ETA recibió un primer esbozo un año antes de la Conferencia de Aiete
La resolución de ‘Zutik Euskal Herria’, la decisión de ETA de suspender las acciones armadas de carácter ofensivo, la Declaración de Bruselas –a la que se sumó después la de Gernika– y las relaciones entre agentes vascos conformaban un escenario propicio para abordar el final de la lucha armada.
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En otoño de 2010, un año antes de que ETA decretara el punto final de la lucha armada, dos miembros clandestinos de la organización tenían una cita con otro legal en una zona boscosa de Lapurdi. Al acudir a la cita, los responsables de ETA se encontraron con una sorpresa: el miembro legal que llegaba del sur de Euskal Herria traía consigo unos apuntes manuscritos, pues aún ni siquiera había una comunicación escrita, en los que se recogía el esbozo de lo que, según lo que habían hecho llegar los facilitadores internacionales, podría ser la hoja de ruta que finalmente condujo a Aiete: compromiso internacional, implicación directa de gobiernos del norte de Europa, garantías diplomáticas para los interlocutores, mediación ante los gobiernos francés y español...
Una segunda cuestión acaparó gran parte de la cita de ETA: cómo se estaba viviendo en el seno de la izquierda abertzale el cambio de estrategia que anunció la resolución ‘Zutik Euskal Herria’, aprobada en febrero de 2010 y que anunciaba ya un giro estratégico que llevaba inexorablemente al abandono de las armas como condición necesaria para una estrategia eficaz de acumulación de fuerzas independentistas. Este elemento tendría, al final, más peso que cualquier hoja de ruta.
Así pues, los ingredientes para abordar los inminentes pasos que iba a dar ETA estaban dados. Su dirección estaba ya con los ojos puestos en su próximo anuncio de alto el fuego permanente y verificable, previsto para enero del año clave de 2011. Una de las propuestas era que aquella primera declaración se produjera el 1 de enero de una forma simbólica que pudiera recordar un cambio de era. La fecha evocaba el triunfo de la Revolución cubana allá por 1959 o, más recientemente, el levantamiento zapatista. Finalmente, por las inevitables dilaciones, la declaración se produjo el día 10.
A partir de ahí, aunque en aquella cita –realizada resguardados junto a un puesto de caza– aparecían ya muchos elementos, el guion estaba aún por escribir o, si se quiere, por confeccionar. Había todavía más dudas que certezas.
Estaban en el punto al que habían conducido cuatro importantes elementos durante 2010: la citada resolución de ‘Zutik Euskal Herria’, la decisión de ETA de suspender las acciones armadas de carácter ofensivo, la Declaración de Bruselas –a la que se sumó después la de Gernika– y las relaciones entre agentes vascos, sobre todo de la izquierda abertzale con el resto.
Operación Bateragune
‘Zutik Euskal Herria’ fue la conclusión de uno de los debates más importantes realizados nunca por la izquierda abertzale, iniciado en setiembre del año anterior en circunstancias ciertamente difíciles. Algunos de sus principales precursores fueron detenidos antes incluso de que llegara a las bases. De hecho, la ponencia de debate ‘Argitzen’ fue enviada pocas horas antes de que comenzara la operación policial. El debate estaba salvado y, paradójicamente, quienes pretendieron condicionarlo de forma tan abrupta reforzaron su necesidad y trascendencia.

La detención en octubre de 2009, por orden otra vez del juez Baltasar Garzón, de Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Sonia Jacinto, Arkaitz Rodríguez y Miren Zabaleta, entre otros, perseguía el objetivo del Estado de atascar a la izquierda abertzale en un momento que sabía delicado para esta. Después del frustrado proceso de negociación entre ETA y el Gobierno de Zapatero, entre 2005 y 2007, la organización armada había vivido una grave crisis con enfrentamientos internos. Y lógicamente la discusión que se estaba planteando en el seno de la izquierda abertzale, ya de forma pública desde la salida de Otegi de prisión en agosto de 2008 y sus primeras reflexiones en voz alta sobre la necesidad de un cambio de ciclo, generaba un grado notable de tensión. Así pues, el Estado profundo no dudó en aprovechar el momento para provocar desorden y buscar la ruptura interna del históricamente denominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco, para lo que también aceleró las embestidas represivas. 750 presos en 2007 y con testimonios terribles de torturas que se mantuvieron hasta 2011, como el de Beatriz Etxebarria. Las detenciones o las medidas contra los presos y presas no pararon en ningún momento. También es cierto que las movilizaciones de protesta y por los prisioneros fueron numerosas y multitudinarias.
En este contexto, el debate emprendido fue reparador, aunque, como es natural, en los meses posteriores también se mantendría ese grado de tensión interna, eso sí, de carácter decreciente. La prueba más palpable de ello es que no se produjo una escisión como la que pudiera pretenderse desde los activos servicios policiales y de inteligencia.
Aprobada en febrero de 2010, la resolución ‘Zutik Euskal Herria’ refrendaba, sin duda alguna, un cambio de estrategia. Leída hoy en día, algunas ideas soportan el paso del tiempo mejor que otras, pero en todo caso la declaración es taxativa al afirmar que estaban en una «nueva fase», y que ello exigía «nuevas estrategias e instrumentos». «Para llevar a cabo el cambio –se puede leer en la declaración– resulta imprescindible posibilitar una acumulación de fuerzas creciente y llevar la confrontación al terreno donde los estados son más débiles, esto es, llevar la confrontación al terreno político».
Otro aspecto reseñable de cara al futuro que se estaba abriendo eran las alusiones más o menos expresas a la unilateralidad que tanto marcarían decisiones futuras, como la del desarme de 2017. En 2010, ‘Zutik Euskal Herria’ decía: «De hecho, es la hora del compromiso. Es la hora de dar pasos. Y en este momento, la Izquierda Abertzale es plenamente consciente de que la clave no está en esperar a conocer lo que el resto de agentes están dispuestos a hacer, sino en lo que nosotros y nosotras debemos hacer. De ese modo, nuestra fuerza y nuestra razón traerán nuevas situaciones, podrán condicionar la actuación del resto de agentes y, lo que es aún más importante, lograrán cada vez una mayor adhesión popular para que Euskal Herria sea dueña de su futuro».
Otro de los elementos clave de la resolución era el reconocimiento de que, «para avanzar en esta apuesta política», la izquierda abertzale debía disponer de una formación política legal, lo que supondría una prioridad a partir de ese momento.
Paralelamente, en aquel mes de febrero de 2010, ETA tomó otra trascendente decisión, aunque esta no la haría pública en un principio: decretó la suspensión de acciones ofensivas. No se planificaría en adelante atentado alguno.
Última víctima mortal de ETA
Se trataba de una medida lógica, pues en aquel contexto, tras el debate desarrollado en la izquierda abertzale, mantener acciones armadas de cualquier índole hubiese supuesto una implosión en su seno de consecuencias desastrosas. La fatalidad tampoco ayudó, pues ese mismo marzo, cuando un comando de ETA se aprestaba a robar en París una gran cantidad de coches para poder cubrir las necesidades logísticas durante un largo periodo de inactividad armada, se produjo un enfrentamiento fortuito con agentes franceses, en el cual murió el brigadier jefe Jean-Serge Nerin, quien se convirtió en la última víctima mortal provocada por la organización vasca.
La propia ETA, en su última entrevista, concedida justo antes de poner fin a su trayectoria en mayo de 2018, explicaba el sentido de aquella decisión de alto el fuego: «Fue el primer paso de ETA para adecuarse a la nueva situación. Aunque todavía no había concluido su propia reflexión, era evidente que la organización no podía permanecer ajena. Era necesario que escuchara el latido de la izquierda abertzale y del pueblo. Se puede decir que, sobre todo, fue un paso para realizar ese ejercicio. De ese modo, ETA podía analizar la nueva situación con sosiego y sin chocar con determinadas actuaciones que ya para entonces estaba realizando la izquierda abertzale».
ETA quiso acompañar la decisión con un mensaje discreto al Gobierno español para retomar la senda del diálogo rota en 2007. Para ello, contactó con los facilitadores internacionales. La iniciativa, en sí misma, no tuvo recorrido y tampoco llegó a ser presentada formalmente al Gobierno español porque ya había en marcha otras, pero, en todo caso, situaba a la organización armada en disposición de abordar la nueva situación que se estaba creando. En la misma entrevista, ETA afirmaba posteriormente sobre esta cuestión que «también se trataba de un intento de reactivar el frente negociador. Se activó la relación con los mediadores internacionales, a los que se comunicó la decisión y se hizo llegar la voluntad de ETA de abrir un proceso de negociación. También se les pidió que trasladaran todo ello al Gobierno español, para sondear si existía una posibilidad de abrir un proceso de negociaciones. En un primer momento queríamos una tregua bilateral, para, a partir de ahí, ir construyendo un proceso de carácter definitivo. Pronto comprobamos que no había la más mínima oportunidad para ello, y comenzamos a trabajar en la línea que finalmente desembocó en la Conferencia y la hoja de ruta de Aiete».
Declaración de Bruselas
La pista que a la larga daría sus frutos fue la de la Declaración de Bruselas. Los agentes internacionales daban un paso para que pudiera canalizarse hacia la resolución del conflicto la nueva situación generada por el cambio de estrategia de la izquierda abertzale.

El 29 marzo de 2010, el facilitador sudafricano Brian Currin presentó en la capital belga esta declaración, suscrita por 21 altísimas personalidades internacionales del ámbito de la resolución de conflictos. Tras destacar la importancia de que «la izquierda abertzale haya abogado exclusivamente por medios pacíficos, democráticos y no violentos para conseguir sus objetivos políticos», estas personalidades reclamaban a ETA un alto el fuego permanente y completamente verificable y se instaba al Gobierno español a que respondiera de manera adecuada.
Entre los firmantes se encontraban referencias tan destacadas como la Fundación Nelson Mandela, el Nobel de la Paz Desmond Tutu, el Nobel de la Paz y presidente sudafricano Frederick De Klerk, el Nobel de la Paz y promotor del Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda John Hume, el ex primer ministro irlandés Albert Reynolds o el jefe de Gabinete del ex primer ministro británico Tony Blair, Jonathan Powell. Nada menos.
Una iniciativa de corte similar en cuanto a su contenido se produjo algunos meses después en Euskal Herria, donde 28 agentes políticos y sociales vascos suscribieron un acuerdo en favor de un proceso resolutivo con dos pilares muy definidos: escenario de no violencia y diálogo político. El Acuerdo de Gernika, presentado el 25 de setiembre de 2010, instaba a ETA y al Gobierno español a crear un escenario de no violencia que diese paso al diálogo y negociación política multipartita con el objetivo de superar el conflicto. Entre los firmantes había cinco fuerzas políticas respresentadas por Rufi Etxeberria (izquierda abertzale), Pello Urizar (EA), Patxi Zabaleta (Aralar), Oskar Matute (Alternatiba) y Joseba Garai (AB).
Diálogo con todo el mundo
Las conversaciones y encuentros entre fuerzas políticas y agentes de todo tipo iban, sin embargo, más allá, normalmente con la izquierda abertzale como epicentro, debido al cambio de estrategia operado y la oportunidad que ello le brindaba para explicar sus planteamientos. Además de Rufi Etxeberria, diferentes representantes de la izquierda abertzale como Iñaki Olalde, Jone Goirizelaia, Josu Gorrotxaregi o Txelui Moreno, entre otros, desplegaron una vasta actividad para reunirse con prácticamente todas las fuerzass política, salvo el PP, y organizaciones de todo tipo, como sindicatos, asociaciones empresariales o la Iglesia, concretamente con distintos obispos vascos. Su objetivo era explicar que existían condiciones para un nuevo intento para la paz y pedir apoyo o, al menos, evitar oposiciones al mismo.
Una de las relaciones más intensas se abrió entre la izquierda abertzale y el PSE, y también con el PSN, en algunos momentos incluso más fluida con este último. Los representantes independentistas tenían un hilo con Jesús Eguiguren que se mantenía desde el proceso anterior, finalizado sin éxito en 2007. Las reuniones con él se convirtieron en algo habitual, aunque en esta ocasión, con el transcurrir de los meses y, sobre todo, tras Aiete, la representación del PSE fue asumida por el consejero de Interior Rodolfo Ares, hombre de confianza de Pérez Rubalcaba y que ya participó en la conversaciones de Loiola en 2006 con la izquierda abertzale y el PNV.
La izquierda abertzale mantuvo posteriormente reuniones esporádicas con Jesús Eguiguren aunque ya no representara oficialmente al partido; en parte por deferencia, en parte porque era la forma de conocer una sensibilidad de ese sector político. El interés de Eguiguren era el de una persona que había puesto todo en su empeño por lograr un proceso de paz. Su situación se hizo complicada en su propia casa, y llegó incluso el momento en el que se quejaba abiertamente de que Pérez Rubalcaba ni siquiera le cogía el teléfono. Años después, sin embargo, el partido hizo un esfuerzo por resaltar el trabajo y tesón mostrado por Eguiguren y reconocido por las diferentes partes. Las aguas volvieron al cauce del que seguramente nunca debieron salir.
La declaración ‘Zutik Euskal Herria’ como oficialización del cambio de estrategia, el alto el fuego respecto a las «acciones ofensivas» de ETA, la Declaración de Bruselas y la intensa agenda de relaciones entre distintas fuerzas y agentes vascos eran las cuatro piezas de puzzle que se encontraban sobre la mesa. Quedaba por saber si podían ser las piezas de un mismo puzzle, para, como había dicho meses atrás Arnaldo Otegi antes de ser detenido, poder jugar la segunda parte de la partida que, a tenor de sus palabras, quedó inconclusa en el proceso de 2005-2007. Aunque con la perspectiva de tiempo se puede asegurar que lo que realmente se iba a jugar era una nueva partida, con nuevas reglas y otras lógicas, sobre todo de parte de la izquierda independentista.
Comunidad internacional y pueblo vasco
El 25 de abril de 2010 se celebraba el Nafarroaren Eguna. La localidad bajonavarra de Baigorri se encontraba repleta de gente inmersa en un gran ambiente festivo en las calles y con reuniones de amigos en las casas disfrutando del aperitivo. En un cuarto de una de esas casas, sin que prácticamente nadie lo supiera, se encontraba un miembro de ETA a la espera de que llegara desde el sur del país un correo con información de cómo estaban las cosas.
A tenor de cómo transcurrieron los acontecimientos en los años posteriores, la cita de Baigorri adquiere tintes simbólicos, al haber estado «protegida» por una multitud. Años después, en 2015, Grazi Etxebehere, detenida por dar cobijo a miembros de ETA, se convirtió en icono al manifestar que esta organización necesitaba ayuda de la ciudadanía para llevar adelante su desarme, y mostró a los ojos de todo el mundo una realidad incuestionable: el apoyo de la población iba a ser determinante para las opciones de ETA de seguir adelante en un proceso que intentaba cambiar de ciclo en el conflicto.
Las iniciativas debían ir dirigidas a la comunidad internacional y, sobre todo, a Euskal Herria, representada en esta anécdota en esa conocida familia que cedió su casa para ETA, algo que antes jamás habría hecho
Como muestra, un botón recabado de los muchos testimonios recopilados para hacer este reportaje: tiempo antes de que llegaran el episodio de Etxebehere o el de Luhuso, cuando la situación estaba encallada en el periodo post-Aiete y la salida de la delegación de ETA de Noruega, una familia muy conocida y de prestigio en Ipar Euskal Herria fue requerida para que cediese su enorme casa para importantes encuentros entre responsables de ETA y otros agentes. La respuesta fue afirmativa, aunque un miembro de la pareja puso una condición: los militantes de la organización debían acudir desarmados. ETA ya era plenamente consciente de que iba a contar con un amplio respaldo social, con apoyo logístico creciente, para llevar a cabo el cambio de estrategia hasta el final, para traer su granito de paz.
Así, se confirmaban los dos grandes sustentos para la nueva apuesta política apuntada ya en 2008 por Arnaldo Otegi: las iniciativas debían ir dirigidas a la comunidad internacional y, sobre todo, a Euskal Herria –representada en esta anécdota en esa conocida familia que antes jamás habría cedido su casa para ETA–, después de que hubiese quedado más que acreditada la falta de voluntad y de palabra de los estados respecto a los acuerdos bilaterales.
Poner el reloj en hora
La información de aquel correo recogida en Baigorri provocó una primera impresión de sorpresa en el responsable de ETA, por todo lo que estaba sucediendo y por la velocidad a la que acontecían los hechos. Apenas un año antes, la organización clandestina se encontraba cargada de problemas por la resaca que había provocado el proceso de negociación 2005-2007 y, según reconocía ella misma, no era capaz de llegar a tiempo a las nuevas situaciones. Así se expresaba en la ya citada extensa entrevista ofrecida en mayo de 2018: «ETA iba con retraso en sus reflexiones y decisiones y, como consecuencia de ello, los cambios que se estaban produciendo en otoño de 2009 le pillaban fuera de juego. Iba con retraso, por una parte, en su lectura de la coyuntura del proceso de liberación. Los indicios de que la estrategia anterior estaba agotada eran evidentes, y existía el peligro real de que, si se prolongaba aquella situación, se podían perder las conquistas conseguidas tras muchos años de lucha. Era absolutamente necesario renovar la estrategia, y no de cualquier manera. Hacía falta un cambio en profundidad, y eso afectaba a la lucha armada».
Una manera de recuperar tiempo y estar en disposición de responder a la Declaración de Bruselas fue hacer pública su decisión de febrero de suspender las acciones armadas ofensivas. La puesta en escena dio gran trascendencia al anuncio, conocido el 5 de setiembre.
El comunicado en vídeo fue difundido por la BBC, que en aquella ocasión, con un gran alarde de medios, mandó un equipo a Euskal Herria para ofrecer en directo la noticia con la bahía de la Concha de fondo. No pasó desapercibida.
Poco después, cuando ya se preparaba para el anuncio de alto el fuego permanente, llegaría el mencionado esbozo para una hoja de ruta más amplia remitido por los facilitadores internacionales. A ETA le quedaba nada menos que prepararse para abordar, durante 2011, el final de la lucha armada.
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ENTREGAS:
Negociaciones previas a Aiete a través de los facilitadores
20-10-2011: dos textos claves, apoyo internacional y labor de zapa del equipo de Rubalcaba