XANDRA ROMERO
SALUD

Invertir en nutrición sale a cuenta

Un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud ha puesto de relieve que invertir en nutrición puede salvar 3,7 millones de vidas en el año 2025 y generar ahorros significativos, por lo que subraya la necesidad de que los servicios sanitarios se impliquen en políticas que fomenten una nutrición óptima. Para ello, la subdirectora general de la OMS indica que, con el fin de proporcionar servicios de salud de calidad y lograr la cobertura universal de salud, la nutrición debe posicionarse como una de las piedras angulares de los paquetes esenciales.

En este sentido, el organismo de Naciones Unidas ha advertido que en los últimos años se ha producido una disminución global en el retraso del crecimiento (baja proporción de talla por edad). Entre 1990 y 2018 la prevalencia del retraso en el crecimiento en niños menores de 5 años disminuyó del 39,2% al 21,9%. Sin embargo, existe la “doble carga” de la malnutrición; no solo debemos atender la desnutrición, si no ser conscientes de que la prevalencia de niños con sobrepeso ha aumentado del 4,8% al 5,9% en el mismo período de tiempo, una subida de 9 millones. La obesidad en adultos también está incrementándose en casi todos los países. En 2016, más de 1.900 millones de adultos (39%) tenían sobrepeso, de los cuales, más de 650 millones (13%) eran obesos.

Por todo esto, se requiere un mayor enfoque en la nutrición por parte de los servicios de salud. En términos generales, “nos sale a cuenta”, ya que según la OMS, la inversión en acciones de este tipo ayudará a los países a acercarse a su objetivo de lograr la cobertura sanitaria universal y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. También ayudará a la economía, ya que cada euro gastado por los donantes en programas de nutrición básica, devuelve unos 16 a la economía local.

Estudios sobre economía fundamentan este hecho advirtiendo que las inversiones destinadas a la mejora de la salud, además de una obligación moral o social, son también políticas eficientes desde un punto de vista social y económico. Claro ejemplo es este estudio de 2017 titulado “The extra cost of comorbidity: multiple illnesses and the economic burden of non-communicable diseases”, algo así como “el costo adicional de la comorbilidad: múltiples enfermedades y la carga económica de las enfermedades no transmisibles”.

En este artículo se recoge el análisis de cómo, cuando un paciente tiene más de una enfermedad crónica, las condiciones pueden interactuar de tal manera que los costes de atención médica son mayores que la suma de los costes de las enfermedades individuales. Así, dicho estudio concluye que el gasto en las enfermedades crónicas es sustancialmente más alto para las personas con comorbilidad, lo que demuestra el patrón de costes superaditivos en casos de interacción de enfermedades. El gasto asociado con la diabetes para las personas sin comorbilidad se estimó en 1.776 euros, mientras que fue de 2.634 euros para aquellas con enfermedad cardíaca como comorbilidad. Al simular una acción preventiva sobre la diabetes, los resultados mostraron que se podían lograr ahorros monetarios significativos no solo para la diabetes en sí, sino también para las enfermedades crónicas asociadas a ella.

De modo que enfocarse en políticas de salud preventivas (basadas en la nutrición) conduce a mayores ahorros. Otro ejemplo en el extremo opuesto es el de un compañero de profesión que desarrolló durante años un nuevo cribado nutricional para detectar el riesgo de desnutrición hospitalaria en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, y que a partir de 2017 se implantó en otros tres hospitales canarios.

Este cribado nutricional permite detectar la desnutrición hospitalaria o el riesgo de padecerla y se debe al resultado de la compleja interacción entre enfermedad y nutrición, que resulta ser altamente prevalente (entre el 10 y el 85%), así como ignorada e infratratada. La cuestión es que estos pacientes desnutridos presentan alrededor de una semana más de estancia hospitalaria media y una tasa de reingresos hospitalarios precoces casi tres veces mayor (mayor coste económico), y una mortalidad tres veces mayor que los pacientes en buen estado nutricional. De modo que es preciso situar la nutrición como eje central de las políticas de salud por muchas razones.

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