Oihan Jiménez
un pariente de hace 4.500 años

Un antepasado común para los hombres vascos

Siete de cada diez varones vascos presenta la variante R1b-DF27 del cromosoma Y, que se originó hace unos 4.000 o 4.500 años en la Península Ibérica, lo que significa que ese porcentaje comparte un antepasado común. Así se afirma en un estudio de la UPV-EHU y la Universidad Pompeu Fabra publicado en la revista “Scientific Reports”, que devuelve a la actualidad un tema recurrente pero apasionante, como es el origen aún ignoto de nuestro pueblo.

El 70% de los varones vascos desciende de un antepasado común que vivió hace 4.500 años. Así lo sostiene un estudio realizado por investigadores de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea que ha sido publicado en la revista “Scientific Reports” y que está basado en muestras de ADN de casi 3.000 hombres de la Península Ibérica y el Estado francés. Un mismo origen para casi tres cuartas partes de nosotros, un dato fascinante y, a decir verdad, bastante incompatible con el egocentrismo.

Según recordaba recientemente la universidad pública, en la que daba cuenta de los resultados del estudio, el cromosoma Y solo supone el 1% de todo el genoma masculino, pero es el responsable de que los hombres sean anatómicamente hombres, pues es el encargado de impedir la formación de los ovarios en el feto y de permitir el desarrollo de los testículos, y se transmite únicamente de padres a hijos varones. ¿Y dónde reside la importancia de esta constatación? Pues en que, desde el punto de vista evolutivo, esta característica facilita el rastreo de las distintas variantes existentes del cromosoma, y ya se conoce el origen, la dispersión y la distribución geográfica de muchas de ellas.

Ahora, científicos del grupo de investigación en Genómica de la Individualidad de la UPF y del grupo BIOMICs de la UPV/EHU han estudiado la variante R1b-DF27, conocida en la comunidad científica por su elevada frecuencia en la Península Ibérica. Partiendo de esta base, mediante el análisis de muestras de ADN de casi 3.000 hombres, el equipo científico-universitario ha revelado la presencia de esta variante en el 40% de los varones ibéricos, pero por debajo del 10% más allá de los Pirineos. Los números, sin embargo, son más llamativos en lo que a los hombres vascos se refiere pues, en nuestro país, el 70% de los varones muestran la variante R1b-DF27 del cromosoma Y.

Cambios culturales e innovaciones. Según los autores del estudio, «la historia evolutiva de los cromosomas Y humanos parece haber ocurrido en ráfagas, con aumentos en la frecuencia de ciertas variantes a raíz de cambios culturales o innovaciones tecnológicas». En el caso concreto de la variante R1b-DF27, los investigadores aseguran que se originó hace entre 4.000 y 4.500 años, y lo más probable es que apareciera en el noreste de la Península. «A pesar de su elevada frecuencia actual en el País Vasco, las medidas internas de diversidad y las estimaciones por edad son más bajas en los vascos que en cualquier otra población, lo que parece descartar esta región como punto de origen de la variante, si bien, todavía es pronto para asegurarlo», comenta a este respecto Marian Martínez de Pancorbo, investigadora principal del grupo de la UPV/EHU. Para los científicos, «un origen local en Iberia parece la hipótesis más plausible, puesto que muestra las mayores estimaciones de diversidad y edad para R1b-DF27».

Estas observaciones, de hecho, parecen coincidir con el movimiento de oriente a occidente que se produjo en la Edad de Bronce, cuando los pueblos ibéricos no indoeuropeos se establecieron en la costa mediterránea y en el interior porque los pueblos celtas ocupaban el centro y el oeste de la Península Ibérica.

El estudio de R1b-DF27, según apunta la universidad vasca, puede ayudar a rastrear eventos migratorios que involucren a hombres de ese espacio geográfico. Un claro ejemplo se ha visto en las poblaciones latinoamericanas, donde la variante se halla en frecuencias del 40% en Colombia, 36% en Puerto Rico, 10% en México y 8% en Perú. La presencia de R1b-DF27 es notablemente inferior en las poblaciones con un componente indígena más fuerte, como México y Perú, evidenciando una menor mezcla de sus individuos con los colonos en el pasado. Incluso en Europa, las frecuencias de los subgrupos Y han sido utilizadas para detectar eventos de migración a corto plazo. Así, las huellas de la expansión medieval del reino de Aragón hacia el Mediterráneo durante los siglos XIV y XV o la ocupación castellana de Flandes en el siglo XVI pueden ser rastreadas a través de los linajes masculinos, en particular, a través de R1b-DF27.

Pero el surtido de aplicaciones es mayor, pues una variante cromosómica con frecuencias relativamente altas en poblaciones ibéricas y rara en otras regiones puede tener aplicaciones en la genética forense. La presencia de R1b-DF27 en una muestra biológica recogida en la escena de un crimen puede ayudar a identificar el origen geográfico de quien la aportó. Del mismo modo, el cromosoma Y se utiliza a menudo en los estudios relacionados con los apellidos, ya que estos últimos suelen transmitirse también a través de la línea masculina. Para ello, se analizan los subgrupos del cromosoma Y y, teniendo en cuenta su similitud entre hombres que comparten el mismo apellido, se establece un origen genealógico compartido.

El origen y legado de los vascos. Este estudio universitario vuelve a poner el foco sobre un asunto que asoma de vez en cuando, como es el origen de este pequeño pueblo que habita a ambos lados de los Pirineos, un debate para el que hay casi tantas tesis como habitantes. De hecho, se nos ha emparentado con toda clase de pueblos y culturas, desde las caucásicas hasta las que moran el norte de África e incluso los mayas. Hace dos años, la prestigiosa “National Geographic” presentó el análisis más completo hasta la fecha de los patrones genéticos de los vascos, mostrando que nuestra singularidad genética es incluso anterior a la llegada de la agricultura a la península Ibérica, hace unos 7.000 años. Los investigadores del Proyecto Genográfico estudiaron el ADN mitocondrial, que se ha aplicado ampliamente al estudio de la historia de la humanidad, concretamente en la búsqueda de la “Eva mitocondrial”, es decir, el ancestro femenino común de todos los seres humanos modernos, que según los análisis podría haber vivido en África hace aproximadamente 200.000 años.

Las investigaciones desarrolladas en el ámbito genético van en paralelo a estudios sobre el euskara, que se ha considerado lingüísticamente aislada, sin relación con ninguna otra lengua en el mundo y que según la línea de pensamiento mayoritaria se remonta a las lenguas habladas en Europa antes de la llegada de las lenguas indoeuropeas hace más de 4.000 años.

De todos modos, no solo nuestro origen es objeto de hipótesis, también hay teorías sobre nuestros “descendientes”. Hace unos años, el genetista de la Universidad de Oxford Stephen Oppenheimer publicó el libro “Los orígenes de los británicos: una historia genética detectivesca”, en el que sostiene que los ancestros de irlandeses e ingleses, entre otros, serían vascos que habrían llegado hace 16.000 años a las islas, que entonces no eran tales pues estaban unidas al continente en plena glaciación. Oppenheimer señala que aquellos primeros moradores hablaban un lenguaje relacionado con el euskara, y que su influencia en los genes de irlandeses, galeses, escoceses e ingleses habría sido mucho más importante que la de los sajones, normandos o celtas. Normal, por tanto, que cuando visitamos aquellas tierras nos sintamos como en casa.