En los tiempos de Pogaçar, Yates enseña a ganar de otra forma en un Giro con poco brillo vasco
El Giro ha terminado con exhibición y victoria de Simon Yates, que ahorró energía durante tres semanas para disparar los vatios Finestre arriba. En lo que respecta a los ciclistas vascos, la Corsa Rosa comenzó con la retirada de Landa y después tampoco ha habido brillo, aunque sí mucho trabajo.
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Hace más de tres semanas el Giro arrancaba en Albania con una amplia representación vasca que optaba a todo y dos favoritos por encima del resto. El pelotón que llegó este domingo a Roma poco tenía que ver con aquel tras 21 etapas que han dado para muchas sorpresas, pero que en lo que respecta al ciclismo vasco han caído del lado negativo.
Mikel Landa llegaba con la intención de luchar por un nuevo podio en la ronda italiana, pero sus aspiraciones se fueron al traste en apenas unas horas camino de Tirana, cuando se fue al suelo , se rompió una vértebra y tuvo que abandonar la carrera.
A partir de ahí, los corredores vascos tampoco han acertado con la tecla. Pello Bilbao tenía claro que venía a por etapas y, a pesar de que lo ha intentado en numerosas ocasiones, le ha faltado un punto en los momentos claves. Jon Barrenetxea también llegaba al Giro en un buen momento, tras ser tercero en Frankfurt, pero no ha corroborado ese resultado en las carreteras italianas. Otro corredor combativo como Jonathan Lastra también ha tenido menos presencia de la que acostumbra.
Sí que se las visto, aunque más en otras labores, a Jonathan Castroviejo, Xabier Mikel Azparren e Igor Arrieta. Al de Getxo, que aprovechó la última jornada de descanso para anunciar su retirada, le ha dado el viento en la cara en muchas ocasiones, preparando el terreno para un combativo Egan Bernal que ha vuelto a verse en las posiciones de honor de una gran vuelta. Lo mismo se puede decir del ciclista del Q36, que, sobre todo durante los 10 primeros días, estuvo muy atento a los intereses de su compañero Tom Pidcock, que se ha diluido con el paso de las etapas.
Al que no le ha faltado trabajo ha sido al de Uharte-Arakil. Ya sea con Ayuso, con Yates y, sobre todo, con Del Toro hasta el último día, Arrieta ha trabajado a destajo. Incluso tuvo la opción de disputar alguna etapa. Lo que sí ha demostrado es que las pruebas de tres semanas son su terreno.
Simon Yates: así también se gana
Si alguien afirma que apostaba por este podium del Giro al principio de la prueba, miente. Primož Roglič y Juan Ayuso llegaban como principales favoritos, rodeados de muchos buenos nombres que no aportaban demasiada fiabilidad. El mexicano Isaac del Toro debutaba en el Giro como hombre libre del UAE, pero unas buenas piernas y una mejor colocación en momentos clave de un par de etapas le situaron como destacado líder. Tanto que ha vestido la maglia rosa durante 15 días.
Con el paso de las etapas, también fue ganando enteros Richard Carapaz. El ecuatoriano no había tenido una buena temporada, pero una actitud ofensiva en las etapas de montaña le situó como principal alternativa al UAE, una vez que Roglič demostró que no estaba para disputar el rosa.
Y callando-callando, apareció Simon Yates. «Piano piano, si arriva lontano», que dicen los italianos. El británico estrena este año los colores del Visma y tampoco llegó a Albania como un claro favorito, ya que contaba con un noveno puesto en la Volta a Catalunya como mejor resultado de 2025. Y durante dos semanas ha estado agazapado. Solo el quinto puesto en Siena podía dar una pista de que el motor carburaba bien.
Tampoco al llegar la alta montaña de la última semana parecía que el inglés sería el vencedor final en Roma. Todos los días tenía a tres o cuatro corredores por delante. Pero Yates venía con una lección bien aprendida. En 2018, en las primeras 15 etapas, ganó tres, fue segundo en otras dos, cuarto en otra y quinto en otras dos.
La 19ª etapa de aquel año afrontaba el Finestre y Yates vestía de rosa. Pero las rampas de aquel puerto enterraron sus aspiraciones. El depósito se había vaciado. Siete años después, la lección estaba bien aprendida y el británico sabía que en este puerto, al igual que se perdió aquel Giro, se podía ganar otro.
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Y voló, voló entre un pasillo de aficionados que al grito de «Wout, Wout, Wout» le anunciaba que su compañero Van Aert le esperaba en la cima para transportarlo hasta Sestriere, para transportarlo hasta el rosa que se le esfumó siete años atrás. Lo habían dibujado en el hotel por la mañana y lo llevaron a la práctica a la perfección.
En tiempos de Tadej Pogaçar, donde la victoria es sinónimo de ostentación física, Yates demostró que el ciclismo todavía es un deporte donde la táctica es un factor fundamental. Así también se ganan carreras.