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Un rosario antes del cohete

La explosión festiva sanferminera, en parte, se explica por la represión católica que sufre Iruñea. José María Escrivá de Balaguer, durante décadas, trató de lanzar su sermón desde el balcón consistorial.

Escrivá de Balaguer, qué cruz... (Exprai)

Ni hijo predilecto ni niño muerto. Yo lo que quería es que me dejaran tirar el exploto ese. Les faltó fe suficiente... o cojones como decimos los de Barbastro. Le decía al alcalde: «Déjeme darle lumbre a la mecha, que yo te amanso a toda la plaza y estas fiestas no peca ni Dios». Mi plan era darle un giro radical al chupinazo. Ni «vivas» ni «goras», un rosario bien rezao ahí, desde el balcón, y se les esfuma la tentación. Y si no hacen caso, otro seguido. Que les quedan ganas de juerga, pues me pongo a hacer unos «burpees» recitando el padrenuestro. Y si aún no están mustios del todo, les tiro el cohete a rasear para que les valga de cilicio.

«Hostias, Josemari», me respondía el alcalde. «Que si nos chafas las fiestas, nos vamos al carajo. Que los hosteleros tienen que ganarse la vida». Vaya «fucking panza» el alcalducho este. A menudo viene a dar lecciones de hacer negocios. Para hacer dinero, lo que uno tiene que hacer es rodearse de gente de viruta. Seguro que el alcalde no tiene un «lambo».

Hablando de dineros, os confesaré una cosa. El «fucking panza» del alcalde me lloró no sé qué cosas para no dejarme el mechero para que sermoneara a la plaza. Yo le asentía con la cabeza para darle palique. Harto de sus mentiras piadosas y sin que lo supiera mi mano derecha, mi zurda se escurrió por el bolsillo del pantalón del munícipe hasta dar con su cartera. Entonces se la saqué con un gesto hábil e imperceptible y birlé unos buenos duros, que la Obra hay que mantenerla y tengo que darle de beber a mi lambo. Jesús era bueno multiplicando panes y peces, yo hago lo mismo con los billetes.

Siguiendo con esto de las confesiones en plan Agustín, que es menos santo que yo, os contaré también que siempre me he sentido culpable de que esta ciudad sea Gomorra durante una semana. De ahí mi ambición por tirar el chupinazo y enmendar esta mancha en la ciudad, para hacer que se respete a sí misma.

Estoy convencido de que si no mantuviera aquí a toda mi recua de numerarios, supernumerarios y agregados conteniendo a la peña todo el año, a buen seguro esto no estallaría de semejantes maneras.

San Fermín es la cara de esta ciudad. Pero, que nadie se olvide, yo soy su cruz.