Las sanciones, una herramienta cada vez más cuestionada
Las sanciones al petróleo ruso no han logrado reducir significativamente los ingresos de Moscú y han encarecido el suministro a la UE. El nuevo paquete no va a cambiar nada. Algunas voces consideran que hay que revaluar el valor de las sanciones como arma coercitiva y, tal vez, abandonar su uso.

El 18 de julio el Consejo Europeo adoptó el decimoctavo paquete de sanciones contra Rusia. La responsable de Política Exterior de la Unión, Kaja Kallas, lo definió como uno de los más estrictos hasta la fecha. Las principales novedades están relacionadas con la energía. Así, por ejemplo, la Unión Europea impone la prohibición total de hacer negocios con el gasoducto Nord Stream 1 y 2, incluido el suministro de bienes o servicios. En la práctica, esto significa que impide que se finalicen y mantengan los gasoductos y que puedan ser usados en el futuro.
Los cambios más relevantes están relacionados con los hidrocarburos. Limita el precio del petróleo ruso de 60 a 47,6 dólares por barril y establece un mecanismo para que ese límite se mantenga siempre un 15% por debajo del precio medio del petróleo ruso. Eso significa que las compañías navieras y las aseguradoras no pueden gestionar o asegurar portes de petróleo ruso que estén por encima de ese precio; en caso contrario, serán sancionadas por las autoridades europeas. Hace tres años, una medida de este tipo era un problema para las exportaciones rusas, pero en la actualidad ya existe una flota de barcos y compañías aseguradoras que gestionan este comercio.
Esta flota es un buen ejemplo de cómo las sanciones de los países occidentales han servido para romper el monopolio que habían construido las aseguradoras de fletes
Las sanciones de la UE han tenido en cuenta este hecho y contemplan sancionar a otros 105 buques, con lo que suman un total de 444, según los datos ofrecidos por el Consejo Europeo. La Unión Europea llama a estos buques «flota clandestina», la mayoría de los medios de comunicación utilizan una denominación más poética «flota en la sombra». En realidad son barcos que básicamente están asegurados al margen de las compañías occidentales y no trabajan en Europa. Esta flota es un buen ejemplo de cómo las sanciones de los países occidentales han servido para romper el monopolio que habían construido las aseguradoras de fletes. Del mismo modo que la prohibición de usar el servicio de mensajería entre bancos Swift ha impulsado la creación de servicios alternativos y ha roto el monopolio occidental, las sanciones a los petroleros han creado una oferta de servicios alternativos para atender ese transporte marítimo.
Prohibición de productos refinados
Otra importante novedad es que las nuevas sanciones también prohíben la importación de productos refinados a partir de petróleo ruso, procedentes de terceros países. Sorprendentemente, quedan excluidos los productos refinados en Canadá, Noruega, Suiza, Gran Bretaña y EEUU. En este paquete incluyen a una refinería india Nayara Energy en Vadinar, en el estado de Gujarat. Es la segunda refinería privada más grande del país y procesa hasta 20 millones de toneladas de crudo al año. Pertenece a una empresa privada con capital indio y ruso en la que la petrolera estatal rusa Rosneft posee un 49% de participación.

De este modo, pretenden cerrar la puerta que dejaron entreabierta cuando en 2022 prohibieron la importación de crudo y productos refinados provenientes de Rusia. Aquella exclusión provocó un aumento sin precedentes de las importaciones de combustibles, sobre todo, diésel y combustible para aviación, desde China, India y Turquía: desde más lejos y, por tanto, más caro. Para hacer frente a la creciente demanda europea, las refinerías de esos tres países comenzaron a importar materia prima rusa que, a causa de las sanciones, se vendía con importantes descuentos, lo que se tradujo en un espectacular aumento de los beneficios. En 2024, el crudo ruso representó el 38% de las importaciones de petróleo de la India. Por el otro lado, sus productos refinados alcanzaron una cuota del 16% de las importaciones europeas de diésel y combustible para aviación.
Al final, las sanciones provocan dos efectos más. Por un lado, la demanda de los productos no decae por las sanciones, lo que obliga a proveedores y consumidores a buscar rutas alternativas, más caras. Las sanciones reconfiguran los intercambios, que pasan de organizarse en función de criterios comerciales a seguir líneas geopolíticas. El petróleo y los productos derivados han seguido llegando a Europa, pero por otras vías. Por otro lado, esa modificación de las rutas de los intercambios genera suculentos beneficios a aquellos que se dedican a la intermediación y el arbitraje. En el caso del petróleo, las refinerías, sobre todo de la India, son las que más rentabilidad han obtenido.
Otros efectos de las sanciones
Sancionar al tercer mayor exportador mundial de petróleo sin que eso genere una crisis de suministros es muy difícil, de ahí que los países occidentales idearan el sistema de precios máximos que ha conducido a que se hayan organizado vías alternativas de suministro y de gestión del comercio. El objetivo era socavar los ingresos rusos sin afectar al suministro. En este aspecto, tampoco han servido de gran cosa.
A pesar de la caída, los ingresos por la exportación de petróleo continúan siendo significativamente más altos que el presupuesto militar
Los ingresos por la venta de petróleo y productos derivados alcanzaron los 192.000 millones de dólares en 2024, por debajo de los 225.000 millones que obtuvo Rusia en 2019. Es, aproximadamente, un 15% menos. Es una cantidad importante, pero los ingresos continúan siendo significativamente más altos que el presupuesto militar, que el año pasado rondó los 110.000 millones de dólares.
Esa caída del 15% no tiene en cuenta los cambios en los precios. Por ejemplo, según los últimos datos de la Agencia Internacional de la Energía, las exportaciones rusas cayeron en mayo hasta los 7,2 millones de barriles diarios, sin embargo, sus ingresos aumentaron en unos 800 millones de dólares hasta los 13.600 millones como consecuencia del aumento de los precios mundiales durante ese mes.
Las sanciones secundarias
A principios de mes, el presidente de EEUU, Donald Trump, amenazó con implementar sanciones secundarias si no se llegaba a un acuerdo de paz en Ucrania en el plazo de 50 días. Trump amenazó con aplicar aranceles del 100% a aquellos países que compren petróleo ruso. Esto significa que adquirir crudo ruso y al mismo tiempo comerciar con EEUU se iba a volver tarea imposible.
Si son efectivas y se reducen las exportaciones de petróleo ruso, lo más probable es que los precios de los productos petrolíferos se disparen
Esta podría ser una herramienta efectiva para reducir los ingresos de Moscú, pero ocurre lo mismo que con las sanciones europeas: si son efectivas y se reducen las exportaciones de petróleo ruso, lo más probable es que los precios de los productos petrolíferos se disparen. Y si sube el precio de la energía, es bastante factible que el resto de precios también se dispare, provocando una espiral inflacionista, algo que Trump quiere evitar a toda costa. Posiblemente por esta razón, y a pesar del anuncio de Trump y de la aprobación de nuevas sanciones europeas, el mercado del petróleo apenas ha experimentado cambios este último mes.
Las sanciones no funcionan
Esta misma semana la revista Foreign Policy ha publicado un artículo titulado “Por qué las sanciones al petróleo ya no funcionan”. El escrito repasa el efecto de las sanciones a Rusia y a Irán y señala que en el caso de Irán, por ejemplo, el país ha logrado redirigir sus exportaciones hacia China, que ahora compra casi el 15% de sus importaciones de petróleo a Irán. El autor señala que el crudo iraní se ha vuelto más «atractivo» para los compradores sin exposición a las sanciones, como son pequeñas refinerías chinas conocidas como «teteras» que trabajan para el mercado local y operan al margen de los grandes canales financieros internacionales. Por tanto, las sanciones no logran reducir las exportaciones, simplemente cambian de dirección.
El autor del artículo señala que el fin de las sanciones es obligar a que un Estado modifique su comportamiento y para ello se le inflige un daño económico. En la práctica, los Estados resisten las sanciones, «asumiendo los costos mientras exploran alternativas». Por ello, en lugar de cambiar el comportamiento de los gobiernos afectados, el autor asegura que las sanciones cambian los mercados y reconfiguran las relaciones económicas.
«En lugar de redoblar esfuerzos, Washington debería revaluar la utilidad de las sanciones al petróleo»
Asimismo, apunta otros efectos perversos. Considera que, en general, las sanciones fortalecen al poder político establecido, en la medida en que ayudan a centralizar los ingresos de los países sancionados. Además, su efecto disminuye con el paso del tiempo, ya que la exposición de esos países a la economía de los países occidentales se reduce.
Su conclusión es demoledora: «En lugar de redoblar esfuerzos, Washington debería revaluar la utilidad de las sanciones al petróleo o, con mayor audacia, considerar abandonarlas por completo».

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