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¿Un futuro fósil? La AIE prevé que la demanda de petróleo y gas crecerá hasta 2050

Las renovables baten récords, pero no logran frenar una dependencia al petróleo y gas que se extenderá hasta mitad de siglo. Según la Agencia Internacional de la Energía, la transición avanza, sí, pero sobre el mismo suelo fósil que la hizo necesaria.

Un militar patrulla con la refinería de petróleo de Dora al fondo, en el sur de Bagdad, en 2008. (Ali YUSSEF | AFP)

Cuando Edwin L. Drake perforó aquel pozo de apenas 21 metros en un remoto pueblo de Pensilvania, en 1859, difícilmente pudo imaginar que estaba abriendo la arteria que haría latir al mundo durante los siglos siguientes. Su rudimentaria torre de perforación, erigida entre maizales y ciénagas, marcó el inicio de la era del petróleo. Más de siglo y medio después –y pese a una crisis ecológica que amenaza con sepultarnos; a nosotros, no al planeta, que sigue girando imperturbable al compás de aquel líquido oscuro– la dependencia continúa.

Según el último ‘World Energy Outlook’ de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), publicado a raíz de la COP30, la hegemonía del crudo se mantendrá al menos hasta 2050, pese a que el consenso anterior prometía alcanzar el techo de los combustibles fósiles en 2030. Y esa persistencia no es exclusiva del petróleo; también alcanza al gas natural, un supuesto «combustible de transición», que también prolongará su reinado durante las próximas décadas.

Su primera extracción intencionada se remonta a 1821, en Fredonia (Nueva York), donde William Hart perforó un pozo rudimentario. Tres décadas antes, el ingeniero escocés William Murdoch ya había logrado iluminar su fábrica con gas de carbón. En 1807, las calles del Londres georgiano brillaban bajo las cálidas farolas de gas, pero no fue hasta la primera mitad del siglo XX, con el desarrollo de los gasoductos de acero a presión, cuando el gas natural comenzó realmente a recorrer el mundo.

De Murdoch a Hart, dos Williams que encendieron el planeta antes de que Drake abriera su pozo de petróleo. Desde entonces, con caminos paralelos y entrelazados, ambas fuentes de energía marcaron el pulso del progreso industrial... y también el del cambio climático. 

Ahora, en el escenario más realista de la AIE –el Current Policies Scenario (CPS), basado en las políticas realmente vigentes–, la demanda global de petróleo no solo no cae, sino que aumentará hasta alcanzar un máximo histórico. En paralelo, el gas natural seguirá escalando posiciones gracias a la expansión del gas natural licuado (GNL), que permite transportarlo en barco a cualquier punto del planeta.

La agencia habla de una «ola sin precedentes» de nuevas plantas de GNL con una capacidad adicional de 265.000 millones de metros cúbicos anuales antes de 2030, la mitad concentrada en EEUU y en torno a una quinta parte en Catar. Europa absorberá parte de ese suministro para sustituir el gas ruso, pero el verdadero crecimiento se trasladará a Asia, con India y el Sudeste asiático como nuevos focos de demanda.

Esa infraestructura millonaria define el nuevo mapa energético: Washington domina el gas; Pekín, los minerales. La AIE lo resume como un tablero de vulnerabilidades cruzadas. Por un lado, EEUU se consolida como potencia gasista y primer exportador mundial de GNL, reforzando su peso político sobre Europa y Asia. Por otro, China es el refinador dominante de 19 de los 20 minerales estratégicos –litio, cobalto, níquel, tierras raras, etc– imprescindibles para las baterías, los paneles solares y las redes eléctricas, con una cuota media de alrededor del 70%.

Es también China la que empieza a estabilizar sus emisiones de CO2, tras décadas de crecimiento. Según la AIE y el Centre for Rearch on Energy and Clean Air, las emisiones del gigante asiático llevan más de un año planas o en ligera caída, y la intensidad de carbono –las emisiones por unidad del PIB– se redujo en un 3,4% en 2024, aunque la propia agencia de la energía advierte de que aún no hay un descenso estructural garantizado, ya que el carbón sigue sosteniendo parte de su economía.

¿Y las renovables?

Titulares de diferentes medios han subrayado el avance de las energías renovables, y es cierto que la capacidad solar y eólica volverá a marcar récords este año. No obstante, el propio informe de la AIE advierte de que ese crecimiento no compensa el aumento total de la demanda ni reduce de forma significativa el uso de combustibles fósiles. En la práctica, la nueva generación «limpia» se suma a un sistema que sigue expandiéndose, no a uno que se sustituye.

Con todo, el informe indica que la demanda eléctrica aumentará cerca de un 40% de aquí a 2035, impulsada por la digitalización, los vehículos eléctricos, la climatización y la inteligencia artificial. La mitad del incremento procederá además de economías emergentes que representarán cerca de tres cuartas partes del aumento.

Es cierto que el informe también confirma el auge de las energías renovables, aunque con matices. La capacidad instalada de solar y eólica crece a un ritmo histórico y podría multiplicarse por cuatro antes de 2035, hasta cubrir tres cuartas partes de la generación eléctrica mundial en 2050 si se cumplen los objetivos de neutralidad climática.

Pero la AIE advierte de que ese avance se limita al sector eléctrico, que representa solo una parte del consumo energético total. La demanda global de energía –que incluye petróleo, gas, carbón y biomasa– sigue aumentando, y ese crecimiento neutraliza buena parte del efecto de las renovables.

A ello se suma que las redes eléctricas y los sistemas de almacenamiento avanzan demasiado despacio. Así, la AIE advierte de que serán necesarios 30 millones de kilómetros adicionales de líneas eléctricas en la próxima década para sostener la transición. A ello se suma una brecha de inversión, ya que casi el 90% del capital destinado a renovables se concentra en los países occidentales «ricos» y en China, mientras el Sur Global continúa rezagado.

El aumento de la temperatura es inevitable

El aumento de la temperatura global superará el límite de 1,5 grados centígrados en apenas una década, según todos los escenarios previstos por la AIE, que advierte de que alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050 será cada vez más difícil.

De esta manera, el organismo constata que «el mundo no va camino de cumplir los objetivos climáticos acordados internacionalmente y se enfrenta a una serie de condiciones económicas y geopolíticas difíciles».

Es una manera diplomática de reconocer que el rumbo se ha desviado y que las emisiones de carbono se alejan del horizonte de neutralidad previsto para mediados de siglo mientras las aportaciones de los países quedan lejos de la ambición que el momento requiere.

Según la agencia, el planeta ya se ha calentado 1,4 grados respecto a la era preindustrial y, en todos los escenarios previstos, superará los 1,5 hacia 2030. Si se mantienen las políticas actuales, el aumento rondaría los 2 grados en 2050 y alcanzaría casi 3 grados a finales de siglo.

Incluso con las medidas anunciadas por los ejecutivos, el calentamiento llegaría a 2,5 °C en 2100. Solo en el escenario más ambicioso, es decir, la citada neutralidad de carbono para 2050, el aumento se estabilizaría en torno a 1,65 °C y podría reducirse después, hasta quedar por debajo de 1,5 °C. Aun así, la AIE advierte de una amplia incertidumbre: existe un 5% de probabilidad de que la temperatura global suba más de 4 °C antes de que acabe el siglo.

En este panorama persiste la promesa de una transición verde que, por ahora, continúa bebiendo del mismo manantial que el «coronel» Drake hizo brotar en Pensilvania hace ya 166 años.