomonedas, el señuelo que ahora agita Wall Street

La Administración de Donald Trump ha tomado varias decisiones para promocionar el Bitcoin como inversión, pero lo más llamativo es que los gurús de Wall Street ha pasado de criticarlo a apostar por las criptomonedas en lo que parece un intento de mantener su privilegiada posición.

Ilustración física de varias criptomonedas
Ilustración física de varias criptomonedas (UNSPLASH / CC / TRAXER)

2024 fue un año espectacular para las criptomonedas, y especialmente para el Bitcoin. Empezó cotizando a 40.000 dólares la unidad, y cuando terminó el año se pagaba casi a 100.000 dólares, dos veces y media más. Es cierto que la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses dio un gran empujón a su cotización, sobre todo, por la presencia en su equipo de Elon Musk, que se ha distinguido como especulador con el Bitcoin.

Sin embargo, el primer y principal impulso vino de un cambio regulatorio. El 14 de enero de 2024, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) aprobó la creación de fondos cotizados (ETF) de Bitcoin. Estos fondos permiten especular con el Bitcoin, replican su cotización, pero sin tener que comprarlos directamente.

Este cambio atrajo mucho dinero, hasta el punto de que la demanda de estos ETF superó a la de todas las demás clases de ETF, incluidos los del oro. En pocos meses entraron 113.000 millones de dólares en esos fondos. Para hacerse una idea del volumen que alcanzaron, basta saber que los ETF que especulan con oro –un activo que se considera un valor refugio– cerraron 2024 con 300.000 millones, apenas tres veces más dinero que los de las criptomonedas.

Las criptomonedas se convirtieron en un nuevo campo de especulación

Además, según los informes de la SEC, las inversiones institucionales en ETF de Bitcoin se triplicaron en el último trimestre de 2024, pasando de 12.400 millones de dólares a 38.700 millones. Es decir, que una buena parte del capital provenía de fondos de pensiones, compañías de seguros y entidades financieras similares. Pero no solo. La plataforma de servicios financieros Fintel calcula que los inversores minoristas en criptomonedas también habían aumentado, en nada menos que un 69%. Las criptomonedas se convirtieron en un nuevo campo de especulación.

La apuesta por los activos digitales de Trump

La cotización de los activos digitales en lo que llevamos de 2025 ha estado marcado por dos decisiones de la administración Trump. La primera fue una orden ejecutiva firmada el 23 de enero en la que instruía a los principales responsables económicos, desde el secretario del Tesoro y el presidente de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) hasta el presidente de la Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas (CFTC) y al fiscal general, a que buscarán la manera de integrar los activos digitales en el sistema financiero tradicional. Toda una declaración de intenciones de una Administración que busca que promocionar las criptomonedas.

La instrucción se tradujo en que nada más asumir el cargo, el presidente interino de la SEC, Mark Uyeda, revocó la SAB 121, una norma contable que obligaba a los bancos a incluir los depósitos de criptomonedas en sus balances. La norma se había aprobado en marzo de 2022 y buscaba supervisar y controlar el riesgo que suponía para los bancos tradicionales operar con criptomonedas; en la práctica, consiguió que abandonaran los activos digitales. Esa obligación suponía que el banco debía asumir el riesgo de los depósitos de criptomonedas como si fueran una inversión propia, lo que hizo impracticable que los bancos custodiaran activos digitales.



Una vez suprimida esa obligación contable, los bancos de Wall Street se han lanzado a ofertar la custodia de depósitos de criptomonedas. A diferencia de los portales de criptomonedas, a los bancos oficiales se les supone solvencia, lo que ha permitido, a su vez, abrir una puerta al mundo de las criptomonedas a los inversores institucionales.

Por otro lado, mantener esa norma se había vuelto peligroso. Sin el concurso de los bancos tradicionales, los portales de intercambio de criptomonedas y las empresas que las lanzaban se habían convertido prácticamente en los únicos custodios de esos activos digitales. Esto, entre otros efectos, había llevado a una alta concentración de activos en muy pocas manos. La plataforma de comercio de criptomonedas, Coinbase, por ejemplo, gestionaba nueve de los once ETF lanzados en enero de 2024 y controlaba el 86,4% del total de activos. Tanta concentración generaba desconfianza, sobre todo, tras la quiebra fraudulenta del portal FTX en noviembre de 2022.

La reserva estratégica

La segunda orden ejecutiva de la Administración Trump, firmada el 6 de marzo, ordenaba la creación de una Reserva Estratégica de Bitcoin con el objeto de dar al bitcoin la categoría de activo de reserva. Ordenaba que se capitalizara con los activos cripto que hubieran sido decomisados por el Departamento de Justicia y encargaba a los secretarios del Tesoro y de Comercio que desarrollaran estrategias presupuestarias neutrales para la adquisición de bitcoins adicionales, es decir, que ampliar el fondo no supusiera costos adicionales para los contribuyentes estadounidenses. La orden prohibía asimismo venderlos.

Una medida que en sí misma no tiene más recorrido. Básicamente, sirve para que el Gobierno de EEUU se posicione en el mercado de criptomonedas como un actor importante y, al mismo tiempo, da respaldo institucional a uno activo de naturaleza puramente especulativa. Entre los efectos que puede generar esta decisión está «el miedo a perderse algo» (el llamado factor FOMO o fear of missing out), esto es, que se extienda la sensación de que si el Gobierno de EEUU ha entrado, puede que haya alguna oportunidad de hacer un negocio jugoso y esto anime a otros Estados o a especuladores particulares a comprar más criptomonedas. A fin de cuentas, en este universo especulativo, el que crea y lanza estos activos digitales es el que tiene todo el tiempo la sartén por el mango.

El giro de los magnates de Wall Street

En este contexto, llama la atención el cambio observado en los discursos de los gurús de Wall Street. En la reunión de accionistas de Berkshire Hathaway en 2018, su jefe, Warren Buffett, arremetió contra el Bitcoin y lo llamó «veneno para ratas». Públicamente, no ha cambiado de opinión y su gestora de fondos no ha invertido en criptomonedas, pero ya posee acciones de una empresa de servicios financieros, Jefferies Group, cuyo principal negocio es ofrecer criptomonedas como seguro contra la inflación.

Otro ejemplo es el CEO de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, que hace un año reafirmaba su postura anti-bitcoin, al declarar que era un fraude sin futuro como moneda. Sin embargo, últimamente ha empezado a subrayar que otras criptomonedas pueden tener valor, sobre todo aquellas que permiten incorporar contratos inteligentes, como las monedas desarrolladas por Ethereum. De repente, la oposición frontal de Wall Street se ha ido atemperando.

Pero el cambio más radical lo ha protagonizado el CEO de BlackRock, Larry Fink, que en una carta a sus accionistas fecha a principios de abril explicaba su preocupación por la creciente deuda estadounidense y su potencial para poner en cuestión el estatus del dólar como moneda de reserva. En su carta señalaba que para 2030 «el gasto público obligatorio y el servicio de deuda consumirán todos los ingresos federales, creando un déficit permanente». Un discurso sobre la deuda pública que coincide plenamente con el de la Administración Trump.

«Si EEUU no controla su deuda, si los déficits siguen aumentando, EEUU corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como el Bitcoin», dice Larry Fink en su carta

Pero, quizás lo más interesante es que Fink considera que el Bitcoin es uno de los principales activos que pueden desestabilizar el dólar. «Si EEUU no controla su deuda, si los déficits siguen aumentando, EEUU corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como el Bitcoin», dice en su misiva. Y concluye, señalando que «Para ser claro, obviamente no estoy en contra de los activos digitales. Pero dos cosas pueden ser ciertas a la vez: las finanzas descentralizadas son una innovación extraordinaria. Hacen que los mercados sean más rápidos, más económicos y más transparentes… Sin embargo, esa misma innovación podría socavar la ventaja económica de EEUU si los inversores empiezan a ver Bitcoin como una apuesta más segura que el dólar».

Un señuelo para seguir exprimiendo sus privilegios

No es habitual que el CEO de la mayor gestora de activos en una misma carta ponga en duda el futuro del dólar y, al mismo tiempo, plantee como alternativa el Bitcoin. El discurso, no obstante, encaja perfectamente con los pasos dados por la Administración Trump para facilitar la tenencia de criptomonedas y el respaldo institucional que ha dado al Bitcoin con la creación de la reserva estratégica. A primera vista puede parecer que el Bitcoin está llamado a convertirse en la nueva moneda de reserva. Sin embargo, ese estatus de reserva o, incluso, el de moneda de curso legal, no se consigue por decreto. El fracaso de El Salvador con el Bitcoin está ahí para recordarlo.

Todas estas maniobras parecen dar forma a un intento de los poderosos de Wall Street de crear un nuevo fetiche con el que seguir especulando y exprimiendo su situación privilegiada en la cúspide de las finanzas mundiales. Es dudoso que consigan nada, ya que el poder de un Estado es lo que da valor al dinero y el poder estadounidense está en declive. Y eso se traduce en una debilidad del dólar, cada vez más manifiesta, como reconoce el propio Fink. Si no pueden sujetar el dólar, difícilmente podrán encumbrar el Bitcoin.

Tal vez los gurús de Wall Street hayan llegado a la conclusión de que después de la crisis financiera de las subprime y la posterior pérdida de potencia económica, la única forma que tienen de estirar el chicle de sus privilegios sea alimentando nuevos motivos especulativos, como las criptomonedas. Pero cada vez hay menos incautos que se creen estos juegos de manos.