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OBAMA LIBERA A JONATHAN POLLARD: TRAIDOR EN EEUU, HÉROE EN ISRAEL

Tras treinta años de cautiverio, ayer liberaron a Jonathan Pollard. El exespía del Mossad fue condenado por pasar a Israel miles de documentos secretos. EEUU cree que es un traidor a la patria, Israel lo espera con los brazos abiertos como un héroe nacional.


El ciudadano estadounidense y exagente del Mossad –servicio exterior israelí de inteligencia, acción encubierta y espionaje–, Jonathan Pollard, salió ayer en libertad condicional tras treinta años de cárcel. Fue condenado en 1987 a cadena perpetua tras suscribir un pacto con sus acusadores y declararse culpable de pasar información clasificada a Israel. Pollard deberá pasar regularmente exámenes ante los agentes de la condicional, no se le permitirá abandonar EEUU en los próximos cinco años, no podrá dar entrevistas ni tener una presencia online, algo que para su abogado Alan Dershowitz y para los miembros de la campaña “Free Pollard” no tiene precedentes y es «totalmente irracional».

El gobierno de Israel, por orden de su primer ministro Netanyahu, ha preferido mantener un perfil bajo y no celebrar con gran pompa su liberación por temor a que podría dañar sus esfuerzos para conseguir el permiso para que Pollard vuelva a Israel. Y de esta manera hacer posible que, como «hombre libre», pueda completar su sueño de hacer el «aliyá», el retorno, la inmigración hacia la «Tierra de Israel». Para ello, Pollard estaría incluso dispuesto a renegar de su nacionalidad estadounidense.

Durante su estancia en la cárcel, Pollard se convirtió al judaísmo ortodoxo y creía que era víctima del antisemitismo y que Israel lo rescataría mediante la presión diplomática. Pero por mucho que EEUU e Israel tengan una muy estrecha relación, como pasa en todas las familias, esta no está exenta de complicaciones. Cierto es que en el gran juego de la geopolítica Israel ha sido y es un ancla de EEUU en Oriente Medio, que muchos israelíes nacieron en EEUU y guardan esa nacionalidad como una joya. Pero por muy cercanos que sean ambos estados, son estados diferentes, cada uno con sus propios intereses vitales. Y, como han probado estas tres décadas de encarcelamiento, no es de esperar que las dos narrativas, la israelí que habla de un héroe nacional y la de EEUU que habla de un traidor a la patria, convergan.

«Mercenario sin principios»

Jonathan Pollard, antiguo analista de la Marina de EEUU, fue un espía de Israel que pasó decenas de miles –y de una gran calidad– de documentos secretos de EEUU. Los vendió a cambio de dinero, de diamantes para su mujer, de vacaciones en Europa. Para la comunidad de inteligencia de EEUU, fue «un mercenario sin principios y sin convicciones» que además reveló las fuentes y los métodos, dos de las llaves maestras para entrar en el turbio reino del espionaje.

En su defensa, Pollard argumentó que actuó así por altruismo, motivado por el interés supremo de la seguridad de Israel, algo que lo ha convertido en una persona muy popular, en una figura icónica en Israel, que incluso le concedió la nacionalidad mientras ha permanecido preso. Además, las campañas de relaciones públicas organizadas por sus seguidores han incidido repetidamente en el hecho de que es el único estadounidense condenado a cadena perpetua por espionaje en favor de un «país aliado».

Primeros ministros como Yitzhak Rabin o el propio Netanhayu presionaron y han presionado personalmente a diferentes presidentes estadounidenses pidiéndoles clemencia para Pollard. Bill Clinton aceptó liberarlo, pero cuando la comunidad de inteligencia de EEUU supo del visto bueno del presidente, respondió inmediatamente, con un enfado monumental.

El entonces director de la CIA, George Tenet, advirtió al presidente que dimitiría si se liberaba a Pollard, porque ello desmoralizaría a los servicio de inteligencia. Sencillamente porque para estos no hay distinción entre pasar secretos a un enemigo como la URSS o pasárselos a un aliado como Israel.

Israel pasó la información a la Urss

En un extenso artículo que el periodista Seymour M. Hersh publicó sobre el 'caso Pollard' en 1999 en “The New Yorker”, citando fuentes de la inteligencia de EEUU, estos se referían a él como «un espía en serie», como el espía que más ha dañado a los sistemas de inteligencia y a la manera en que funcionan en toda su historia. Además, muchos de las informaciones que pasó a los israelíes –como los métodos con los que los estadounidenses rastreaban a los submarinos nucleares soviéticos, los planes de ataque contra la URSS, las coordenadas, los lugares desde donde disparar y las secuencias a utilizar– terminaron en manos de los soviéticos a cambio de que estos permitieran salir a los judíos –incluidos los que trabajaban en la tecnología de misiles y el ámbito nuclear– con dirección a Israel.

EEUU sabía que la inteligencia de la URSS tenía una gran penetración en Israel y el caso del espía soviético Shatbai Kalmanovitch fue ilustrativo de ello. Las informaciones de Pollard habrían caído en manos de esos espías y luego estos la canalizaron a Moscú.

De la misma manera en que Bill Clinton se mostró favorable a liberarlo –cedió ante el conato de rebelión en la CIA– creyendo que esa moneda de cambio influiría en la posición negociadora israelí con los palestinos, a nadie se le escapa que la liberación de Pollard coincide con el encendido debate en el Congreso estadounidense en torno al acuerdo multilateral sobre el dossier nuclear iraní que ha dividido más a EEUU e Israel. ¿Se trata de una coincidencia? El gabinete de Obama niega cualquier relación entre ambos temas, pero sabiendo que en la geopolítica las casualidades no existen, parece un argumento que no termina de convencer.