
El otrora denominado ‘oro blanco’ no pasa por sus mejores momentos. Por segunda campaña consecutiva, la recogida del espárrago en Nafarroa está siendo, salvo excepciones, un auténtico desastre. Y ello afecta a toda la cadena: productores, temporeros, conserveras y consumidor final. La adversa climatología, personificada en intensas lluvias y más frío del habitual para las fechas primaverales, ya ha mandado al traste dicha recolección.
La esparraguera, planta de la que brota la sabrosa verdura final, necesita de determinados cuidados. En sus parcelas, los agricultores deben preparar la tierra de tal manera que lo importante es que sea lo más fina posible, además de acondicionar los ‘ríos’ –canales de riego– y el ‘caballón’ –montículo de tierra que tapa la planta–. Este último se recubre con plástico para obtener un mayor calor que beneficie al crecimiento rápido del espárrago.
Todos esos preparativos de poco sirven si las condiciones meteorológicas no acompañan. Y en la presente temporada, que suele prolongarse entre mediados de abril y mediados de junio y que ya está dando sus últimos coletazos, no lo han hecho. Precipitaciones continuadas y torrenciales, sumadas a las bajas temperaturas nocturnas (momento idóneo para la recogida), han provocado que dichos trabajos agrícolas no se hayan visto recompensados o que, en algunos casos, ni siquiera se hayan llevado a cabo ante las adversas perspectivas.
Unos condicionantes que provocaron que el inicio de la campaña en abril se retrasase tres semanas, pero la ingente cantidad de barro ha hecho prácticamente imposible las labores de recogida. «La tierra de los caballones tiene muchos tormos y eso hace que el espárrago salga más torcido, con lo que pierde valor al ser más difícil su pelado», explica Fran Yoldi, agricultor ecológico de Mendigorria.
No solo eso, la ausencia de temperaturas benignas –tampoco es idóneo que haya un excesivo calor– ha ocasionado que el crecimiento de los vástagos se haya visto retardado de manera considerable en plantaciones que suponen una importante inversión, pues solo a partir del tercer año comienzan a dar frutos, aunque su vida puede prolongarse hasta la década.
Negociar el precio
Ante esta coyuntura, los productores están tratando de alargar la temporada lo máximo posible, pero las fechas aprietan. Yoldi apunta que, en su caso, todavía sigue recogiendo, pero esa prolongación va a depender «de cuándo cierren las conserveras» y de si sube el termómetro más de lo conveniente, «con lo que la punta del espárrago se abre y ya no interesa».
Toda su producción la vende a conservas Iturri, de Arronitz, a excepción de aquellos ejemplares que, por un menor grosor o aspecto, comercializa entre amigos y vecinos del pueblo. «Son igual de buenos y mucho más asequibles». Precisamente en torno a eso gira su primera queja. «Desde la IGP Espárrago de Navarra se promociona que los dos únicos parámetros de calidad sean el calibre y que tenga la punta cerrada, cuando existen otros incluso más importantes, como la textura, el sabor... La única pega que tienen los más finos es que cuesta más pelarlos», expone.

Y la segunda está vinculada a la que considera desequilibrada relación entre agricultores y gran agroindustria. «En los últimos 40 años ambas partes no se han sentado a negociar el tema de precios, porque la segunda absorbe prácticamente el 90% o más de la producción, es la que maneja los hilos de manera unilateral y la que decide dichos precios», denuncia.
Otros hortelanos, como el productor ecológico de Caparroso Asier Iribarren, han optado, ante tan adversas circunstancias, por no preparar su parcela y recolectar el espárrago en verde (color que adopta por efecto de la luz solar). «Ha habido mucha lluvia y así es imposible preparar de manera correcta la tierra –confirma–, además de que el barro impide una recolección adecuada».
Bajo la denominación ‘El puente viejo’, toda su cosecha la destina a la cooperativa Ekoalde y gracias a que cultiva una gran variedad de verduras y legumbres, tanto en invernadero como en exterior, su explotación no se resiente tanto por las sucesivas malas campañas esparragueras, además de que no dedica mucha de su superficie a este producto.
Temporeros de vuelta
«No es mi verdura estrella, pero está claro que si esta situación se prolonga más años, lo acabaré quitando. Junto a ello, tanta lluvia ha generado mucha hierba y el barro no permite eliminarla con el tractor», admite. Otro impedimento, que contrasta con el precio de los productos ecológicos, «que está bien», lo que compensa tanta adversidad, indica este agricultor, que también vende en algunos ecomercados de Iruñea.
La afección por tan adversa temporada no solo perjudica a los agricultores. De rebote, los ingresos de temporeros que anualmente se desplazan en su mayor parte desde la población jienense de Jódar se han visto mermados de manera considerable y, en el peor de los casos, han optado por hacer las maletas de regreso ante la falta de trabajo continuado. Lo habitual es que sus pagas vayan en función de los kilos recogidos.
Con las fincas en un estado impracticable para una adecuada cosecha y sin la mano de obra necesaria para recolectar el poco producto germinado en condiciones, el siguiente eslabón de la cadena afectado son las conserveras. Pedro Luis Antón, gerente de Conservas Pedro Luis, afincada en Lodosa, refrenda el pesimismo reinante en el sector.
«Históricamente, no había conocido una campaña tan mala y caótica como la del año pasado, pero es que la presente es peor todavía si cabe. Agua y frío por las noches –lo ideal son veintipocos grados–, con lo que la tierra no se ha calentado y han salido muy pocos kilos y de muy poco calibre, que es lo que tiene más valor y mejor rendimiento da para conserva», confirma.

Y es que un espárrago grueso «resulta más fácil de pelar», a diferencia de uno delgado, además de que un bote con cinco piezas de gran calibre tiene mejor venta y rentabilidad económica que otro con 15 espárragos finos, que puede tener un precio tres veces inferior. «Es una temporada desastrosa en cuanto a rendimiento, volumen y calidad. Es el peor de los escenarios», reafirma Antón, que siempre trabaja con producto local o de denominación de origen.
Sin stock y cambio climático
Con el problema añadido de que los almacenes no tienen stock –si se hace adecuadamente, esta verdura se puede guardar durante un periodo de cinco años– después de varias campañas complicadas con este producto, por lo que la oferta conservera que va a salir al mercado va a ser bastante reducida. Antón evalúa que las previsiones apuntan a que el volumen va a ser por debajo de la mitad de lo acostumbrado.
No duda en achacar esta desastrosa situación al cambio climático. «Las variaciones en la climatología no solo están afectando al espárrago, también al pimiento del piquillo y a la alcachofa, que son los otros productos estrella de Navarra. Disponemos de menos materia primaria y el decorado es un tanto desolador. Todos estamos descontentos: el agricultor, el temporero, el conservero y el consumidor final, al ver que se incrementan los precios», radiografía.
Ana Juanena, técnica del área de Control y Certificación de INTIA y secretaria técnica del Consejo Regulador de Espárrago de Navarra, aporta algunos datos. El cálculo inicial es que en 2025 se pierdan 150 hectáreas de este cultivo, de las 1.680 que se computaron el años anterior, «en parte por algunas plantaciones viejas que se han arrancado», matiza.
En una campaña sin sobresaltos ni contratiempos, lo habitual es que se recojan unos cuatro millones de kilos –260.000 corresponden a producto certificado–, cuya mayor parte (se estima un 60%) se suele destinar a consumo en fresco. El resto de Euskal Herria y Madrid suelen ser las zonas geográficas desde donde se demanda, especialmente por la hostelería, «que exige un calibre determinado y una calidad muy alta», expone Juanena. En ese mercado en fresco, también irrumpen espárragos producidos en Extremadura o Países Bajos, aunque enfocados a un cliente que mira más el precio.
Sí que se ha detectado desde INTIA que existe una tendencia a abandonar este cultivo en beneficio del cereal, pero como consecuencia de la falta de mano de obra, pues «el cereal está mucho más mecanizado», especifica. También que se está dando la concentración de superficies. «Ahora mismo, de los 350 agricultores que cultivan espárrago, unos 200 son pequeños productores, pero se tiende a mayores superficies y producciones más grandes, algo que se está manifestando en todo el sector hortícola», describe.
De seguir así las cosas, esta verdura típica de Nafarroa se va a ganar a pulso la etiqueta de ‘oro blanco’, no tanto por la riqueza económica que aportó en su momento, algo que ya pasó a la historia, sino por su escasez.

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